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26 abril 2022

Moniciones y Lecturas para el 01 de Mayo del 2022 – III Domingo de Pascua – Ciclo C

 

MONICIÓN DE ENTRADA

Sean bienvenidos, hermanos  y amigos. Que el Señor se fije en cada uno de nosotros y nos  revista de su ternura y paz.   

Estamos en el Tercer Domingo de Pascua. Es el Señor Resucitado quien llena con su Nombre y su Presencia toda la Liturgia de la Palabra de hoy. Desde  ahora y para siempre todo gesto de amistad, de calor humano, es sacramento de su Resurrección: un saludo, una sonrisa, la bendición, el compartir el pan. Todo es gracia. Todo nos habla de Él y de su amor. 

Seguros de la presencia entre nosotros de Jesús Resucitado y Resucitador, pongámonos de pie y celebremos con gozo esta acción de gracias. 

MONICIÓN PRIMERA LECTURA (Hechos 5,27-32)

Llenos del Espíritu Santo los apóstoles llenan a Jerusalén con el Nombre de Jesús. Eso les trae serios problemas. Pero por el Nombre de Jesús todo vale la pena. Hasta los latigazos.  Escuchemos…

Primera Lectura Hechos de los Apóstoles 5,27b-32. 40b-41

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 

En aquellos días, el sumo sacerdote interrogó a los Apóstoles y les dijo:

-¿No les habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, han llenado Jerusalén con su enseñanza y quieren hacernos responsables de la sangre de ese hombre.

Pedro y los Apóstoles replicaron:

-Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. «El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús a quien ustedes mataron colgándolo de un madero.» «La diestra de Dios lo exaltó haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados.» Testigo de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.

Azotaron a los Apóstoles, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Los Apóstoles salieron del Consejo, contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús.

Palabra de Dios

Salmo responsorial Salmo 28

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado 

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. 

Toquen para el Señor, fieles suyos,
den gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante,
su bondad, de por vida.


Escucha, Señor, y ten piedad de mí.
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

MONICIÓN SEGUNDA LECTURA  (Apocalipsis 5,11-14)

Juan ve a los ángeles y a todas las criaturas, sin excepción, llenando todo el universo con el Nombre del Cordero…  Escuchemos con atención…

Segunda Lectura Apocalipsis 5,11-14.

Lectura del libro del Apocalipsis

Yo, Juan, miré y escuché la voz de muchos ángeles: 

eran millares y millones 

alrededor del trono y de los vivientes y de los ancianos, 

y decían con voz potente:

«Digno es el Cordero degollado

de recibir el poder, la riqueza,

la sabiduría, la fuerza,

el honor, la gloria y la alabanza.» 

Y oí a todas las creaturas que hay en el cielo, 

en la tierra, bajo la tierra, en el mar 

-todo lo que hay en ellos- que decían: 

«Al que se sienta en el trono y al Cordero 

la alabanza, el honor, 

la gloria y el poder 

por los siglos de los siglos.» 

Y los cuatro vivientes respondían: Amén. 

Y los ancianos cayeron rostro en tierra, 

y se postraron ante el que vive por los siglos de los siglos.

Palabra de Dios

MONICIÓN EVANGELIO  (Juan 21,1-19)

La red se llena milagrosamente de peces. Y la mañana se llena con una deliciosa declaración de amor: “¿Me amas? Señor, Tú sabes que te amo”. A pesar de mis infidelidades, recurro a tu sabiduría y en ella descanso.  Abramos los oídos, la mente y el corazón, y pongámonos de pie para escuchar el Santo Evangelio.

Evangelio San Juan 21,1-19.

+ Proclamación del santo Evangelio según San Juan.

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:

Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.

Simón Pedro les dice:

-Me voy a pescar.

Ellos contestan:

-Vamos también nosotros contigo.

Salieron y se embarcaron; y aquella noche no atraparon nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.

Jesús les dice:

-Muchachos, ¿tienen pescado?

Ellos contestaron:

-No.

El les dice:

-Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán.

La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro:

-Es el Señor.

Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.

Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto, encima y pan. Jesús les dice:

-Traigan de los peces que acaban de pescar.

Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aunque eran tantos, no se rompió la red.

Jesús les dice:

-Vengan a desayunar.

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.

Jesús se acerca, toma el pan y se lo da; y lo mismo el pescado.

Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

Después de comer dice Jesús a Simón Pedro:

-Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?

El le contestó:

-Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Jesús le dice:

-Apacienta mis corderos.

Por segunda vez le pregunta:

-Simón, hijo de Juan, ¿me amas?

El le contesta: 

-Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

El le dice:

-Pastorea mis ovejas.

Por tercera vez le pregunta:

-Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?

Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó:

-Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.

Jesús le dice: 

-Apacienta mis, ovejas. 

Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.

Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. 

Dicho esto, añadió:

-Sígueme

Palabra del Señor

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