Solemnidad de la Ascensión del Señor. C
“Vosotros sois testigos de esto”
(Lc 24,48)
Señor Jesús, según el evangelio de Lucas tú te despediste de tus discípulos recordándoles que tu vida y tu enseñanza, tu muerte y tu resurrección habían sido ya previstas desde antiguo por las promesas que se encontraban en los libros sagrados de tu pueblo.
Aun querías dejar claro que tus discípulos habían sido testigos del cumplimiento de las antiguas profecías. Pero ser testigos no significaba solamente haber presenciado la realización de aquellas previsiones.
Ser testigos los había de llevar a ofrecer un testimonio creíble de lo que habían vivido contigo y junto a ti. La verdad no era solamente un hallazgo afortunado, era una responsabilidad ineludible. Era un honor y una tarea.
La verdad que tú les habías enseñado no era una confirmación de evidencias cotidianas. Tampoco era un sistema nuevo para explicar la más vieja realidad. La verdad no se parecía a los relatos mitológicos que corrían por las ciudades que ellos habían de recorrer.
La verdad era una vida y una muerte. La verdad era la sorpresa de un hombre que nacía de nuevo en su vejez. La verdad era la pregunta de una mujer que deseaba calmar su sed y dejaba su cántaro junto al brocal de un pozo.
La verdad era un proyecto y una renacida. Una ciudad que bajaba del cielo y un manantial que renovaba las aguas de los lagos muertos. Una entrega personal y gratuita, generosa y creadora. La verdad era el amor de quien amaba hasta entregar la propia vida.
A eso los enviabas por los caminos del mundo. Y a eso nos envías cada día. A ser testigos de tu amor y de tu entrega. A ser testigos de esa verdad que eres tú. Bendito seas por siempre, mi Señor. Amén.
ENSEÑANZA Y RECUERDO
Solemnidad de la Ascensión del Señor. C
29 de mayo de 2022
“Lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista”. Así describe el autor de los Hechos de los Apóstoles la Asccnsión de Jesús a los cielos (Hch 1,9).
La nube es en la Biblia el símbolo clásico para representar la divinidad. Jesús había caminado con sus discípulos como un hombre, aunque se monstraba poderoso en obras y en milagros. Pero ahora se les revelaba a sus discípulos en plenitud la divinidad de su Maestro.
Con el salmo responsorial, la comunidad que celebra esta fiesta proclama la luz de esa revelación que ilumina también ahora la vida de los creyentes: “Dios asciende entre aclamaciones, el Señor, al son de trompetas (Sal 47,6).
Por otra parte, en la carta a los Efesios se ruega a Dios que nos dé a conocer de verdad la esperanza a la que hemos sido llamados (Ef 1,18).
LA BENDICIÓN
En el evangelio de Lucas que hoy se proclama se nos dice que, mientras Jesús se elevaba hacia los cielos, iba bendiciendo a sus discípulos (Lc 24,50).
A primera vista, aquel gesto final de Jesús pudiera ser interpretado como una despedida un tanto despreocupada y como el anuncio de una ausencia, que había de ser lamentada a lo largo de los siglos.
En realidad, aquella bendición del Maesro era la garantía de su presencia. Él había de acompañar a sus discípulos a lo largo de la mision que les acababa de confiar. En su nombre, ellos habían de predicar la conversión y el perdón de los pecados en todos los pueblos.
Y evidentemene esa tarea propia de la misión que les fue confiada a ellos y nos es confiada también a nosotros requiere la luz y la fuerza que se signfican en el gesto de la bendición de Jesús.
ALEGRÍA Y ORACIÓN
Con frecuencia nos peguntamos en qué estado de ánimo quedarían los discípulos de Jesús después de la Ascensión de su Maestro a los cielos. El evangelio según San Lucas nos dice que los discípulos volvieron a Jerusalén con gran alegría y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios. Dos notas que son aplicables también a nuestra siuación actual.
• La alegría no puede identificarse con las satisfacciones inmediatas que buscamos con ansiedad. Esa alegría evangélica nace de la fe, se sustenta en la esperanza y se contagia a los demás en gestos concretos de amor y de servicio.
• La permanencia de los discípulos en el templo recuerda lo que los evangelios cuentan de Jesús. Él acudía a los atrios del templo para exponer su mensaje. Y los discípulos acuden al templo sabiendo que la misión que les ha sido encomendada requiere la oración a Dios.
- Señor Jesús, nosotros te reconocemos como nuestro Maestro y nuestro Señor. Te agradecemos que nos hayas elegido para anunciar tu mensaje y para ser testigos de tu misión. Concédenos tu gracia para que podamos ser portadores de alegría en este mundo que parece tan atribulado y tan desalentado. Amén.
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