08 septiembre 2022

Domingo 11 septiembre: LAS PREFERENCIAS DE DIOS

 LAS PREFERENCIAS DE DIOS

Por Gabriel González del Estal

1.- Leyendo las lecturas de este domingo, parece, a primera vista, que las preferencias de Dios son totalmente distintas a las de los hombres. A nosotros nos gusta, generalmente, ser amigos de las personas buenas, ir al bar con los que pueden invitarnos, aplaudir a los que triunfan y criticar a los que no son de los nuestros. En cambio, en las lecturas de hoy se nos dice que Dios prefiere a los pecadores, se alegra más por el encuentro de la oveja perdida que por las noventa y nueve restantes, da una fiesta por la vuelta del hijo casquivano y reprende al hijo mayor, cumplidor y serio. ¿Querrá esto decir que Dios prefiere el pecado a la virtud? Por supuesto que no; busca al pecador, precisamente para que deje de serlo y se alegra con la oveja perdida precisamente porque ya ha sido encontrada. Yo creo que cualquier buen padre y cualquiera buena madre hace lo mismo: prefiere al hijo enfermo, para que se cure, busca con angustia al hijo que se ha ido de casa, para que vuelva a ella, y va al encuentro del pobre y del necesitado, para ayudarle a salir de su miseria. En realidad, si lo miramos bien, las preferencias de Dios son las mismas que las de toda persona buena y de corazón cristiano. Lo que pasa es que nosotros muchas veces no actuamos como personas buenas y no nos dejamos guiar por nuestro corazón cristiano. Y, claro está, en estos casos las preferencias de Dios son muy distintas de las nuestras.

2.- El Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo. Por amor a los buenos y por su intercesión Dios perdona a los malos. Este texto del Éxodo expresa muy bien, con un lenguaje muy humano, la predilección de Dios por su pueblo y la eficacia de la intercesión de las personas buenas. Era un pueblo de dura cerviz, obstinado y recalcitrante. Pero era su pueblo, un pueblo que, tradicionalmente, había sido dirigido y gobernado por personas justas, bondadosas y temerosas de Dios: Abrahán, Isaac, Israel y ahora Moisés. En un momento de ira, Dios no aguanta más a este pueblo infiel e idólatra y piensa en consumirlo. Pero Moisés le recuerda que se trata de su pueblo y que se trata de un pueblo en el que han vivido y viven aún muchos amigos suyos. Y por amor a su pueblo y por amor a sus amigos Dios perdona al pueblo infiel e idólatra. Es un texto que puede ayudarnos a no perder la esperanza, cuando creamos que la sociedad marcha por caminos equivocados. Nosotros, con nuestra palabra, con nuestra oración y con nuestras obras, podemos ayudar a la sociedad a que encuentre el camino de la paz, de la justicia y del amor, el camino de Dios.

3.- Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero. Pablo se mira a sí mismo y reconoce la predilección de Dios hacia él, y cómo Dios le salió al encuentro cuando él era blasfemo, perseguidor e insolente, y le derribó del caballo. A partir de este momento, Pablo será un fiel discípulo de Cristo y cantará eternamente las misericordias de Dios para con él. Cristo le amó de una manera especialmente visible cuando él era pecador, precisamente para que dejara de serlo. El amor de Dios busca siempre salvar lo que está perdido, porque es un amor salvador y redentor. Nuestros pecados no deben nunca hundirnos en la desesperanza, porque Dios va a tener siempre su mano tendida para que podamos, agarrados a ella, levantarnos y emprender un nuevo camino.

4.- Me pondré en camino a donde está mi padre. El hijo pródigo no decidió volver al padre por amor, sino impulsado por la necesidad. Y, sin embargo, el padre le acoge con los brazos abiertos y con el corazón lleno de alegría. Lo importante era que el hijo perdido había vuelto a casa, había sido encontrado. ¡El corazón de este Padre es pura bondad, puro amor! No pregunta, simplemente acoge; no juzga, simplemente perdona y ama. A nosotros nos resultará siempre difícil llegar a este amor, tan desinteresado y puro, un amor que sólo se fija en la felicidad del otro, olvidándose incluso de uno mismo: un amor de padre. Pero cada día debemos ponernos en camino, avanzar hacia ese amor de padre y madre, hacia un amor generoso y gratuito. Seguro que el Padre misericordioso, como el de la parábola, va a estar siempre esperándonos.

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