Prepara: Javier Leoz
1. MONICIÓN DE ENTRADA
Un saludo cordial a todos, hermanos, que habéis hecho un hueco en vuestra agenda, no para cumplir, sino por necesidad, para llenaros de Dios. ¡Bienvenidos a la Eucaristía!
Los domingos, más que nunca, ponemos nuestros ojos y corazones en el Señor. Nunca como hoy, en la vida de muchas personas, hay ceguera espiritual: sus miradas están centradas en otras personas, en otras cosas.
Iniciemos esta celebración con el compromiso de que, nada ni nadie, nos distraiga de disfrutar al contemplar la presencia y el rostro de Jesús.
Comencemos por presentarnos ante el Señor.
2. PENITENCIAL
2.1. El Señor es luz. Pero preferimos otras luces artificiales. Señor ten piedad
2.2. El Señor es el TODO. Pero, no siempre, lo vemos como el todo en nuestra vida. Cristo ten piedad
2.3. El Señor nos transforma. Pero preferimos ser manipulados por el mundo. Señor ten piedad
3. MONICIÓN A LAS LECTURAS
Todo lo que realmente merece la pena, no está exento de dificultades. Las lecturas de este día nos traen a la memoria los muros que tuvieron que saltar los profetas o las primeras comunidades cristianas, para ser coherentes con su fe. Que el Señor, que nos tiende su mano, nos ayude a vivir con ánimo y fortaleza nuestra pertenencia a su familia.
4. PETICIONES
4.1. Por la Iglesia. Para que sea siempre un hogar donde se recomponga nuestra existencia, nuestro temple y nuestro deseo de ser mejores cristianos y mejores personas. Roguemos al Señor.
4.2. Por todos los que son perseguidos por su fe. Nos acordamos especialmente de los cristianos que son perseguidos en diferentes lugares de la tierra. Roguemos al Señor.
4.3. Por todos los que se encuentran de vacaciones. Para que vean en el descanso y en los horizontes del mar o de los bosques, la huella permanente de Dios. Roguemos al Señor.
4.4. Para que seamos más valientes. Para que nos comprometamos más con nuestra Iglesia, con nuestra parroquia. Para que no olvidemos de dar la talla como cristianos. Roguemos al Señor.
5. OFRENDAS
5.1. Esta rosa que traemos hasta el altar simboliza la belleza y el sufrimiento de la fe. La belleza por el aroma y la elegancia de la flor; el sufrimiento por las espinas que hay debajo. Pero, al final, la grandeza de la rosa, como la de la fe, nos hace gustar y pensar en el cielo.
5.2. Con el pan y el vino traemos hasta el altar nuestro firme propósito de permanecer unidos al Señor. Que nunca nos falten medios ni fuerzas para ser mensajeros de su Palabra, de su perdón y de su gracia
6. ORACION FINAL
TÚ, SEÑOR, ERES NUESTRA FUERZA
En los tropiezos y en los desaciertos
En el amanecer y en el anochecer
En la oscuridad y en la luz
En la tiniebla y en el cielo estrellado
En la Iglesia y en el mundo
En la fe y en la esperanza
En el trabajo y en el descanso
En el éxito y en el fracaso
En el caminar y en las dudas
En los ideales y en las ilusiones
En los pensamientos y trabajos
En los deseos y necesidades
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