La unidad entre Jesús y el Padre
Quien me ha visto, ha visto al padre … ¿no crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? (Juan 14, 9-10)
La misma idea es recogida por Juan en un contexto menos íntimo y más público durante su última entrada en Jerusalén, Jesús entonces gritó con voz potente: “Quien cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; quien me ve a mí ve aquel que me ha enviado “. (Juan 12,44-45). Estas afirmaciones tenían sentido para Jesús o para aquellos que las pusieron en boca de Jesús desde un principio y, desde entonces, para innumerables generaciones. La afirmación no les parece increíble. Lo que estos textos modifican es nuestra noción de un Dios separado e inaccesible y otro accesible y encarnado en el hombre Jesús. La unidad de Jesús y su padre es extendida a todos aquellos que estarán en comunión con él.
La separación radical entre lo humano y lo divino parecía amenazada por estas confesiones, digamos, ‘blasfemas‘ para la mentalidad farisea. Este era el desafío de Jesús. Los primeros pensadores cristianos lo entendieron bien. Dios se hace hombre para que el hombre pueda hacerse Dios, hay un puente, y el puente puede ser atravesado. Este hombre parece decir que el abismo entre lo divino y lo humano no existe. Probablemente fue justo por esto por lo que él eliminó el miedo y predico el amor. “Yo y el padre somos uno “ (Jn 10,30), “Y la palabra que escucháis, no es mía sino del Padre que me ha enviado” (14,24) . Existe un “nosotros“ definitivo, un nosotros último: “Yo y el Padre…” Hay identidad y diferencia. La diferencia es Padre e Hijo. La identidad es Uno.
"Os he dicho esto estando entre vosotros”. Conviene que se vaya
Su vida está llegando a su fin. Ciertamente él está a punto de ir al Padre (Juan XIV,12; 16, 17,28; 20,17). Los consuela diciendo que no los dejará huérfanos (Jn 14,18); pero les da a entender que no lo volverán a ver. Y la sombra de su muerte ya próxima se cierne constantemente sobre ellos.
El texto no podría ser más explícito. En cuanto se vaya, el Espíritu de verdad vendrá y nos conducirá a la verdad plena. ¿Se trata de una fe ingenua en el hombre o de una cierta confianza en el Espíritu? Se supone que Jesús también dijo que es el Espíritu el que da vida.
Jesús era consciente de que convenía que se fuese, que no había venido para quedarse, sino para permanecer en nosotros de una forma más personal, en nuestro ser, en nuestro corazón. Esta es la obra del Espíritu.
Conviene que se vaya, como en Emaús, como en el monte de Galilea, cuando querían matarlo, hacerlo rey. Se fue permitiendo así al Espíritu conferirnos nuestra identidad. No olvidemos que está bien que se haya ido y que no convenía que se quedase, como no convenía que un Dios omnipotente impidiese al hombre abusar de su libertad. Conviene que la iglesia esté en manos de los hombres, que la humanidad forje su destino, que también nosotros seamos corresponsables del destino del mundo. Dejó el mundo en nuestras manos. Esta confianza en el Espíritu, en la práctica significa confianza en el hombre, esta libertad es el testamento de aquel “profeta poderoso en obras y palabras” (Lc 24,19)
Estamos intentando entender una experiencia humana. Y esto podemos hacerlo solo si no separamos al supuesto autor de estas palabras, ni de su vida personal ni de su deseo de compartir con nosotros su condición humana. Si Jesús no se va, ni viene el espíritu ni su resurrección adquiere todo su sentido
Conviene que se vaya de lo contrario ¿cómo podríamos reencontrar al resucitado? La resurrección es la presencia real de la ausencia. “Ha resucitado, no está aquí ya”. Ni aquí ni allá, como el Reino, porque el Reino de Dios está ya entre nosotros (Lucas 17,21).
Si me amarais os alegraríais de que me fuera al Padre
La Paz era el saludo de llegada y despedida siempre pero el suyo es diferente. Su ausencia no impide su presencia, el Espíritu les ayudará a superar todo temor. Les deja con la muestra máxima del amor, la entrega total de su vida de servicio. Vuelve al Padre, el origen de todo, incluso de él mismo. Varias veces les había anunciado el final y ellos no daban crédito, pero ahora, a punto de dar cumplimiento a todo les tranquiliza con su retorno, una vuelta que sentirán en su totalidad cuando sean conscientes del triunfo de la vida en Jesús y en ellos mismos. Esto tiene que alegrarlos porque es la culminación de toda su obra, su estado definitivo con el Padre
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