Monición de entrada
Queridos hermanos, con la alegría de reunirnos una vez más como una sola familia, les recibimos en la casa de Dios para celebrar la Santa Misa en el Decimosexto Domingo del Tiempo Ordinario.
Hoy el Señor nos enseñará a ser hospitalarios y a sentarnos a escuchar su Santa Palabra.
Habiendo dejado nuestros quehaceres cotidianos y nuestros afanes, nos disponemos, con alegría y júbilo, a iniciar esta Santa Misa. De pi, cantemos.
Moniciones a las Lecturas
Opción 1: Monición para todas las lecturas
La hospitalidad es un tema que está presente en las lecturas de hoy. Como Abrahán recibe en su tienda a unos misteriosos visitantes, a quienes identifica con el Señor mismo, así Marta y María reciben en su casa a Jesús, el Señor. Esa acogida no está exenta de dificultades, y en este punto engancha la segunda lectura: Pablo, que ha recibido al Resucitado como Señor de su vida, dice a los cristianos de Colosas que la tarea del anuncio del Evangelio le está reportando dolores y sufrimientos. Por nuestra parte, así como María, escuchemos atentos la Palabra de Dios.
Opción 2: Monición para cada una de las lecturas
Primera Lectura (Génesis 18, 1-10a)
Para preparar el ejemplo de hospitalidad de las hermanas de Betania, escuchemos primero, del Libro del Génesis, el relato sobre la hospitalidad que Abrahán le ofrece a tres misteriosos hombres.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Génesis 18, 1-10a
En aquellos días, el Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, porque hacía calor. Alzó la vista y vio a tres hombres en pie frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda y se prosternó en tierra, diciendo:
—«Señor, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo. Haré que traigan agua para que os lavéis los pies y descanséis junto al árbol. Mientras, traeré un pedazo de pan para que cobréis fuerzas antes de seguir, ya que habéis pasado junto a vuestro siervo».
Contestaron:
—«Bien, haz lo que dices».
Abrahán entró corriendo en la tienda donde estaba Sara y le dijo:
—«Aprisa, tres cuartillos de flor de harina, amásalos y haz una hogaza».
Él corrió a la vacada, escogió un ternero hermoso y se lo dio a un criado para que lo guisase en seguida. Tomó también cuajada, leche, el ternero guisado y se lo sirvió. Mientras él estaba en pie bajo el árbol, ellos comieron.
Después le dijeron:
—«¿Dónde está Sara, tu mujer?».
Contestó:
—«Aquí, en la tienda».
Añadió uno:
—«Cuando vuelva a ti, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo».
Palabra de Dios.
Salmo Responsorial (Salmo 14)
El salmo 14 retoma el concepto de «hospitalidad», pensando más bien en la que nosotros podemos o no merecer en la casa de Dios. Digamos con el salmista:
Salmo responsorial: Salmo 14, 2-3ab. 3cd-4ab. 5
R. Señor, ¿Quién puede hospedarse en tu tienda?
El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua. R.
El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor. R.
El que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
el que así obra nunca fallará. R.
Segunda Lectura (Colosenses 1, 24-28)
En la carta a los Colosenses, que empezamos a leer el domingo pasado, Pablo se siente, una vez más, orgulloso de haber sido designado para anunciar la Buena Noticia de Cristo, pero eso va unido a una identificación creciente de Pablo con Jesús, hasta llegar a aceptar el dolor como parte del camino de Jesús.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 1, 24-28
Hermanos:
Ahora me alegro de sufrir por vosotros: así completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado ministro, asignándome la tarea de anunciaros a vosotros su mensaje completo: el misterio que Dios ha tenido escondido desde siglos y generaciones y que ahora ha revelado a sus santos.
A éstos ha querido Dios dar a conocer la gloria y riqueza que este misterio encierra para los gentiles: es decir, que Cristo es para vosotros la esperanza de la gloria.
Nosotros anunciamos a ese Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a todos, con todos los recursos de la sabiduría, para que todos lleguen a la madurez en su vida en Cristo.
Palabra de Dios.
Evangelio (Lucas 10, 38-42)
Ahora dispongámonos a escuchar a Lucas hablarnos sobre la hospitalidad de las dos hermanas de Betania. La actitud de cada una de ellas nos dará una lección a cada uno de nosotros.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 38-42
En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
Marta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se detuvo y dijo:
—«Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano».
Pero el Señor le contestó:
—«Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas…; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán».
Palabra del Señor.
Oración de los Fieles
Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso, y pidámosle que escuche al pueblo redimido por la Sangre de Jesucristo, diciendo todos:
Que tu palabra nos alimente siempre, Señor.
1. Por la Iglesia, para que no olvide nunca su misión de servir y, a ejemplo de Abraham, pueda mantenerse firme y coherente en la fe. Oremos.
2. Por quienes gobiernan nuestra nación, para que se comporten de manera digna ante los ojos de Dios, obrando con honradez, justicia y honestidad. Oremos.
3. Por quienes están alejados de Cristo, para que el Evangelio cale en sus corazones y en sus conciencias y vivan en Cristo la esperanza de la gloria. Oremos.
4. Por los pobres, los enfermos, los desempleados y marginados de nuestra sociedad, para que encuentren en Jesús vida y esperanza. Oremos.
4. Por esta comunidad, para que, como María, se ponga a los pies del Maestro, escuche la Palabra, la acoja y la transforme en nueva vida. Oremos.
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