Primera lectura: (Hechos 14,20b-26)
Marco:Es el final del primer viaje misionero.
Reflexiones
1ª) ¡El camino hacia el Reino es dificultoso!
Pablo y Bernabé animaban a los discípulos exhortándolos a perseverar en la fe y diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios. Jesús resucitado acompaña el camino de su Iglesia y, a la vez, espera al final. El creyente es un discípulo de Jesús que aprende del Maestro, no sólo las enseñanzas, sino también el talante, el estilo de vida y su comportamiento hasta los mínimos detalles. Jesús había manifestado, cuando vivió en la tierra, que el camino hacia la resurrección pasa por la humillación, el desprecio y la muerte (Mc 8,31p; 9,31p; 10,33p). Obsérvense algunos detalles importantes: en el contexto del primer anuncio, el autor recuerda cómo Pedro no entiende, se escandaliza y se atreve a interponerse en el camino de Jesús. En la versión lucana leemos en relación con el tercer anuncio que los discípulos no comprenden (Lc 18,34). En todos los anuncios está presente el anuncio de la resurrección. El final es la vida, la gloria y la felicidad sin fin. El resucitado reemprende ahora el camino con sus discípulos. Esta reflexión de Pablo a los creyentes está en la línea del Maestro. La proclamación limpia del Evangelio exige y requiere entrelazar armónicamente el camino de la cruz y el camino de la gloria como un solo camino real, pero con dos etapas sucesivas y, a la vez, entretejidas.
2ª) ¡La Iglesia es un organismo que vive ordenadamente la fraternidad!
En cada Iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor en quien habían creído. Las comunidades civiles helenísticas y las judías tenían su estructura. Los ancianos (presbíteros) es una estructura judía y son los dirigentes de las comunidades judías. Las comunidades helenísticas son dirigidas por los “vigilantes” o “administradores” (obispos). Estos presbíteros elegidos y designados por Pablo se encargarán de la predicación de la Palabra, de celebrar la Cena del Señor y de asegurar la comunión entre los hermanos. Desde sus orígenes, la Iglesia es una comunidad en el amor y a la vez una comunidad visible. Forma parte de la Encarnación y de la realidad histórica de las comunidades cristianas. Esta práctica la seguirá Pablo en todas las comunidades por él evangelizadas, coherente con su comprensión de la Iglesia como un organismo vivo (Rm 12; 1Cor 12). Es necesario mantener la organización para asegurar la vida, por eso todos los carismas que surgen en la Iglesia tienen como finalidad el bien común de todos. En la mente de Pablo todos los carismas son ministerios, es decir, tareas de servicio a favor de todos. Hoy también es necesario insistir en que la Iglesia es una comunidad viva de hermanos en la que algunos son designados para servir, en la Palabra, en los sacramentos y en la caridad, a todos sus hermanos.
Segunda lectura: (Apocalipsis 21,1-5)
Marco: El contexto es la última parte del Apocalipsis que describe el desenlace final del drama recurriendo al género literario apocalíptico: condenación de los enemigos y triunfo de la esposa (la Iglesia de los mártires glorificados junto al que se sienta en el trono y junto al Cordero). El fragmento de hoy está dedicado a la contemplación del cielo nuevo y de la tierra nueva.
Reflexiones
1ª) ¡El destino de los hombres es una gran fiesta de bodas que no terminará jamás!
Vi un cielo nuevo y una tierra nueva porque el primer cielo y la primera tierra han pasado... En la Escritura se recurre a la imagen de unas bodas para expresar y representar la realidad de fiesta que entraña la gloria. En Ezequiel (16) encontramos una dramática alegoría sobre la historia de Jerusalén. Describe la elección de Israel por parte de Yahvé utilizando todos los adornos y aderezos propios de una novia en el día de su boda (Ez 16). Con la belleza de pensamiento y literaria que le caracteriza, Isaías recoge en el c. 62 una descripción realista del amor de Dios por su pueblo utilizando las imágenes propias de una novia enamorada de su esposo también enamorado. Igualmente podría leerse todo el conjunto del profeta Oseas que describe las relaciones de Dios con su pueblo como las relaciones matrimoniales del esposo y la esposa. Finalmente, el Cantar de los cantares que es un hermoso poema en la misma línea. Jesús mismo utilizó la imagen de las bodas para expresar la realidad gozosa del reino de Dios (Mt 22p). El camino de la cruz es una parte, ciertamente necesaria e imprescindible, pero una parte del camino total. La segunda parte es más importante que la primera. El final del camino es la gloria sin fin. El Cristo resucitado acompaña a su Iglesia en el camino de la cruz pero conduciéndola hacia el final de luz y de gloria. Todo queda interpretado por la resurrección.
2ª) ¡La magnífica utopía cristiana: un universo nuevo en el que ya no existirá ni el sufrimiento ni la muerte!
Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor... «Ahora hago el universo nuevo.» Más de una vez he hecho alusión a la utopía* cristiana. La expresión, que procede del griego, significa que para dar sentido pleno a la vida humana, para conseguir la más acabada humanización, es necesario instalarse en la utopía, es decir, en Jesús resucitado como lugar pleno de realización humana. El autor del Apocalipsis sabe que la victoria final de Jesús excluye todo sufrimiento, luto o lágrimas. Ya el programa de las bienaventuranzas adelanta, en medio del sufrimiento, una experiencia singular como anticipo de la felicidad final. Por eso Jesús proclama felices a los afligidos, a los perseguidos, a los hambrientos, a todos los que sufren por cualquier causa. Pero sólo es posible esta experiencia si se fijan los ojos y el corazón en un pasado que los garantiza (Jesús mismo con sus palabras, gestos y don de la vida y resurrección), y a la vez se proyecta hacia un futuro seguro de alegría perpetua que es el motor de la esperanza cristiana. Este programa propuesto por el autor del Apocalipsis es posible y será una realidad. Ese final glorioso y gozoso es posible porque el Cordero degollado ha resucitado, ha entrado en su gloria y nos ha enviado el Espíritu que nos lo enseña y nos lo interpreta todo (Jn 14 y 16). Los hombres y mujeres de nuestro tiempo están atenazados por múltiples formas de sufrimiento, especialmente los más desfavorecidos en todos los planos. ¡Este mensaje pascual es para vosotros!, debe decir la Iglesia con su palabra y su testimonio.
Evangelio: (Juan 13,31-35)
Marco:Es el comienzo del discurso de despedida de Jesús, elaborado por la escuela joánica.
Reflexiones
1ª) ¡Desahogos de la intimidad de Jesús con sus discípulos en el cenáculo!
Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él... Me queda poco de estar con vosotros. El redactor joánico insiste en la amistad de Jesús con los suyos. La lectura proclamada subraya este talante de la escuela joánica; o mejor, de la figura de Jesús interpretada y presentada por la escuela joánica. En la intimidad, Jesús abre su corazón a los suyos. Quiere que el grupo de sus seguidores viva la experiencia íntima del cenáculo antes de proyectarse en la misión y como punto de referencia en la misión. Toda la evangelización está destinada a conseguir que el hombre viva en la comunión con Jesús y que en esa comunión encuentre el sentido de su vida. Esto brota de la temática general tratada en estos discursos de despedida. Jesús sale garante de la posibilidad de esta experiencia. En realidad, en la interpretación dramática de los discursos, es como si Jesús resucitado volviera a su comunidad y culminara su revelación desde esta nueva realidad en la que se encuentra (Jn 15,12-15; Jn 14,3ss). Es necesario recuperar esta realidad humana de la amistad de Jesús que es incondicional, fiel a toda prueba, humanizadora y esperanzadora. La Iglesia debe transmitir al mundo, con su palabra y su experiencia, la realidad de esta amistad singular a la que son tan sensibles son los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
2ª) ¡Los hombres os distinguirán por vuestro amor fraterno hasta el don de la vida!
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros porque yo os he amado. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros. En el discurso de la Cena hay tres momentos singulares donde aparece en todo su relieve el valor del amor mutuo (como le gusta decir a la escuela joánica). El primer momento es este texto que acabamos de proclamar. En él se insiste en el valor testimonial del amor fraterno o mutuo describiéndolo como la característica peculiar de los discípulos de Jesús. El segundo momento, lo acabamos de recoger en la reflexión anterior. En él se insiste en dos características: debe ser tan sincero e intenso que empuje al don generoso de la vida por los otros y es la expresión visible de la amistad de Jesús con los suyos. El tercer momento, se encuentra en la oración de Jesús, y más en concreto, cuando ora por la unidad de los discípulos para que el mundo crea y conozca que Jesús es el enviado definitivo del Padre a favor de los hombres (Jn 17,20ss). Estos tres elementos invitan a tomar en serio el mandato de Jesús porque de él pende la misión misma de la Iglesia y su credibilidad en medio del mundo. En nuestro mundo este mensaje sigue resonando con fuerza.
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