26 abril 2022

Comentario bíblico de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo (1 mayo)

 

Primera lectura: (Hechos 5,17-32.40-41)

Marco: En el marco de la persecución, desencadenada por el sanedrín, el autor introduce un breve discurso kerigmático.

Reflexiones

1ª) ¡Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres!

Pedro y los apóstoles respondieron: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Este conflicto acompañará a la Iglesia durante su historia. La fe y la práctica de Israel, enraizada en la alianza del Sinaí, es un valor inalterable e intocable. Todo quebrantamiento de la ley era una traición al espíritu de la alianza. Entre las convicciones judías encuentra el monoteísmo más exigente. Jesús era considerado como un traidor. Recordar su vida y su doctrina es renovar la situación de conflicto y de enfrentamiento. Pero Jesús y su Evangelio son entendidos como la última oferta salvadora y liberadora de Dios. Era necesario seguir adelante, aun con el riesgo de correr la misma suerte que el Maestro: la muerte violenta. Se ha planteado en toda su crudeza el conflicto entre el Evangelio de la gracia y libertad, que ofrece y garantiza la filiación divina de los hombres, y las figuras y anticipos que ofrece el judaísmo. Hoy, como ayer, se producen situaciones de conflicto entre el Evangelio y otras instancias, y los discípulos de Jesús son invitados a adoptar la posición de los apóstoles. Pero el Evangelio no se contrapone ni destruye ningún proyecto que fomente la verdadera humanización de las personas; todo lo contrario, la favorece.

Segunda lectura: (Apocalipsis 5,11-14)

Marco: La lectura que hoy proclamamos se enmarca en la visión del libro del Cordero escrito por dentro y por fuera y cerrado con siete sellos. Antes de descifrar los siete sellos presenta el autor esta visión y este himno cristológico de singular belleza.

Reflexiones

1ª) ¡Exaltación y alabanza de los coros celestes en honor del Cordero degollado y resucitado!

Digno es el Cordero degollado... La resurrección y la vida han vencido al sufrimiento y a la muerte. Esta roca en la que se sustenta su obra, es presentada una y otra vez para que los lectores no pierdan la esperanza. Insiste en una verdad central para él: que el número de los que entran a disfrutar de la vida es ilimitado; que la oferta de salvación que Dios hace a la humanidad en Cristo Jesús, muerto y resucitado, es universal. Esta verdad la expresa recurriendo a cantidades incontables. Números, colores y simbolismos forman parte del género apocalíptico. Estas expresiones, narradas para alentar a los perseguidos, se han convertido en un lugar de referencia para responder a la gran pregunta sobre el número de los que se salvan, que tanto ha preocupado a lo largo de la historia de la Iglesia y sigue preocupando a los creyentes. Ciertamente en el Evangelio encontramos dos momentos de la predicación de Jesús que parecen contraponerse. Pero no es así en la realidad. Uno de ellos se refriere a las palabras de Jesús cuando advierte que la puerta de entrada en la vida es estrecha y el camino angosto (Lc 13,22 ss) y el otro se refiere al final generalizador de las parábolas: Pues vendrán muchos de oriente y occidente, del norte y del sur, a sentarse a la mesa en el reino de Dios (Mt 22,16). Esta aparente discrepancia entre los dos testimonios podría encontrar una solución teniendo en cuenta otros dos datos: el primero se refiere a la lengua utilizada por Jesús. En ella no existe el comparativo más... menos, sino que se habla siempre con absolutos muchos... pocos. En realidad habría que traducir muchos son llamados... menos los elegidos. Con lo que queda abierto un camino de esperanza. El segundo son las palabras de la Cena sobre el vino: su Sangre será derramada por la multitud, es decir, por la totalidad. Una multitud inmensa, incontable, disfrutará de la felicidad, del amor y de la luz de Dios. Pero el Evangelio advierte que el hombre ha de responder con fidelidad, acogerse con confianza a la misericordia de Dios y ponerse en camino detrás de Jesús, cada uno según la situación que le ha tocado vivir. Dios es libérrimo en la oferta, lo es en los medios, sólo espera la respuesta coherente y adecuada del hombre que camina guiado por la luz natural y rectitud de su conciencia o por la luz del Evangelio. Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1Tm 2,4). Pero no impone ni la verdad ni la salvación; respetará siempre la libertad del hombre. He ahí el misterio de la salvación y libertad humana, ayer y hoy y siempre.

Evangelio: (Juan 21,1-19)

Marco: Jn 21 narra tres escenas: los apóstoles deciden ir a pescar y Jesús se les aparece con la consiguiente pesca milagrosa y su reconocimiento; el diálogo de Jesús con Pedro a quien encomienda la misión de pastor de su Iglesia; el destino de Pedro y del discípulo amado .

Reflexiones

1ª) ¡Es el Señor!

Simón les dijo: Me voy a pescar. Ellos contestaron: Vamos también nosotros contigo... El discípulo amado dice a Pedro: Es el Señor. La aparición del resucitado junto al lago de Tiberíades es muy probable que fuera la primera. Este relato sugiere que, tras la muerte de Jesús, transcurrió un espacio de tiempo cuya extensión no podemos precisar, de tal manera que siete de sus discípulos invitados por Pedro vuelven a sus actividades a Galilea. Esto significa que el impacto de la muerte de Jesús alcanzó seriamente a los discípulos. Jesús, el Pastor bueno y escatológico, recoge de nuevo a sus discípulos y los envía a la misión después que experimentaron que estaba realmente vivo. El relato de los discípulos que se dirigían a Emaús (Lc 24,13ss), nos reafirma en esta convicción. ¡Qué duros días pasaron los discípulos! Esto nos enseña a valorar todavía más la importancia de la resurrección de Jesús y su experiencia. Sólo desde y por el Resucitado fue posible la misión. Este acontecimiento, que permite experimentar a Cristo como vivo y presente, ha de ser meditado una y otra vez y participado en la aceptación creyente del mensaje, en la experiencia personal y comunitaria de que estaba vivo y en la posibilidad de una nueva forma de vida y comunión en el amor expresado tan poderosamente en la cruz y afianzado para siempre en la resurrección. Hoy, como ayer y como siempre, es necesario anunciar a un Cristo vivo que sale al encuentro de los hombres y les ofrece la esperanza que puede dar sentido a sus vidas. Real es la resurrección como real fue la muerte en cruz. Real es la cruz de la humanidad y real es la esperanza que se le ofrece en el acontecimiento pascual que alcanza las vidas de los hombres y mujeres de nuestro tiempo en su realidad humana así como los anhelos de sus corazones.

2ª) ¡Sólo es posible ejercer el ministerio desde el amor hasta la muerte!

Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? Él le contestó: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dice: apacienta mis corderos. Observemos, en primer lugar, la triple pregunta de Jesús a Pedro. Sabemos que en la Escritura el número tres tiene su significación: la insistencia y la importancia. La importancia de que Pedro manifieste expresamente su disposición a amar a Jesús. Es necesario consolidar la obra de la misión sobre las mismas bases en que se fundamenta la salvación. La salvación es una obra del amor de Dios manifestado en Jesús hasta el extremo (Jn 3,17s; 13,1ss). Pedro es elegido para hacer posible y presente la prolongación de esta obra en el mundo. Por tanto, con toda coherencia, se le pregunta sobre su capacidad y disponibilidad a amar a Jesús y por él y en él a todos los hombres. El ejercicio de la misión que se le encomienda solo es posible desde estas disposiciones. Ciertamente los Padres de la Iglesia suelen relacionar esta triple pregunta sobre su capacidad de amar con su triple negación de Jesús durante su proceso. Es probable que hubiera una relación entre los dos relatos. De hecho, el narrador recuerda que, ante la pregunta por tercera vez, Pedro se sintió invadido por la tristeza. En todo caso, el interrogatorio está destinado a asegurar y afianzar la misión de Pedro y revela el verdadero sentido y relieve de la misma. El ejercicio de la autoridad en la Iglesia, en todos sus planos y manifestaciones, ha de estar dirigido por el amor como lo entiende Juan: una disponibilidad total para servir a los demás hasta el don de la vida. El autor de 1Jn recordará que ese amor no es asunto de palabras sino de obras y sinceridad. Y sólo es posible el ejercicio de este amor pastoral si se ha experimentado profundamente el amor de Dios revelado en la persona, la vida y la muerte de Jesús. Hoy es necesario recordar y restaurar constantemente este programa ofrecido por Jesús a Pedro.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)

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