Primera lectura: (Eclesiástico 3,17-18. 28-29)
Marco: La lectura pertenece a la primera colección de proverbios centrados en resaltar la naturaleza y los beneficios de la sabiduría. En esta primera parte, el autor identifica la sabiduría con el temor de Dios. La lectura de hoy invita a dirigir la atención en dos direcciones: la antítesis humildad-orgullo y la práctica de la justicia
Reflexiones
1ª) ¡La humildad es andar en la verdad ante Dios y ante la vida!
En tus asuntos procede con humildad... Esta es una de las características más importantes de la sabiduría en Israel: ser a la vez humana (apoyada en la reflexión sobre la experiencia) y sobrenatural (fruto de la contemplación de las intervenciones divinas en la historia de la salvación y la luz del Espíritu). El hombre aprende en esta escuela humano-divina a realizar su vida con ponderación y admiración, a la vez que exige una vigilancia permanente. Por eso la humildad es andar con sinceridad los caminos de Dios y de los hombres. Es andar en la verdad que procede de Dios y que orienta la vida. Este sentido de limitación y grandeza a la vez, que existe en el hombre, es el que le empuja y le urge a adoptar una actitud serena y objetiva ante la vida.
Y, en este ámbito, la sabiduría de Israel es ejemplar en su riqueza y en su equilibrio. Nunca se puede perder la relación con Dios y la orientación hacia Él. Sin esta relación desaparece la entraña misma del tesoro sapiencial de Israel. Esta sabiduría es añeja y nueva a la vez. Se podría decir de ella lo que dirá Jesús mismo: el verdadero sabio en el reino saca de su arcón cosas viejas y nuevas. Hoy sigue teniendo validez esta comprensión de la vida y de Dios; es necesaria una vuelta a esta orientación sapiencial de la vida humana para que pueda conseguir su sentido.Segunda lectura: (Hebreos 12, 18-19.22-24a)
1ª) ¡Manifestaciones de la pedagogía de Dios para el tiempo de la espera!
La lectura tiene dos partes bien diferenciadas. En la primera, el autor de esta homilía dirigida a cristianos, maltratados y perseguidos, recuerda las actuaciones de Dios en el momento de estipular su primera alianza con Israel. El autor de esta homilía, intenta dos finalidades complementarias: afirmar y rubricar la supremacía del sacrificio y sacerdocio de Cristo sobre las realidades antiguas, es decir, el cumplimiento de la promesa ha superado con creces lo prometido; la realidad desborda las figuras. En la segunda, el autor tiene presente el sacerdocio, el lugar del culto y el esplendor del culto realizado en el templo de Jerusalén y la sencillez de signos en la celebración del misterio pascual de los cristianos (podían hacerlo incluso en sus propias casas con la asamblea reunida). Este contraste impresionaba a los cristianos provenientes del judaísmo y sentían la tentación del abandono. Habría que añadir el hecho de la persecución que los cristianos padecían por parte de los judíos. El creyente sólo debe volver la mirada al pasado para deducir lecciones provechosas para el presente (el Antiguo Testamento sigue teniendo validez y sentido como enseña la constitución conciliar “Dei Verbum”, nn.14-15). El autor quiere que sus lectores orienten su mirada y su vida a Jesús para alcanzar la realidad que allí estaba sucediendo.
Evangelio: (Lucas 14,1.7-14)
Marco:Seguimos el viaje hacia Jerusalén. Estamos en camino. Es el tiempo de centrar la atención directamente en el discipulado. Estamos en la segunda etapa del viaje a Jerusalén. El interés principal se centra en los rasgos que definen al verdadero discípulo de Jesús en medio del mundo.
Reflexiones
1ª) ¡Sabiduría para realizar una buena inversión mientras vamos de camino!
¡Cédele el puesto!... Jesús es invitado y acepta participar en un banquete. Este marco del banquete, permite a Jesús subrayar algunas actitudes. Es necesario recordar que le invita un fariseo principal (y ya sabemos que nunca actuaban con limpieza con Jesús). De hecho, el relato lo recoge claramente: ellos estaban espiando. Jesús, por su parte, observa las actitudes y actuaciones de los convidados: todos buscan los puestos más relevantes. En la sociedad en que vive Jesús y desarrolla su ministerio, aunque las comidas podían, excepcionalmente, incluir a personas de distinto rango social, lo normal era que tal cosa sucediese sólo en circunstancias especiales. Dado que una comida en común implicaba compartir una serie de ideas y valores, y también con frecuencia una misma posición social, convenía cuidar todos los detalles hasta los más mínimos para no contaminarse.
Así se comprende mejor el escándalo que producía en sus oyentes cuando Jesús hablaba con toda naturalidad de que en el reino se sentarían juntos todos, sin distinción de procedencias y situación social. Esto era inaceptable en su mundo social. ¡Y además se trata de un banquete de bodas! En este marco narrativo y dramático se desarrolla una escena en dos movimientos principales: lo que hacen los comensales y la reacción de Jesús. Un banquete de bodas estaba regido por un estricto protocolo que se observaba en su tiempo. En ese marco Jesús se atreve a proponerles una parábola que denuncia todo su estatus social. Es necesario estar muy atentos: ¡Hay que ser sagaces para saber la oportunidad de cada acontecimiento! Si quieres crecer en el honor y la estima de los demás vete espontáneamente al último lugar; si el que te invitó tiene otro puesto más alto para ti, ya te hará subir de escalafón. Jesús está pensando en sus discípulos y quiere que sean sagaces y sepan leer adecuadamente los signos de los tiempos y las circunstancias de la vida en vistas al reino, que es el banquete definitivo y glorioso. Él es el Maestro por antonomasia e insuperable. El discípulo es invitado a aprender en esa escuela en la que el Maestro va por delante con sus actitudes. Nuestro mundo sigue necesitando esta desconcertante y escandalosa lección.
2ª) ¡Es necesario adoptar y aceptar los criterios que propone Jesús, el Maestro!
¡Dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos. Jesús se centra ahora en el mundo del anfitrión. Según las normas y el protocolo, vigentes en tiempos de Jesús, el que invita a la boda lo hace, regularmente, a personas de su mismo rango social. Por tanto, espera recibir de ellos, en su momento oportuno, una invitación equivalente. En el fondo, ateniéndose a su protocolo, la invitación a una boda no es expresión de generosidad, sino un intercambio de valores del mismo precio. Jesús ha repetido una y otra vez que el reino es como un banquete de bodas en el que caben todos, porque todos son invitados por el Padre del Hijo que celebra su boda (¡las bodas del Cordero que durarán por la eternidad!). De nuevo el tema de las bienaventuranzas o congratulaciones que tanto le gustaba a Jesús recordar y repetir. Es cuestión de que el discípulo de Jesús sepa optar y elegir bien en cada momento. ¡Desconcertante mensaje para sus desconcertados oyentes! Esto rompía todos los esquemas del estatus social de su tiempo, como acabamos de recordar, recogiendo algunas reflexiones que nos ofrecen los estudiosos del evangelio desde las ciencias sociales. ¡Jesús es así!. ¡El Padre es así!. ¡El Evangelio es así!. Pero la promesa es desbordante: una bienaventuranza y una recompensa gozosa para siempre. Los hombres de nuestro tiempo necesitan que los discípulos de Jesús seamos testigos, en medio del mundo, de estas realidades espléndidas y escandalosas a la vez.
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