05 abril 2022

10 DE ABRIL DE 2022 DOMINGO DE RAMOS «B»

 10 DE ABRIL DE 2022

DOMINGO DE RAMOS «B» 

Liturgia de las Horas: Segunda Semana del Salterio – Cuaresma.


R I T O S    I N I C I A L E S


BENDICION DE RAMOS

Entrada solemne.

 

SALUDO  Y MONICIÓN.


BENDICION DE RAMOS


EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Lucas. 19, 28-40. 

 

En aquel tiempo, Jesús caminaba delante de sus discípulos, subiendo a Jerusalén.  Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos, diciéndoles: «Id a la aldea de enfrente; al entrar en ella, encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado nunca.  Desatadlo y traedlo.  Y si alguien os pregunta: ´´¿Por qué lo desatáis?``, le diréis así: ´´El Señor lo necesita``».

Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho.  Mientras desataban el pollino, los dueños les dijeron: «¿Por qué desatáis el pollino?»

Ellos dijeron: «El Señor lo necesita.»

Se lo llevaron a Jesús y, después de poner sus mantos sobre el pollino, ayudaron a Jesús a montar sobre él.

Mientras él iba avanzando, extendían sus mantos por el camino. Y, cuando se acercaba ya a la bajada del monte de los Olivos, la multitud de los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios a grandes voces por todos los milagros que habían visto, diciendo: «¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas.»

Algunos fariseos de entre la gente le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos.»

Y respondiendo dijo: «Os digo que, si éstos callan, gritarán las piedras». 

                                PALABRA DEL SEÑOR


PROCESIÓN HACIA EL ALTAR.


Canto:

Canta Jerusalén, gloria al Señor.  Canta a Cristo nuestro Salvador.  Hosanna.  Hosanna.  Hosanna al hijo de David.


Canto:

Bendito el que viene en nombre de Dios.  Bendito el Mesías, Jesús Salvador.  Bendito el que viene en nombre de Dios.  Bendito el Mesías, Jesús Salvador.  Jesús Salvador.


ORACIÓN COLECTA. 


LITURGIA DE LA PALABRA


PRIMERA LECTURA.

Lectura del libro de Isaías. 50, 4-7

 

El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento.

Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos.

El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. 

Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes ni salivazos.  

El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes;  por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.   

                                                                 PALABRA DE DIOS


SALMO RESPONSORIAL.  Salmo 21.

Antífona: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?


Al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere.»

 

Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores; me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos.

 

Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica.  Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.

 

Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré.  “Los que teméis al Señor, alabadlo; linaje de Jacob, glorificadlo; temedlo, linaje de Israel.


SEGUNDA LECTURA.

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Filipenses. 2, 6-11.

 

Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres.

Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.      

PALABRA DE DIOS


ANTES DE LA PASIÓN.

Versículo: Cristo, se ha hecho por nosotros, obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.  Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre.


PASION DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO.

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22, 1423,  56


C. Cuando llegó la hora, se sentó a la mesa y los apóstoles con él y les dijo:  

+ —«Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer, hasta que se cumpla en el reino de Dios.»  

C. Y, tomando un cáliz, después de pronunciar la acción de gracias, dijo:  

+ —«Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios.»  

C. Y, tomando pan, después de pronunciar la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:  

+ —«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.»  

C. Después de cenar, hizo lo mismo con el cáliz, diciendo:  

+ —«Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.»  

+ —«Pero mirad: la mano del que me entrega está conmigo, en la mesa. Porque el Hijo del hombre se va, según lo establecido; pero, ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!»    

C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que iba a hacer eso.

C. Se produjo también un altercado a propósito de quién de ellos debía ser tenido como el mayor. Pero él les dijo:  

+ —«Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el mayor entre vosotros se ha de hacer como el menor, y el que gobierna, como el que sirve.  

Porque, ¿quién es más, el que está a la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.  

Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo preparo para vosotros el reino como me lo preparó mi Padre a mí, de forma que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.»  

+ —«Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos.»  

C. Él le dijo:  

S. —«Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte.»  

C. Pero él le dijo:  

+ —«Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes de que tres veces hayas negado conocerme.»  

C. Y les dijo:  

+ —«Cuando os envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?»  

C. Dijeron:  

S. —«Nada.»  

C. Jesús añadió:

+ —«Pero ahora, el que tenga bolsa, que la lleve consigo, y lo mismo la alforja; y el que no tenga espada, que venda su manto y compre una. Porque os digo que es necesario que se cumpla en mí lo que está escrito: "Fue contado entre los pecadores", pues lo que se refiere a mí toca a su fin.»

C. Ellos dijeron:  

S. —«Señor, aquí hay dos espadas.»  

C. Él les dijo:  

+ —«Basta.»  

C. Salió y se encamino, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:  

+ —«Orad, para no caer en tentación.»  

C. Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba, diciendo:  

+ —«Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.»  

C. Y se le apareció un ángel del cielo, que lo confortaba. En medio de su angustia, oraba con más intensidad. Y le entró un sudor que caía hasta el suelo como si fueran gotas espesas de sangre. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la tristeza, y les dijo:  

+ —«¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación.»  

C. Todavía estaba hablando, cuando apareció una turba; iba a la cabeza el llamado Judas, uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús.  

Jesús le dijo:  

+ —«Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?»  

C. Viendo los que estaban con él lo que iba a pasar, dijeron:  

S. —«Señor, ¿herimos con la espada?»  

C. Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha.  

Jesús intervino, diciendo:  

+ —«Dejadlo, basta.»  

C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra él:  

+ —«¿Habéis salido con espadas y palos, como en busca de un bandido? Estando a diario en el templo con vosotros, no me prendisteis. Pero ésta es vuestra hora y la del poder de las tinieblas.»  

C. Después de prenderlo, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor, y Pedro estaba sentado entre ellos.  

Al verlo una criada sentado junto a la lumbre, se lo quedó mirando y dijo:

S. —«También éste estaba con él.»

C. Pero él lo negó, diciendo:

S. —«No lo conozco, mujer.»

C. Poco después lo vio otro y le dijo:

S. —«Tú también eres uno de ellos.»

C. Pero Pedro replicó:

S. —«Hombre, no lo soy.»

C. Y pasada cosa de una hora, otro insistía diciendo:

S. —«Sin duda, éste también estaba con él, porque es galileo.»

C. Pedro dijo:

S. —«Hombre, no sé de qué me hablas.»

C. Y enseguida, estando todavía él hablando, cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho: «Antes de que cante hoy el gallo, me negaras tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró amargamente.

C. Y los hombres que tenían preso a Jesús se burlaban de él, dándole golpes. 

Y, tapándole la cara, le preguntaban, diciendo:

S. —«Haz de profeta; ¿quién te ha pegado?»

C. E insultándolo, proferían contra él otras muchas cosas.

C. Cuando se hizo de día, se reunieron los ancianos del pueblo, con los jefes de los sacerdotes y los escribas; lo condujeron ante su Sanedrín, y le dijeron:

S. —«Si tú eres el Mesías, dínoslo.»

C. Él les dijo:  

+ —«Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto, no me vais a responder. 

Pero, desde ahora, el Hijo del hombre estará sentado a la derecha del poder de Dios».  

C. Dijeron todos:  

S. —«Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?»  

C. Él les dijo:  

+ —«Vosotros lo decís, yo lo soy.»  

C. Ellos dijeron:  

S. —«¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.»  

C. Y levantándose toda la asamblea, lo llevaron a presencia de Pilato.

C. Y se pusieron a acusarlo, diciendo:  

S. —«Hemos encontrado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey.»  

C. Pilato le preguntó:  

S. —«¿Eres tú el rey de los judíos?»  

C. Él le responde:  

+ —«Tú lo dices.»  

C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:  

S. —«No encuentro ninguna culpa en este hombre.»  

C. Pero ellos insistían con más fuerza, diciendo:  

S. —«Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde que comenzó en Galilea hasta llegar aquí.»  

C. Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre era galileo; y, al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, que estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días, se lo remitió.  

C. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento, pues hacía bastante tiempo que deseaba verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hacía muchas preguntas con abundante verborrea; pero él no le contestó nada.  

Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco. 

Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio y, después de burlarse de él, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos entre sí Herodes y Pilato, porque antes estaban enemistados entre sí. 

C. Pilato, después de convocar a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, les dijo:  

S. —«Me habéis traído a este hombre como agitador del pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas de que lo acusáis; pero tampoco Herodes, porque nos lo ha devuelto: ya veis que no ha hecho nada digno de muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré.»  

C. Ellos vociferaron en masa:  

S. —«¡Quita de en medio a ese! Suéltanos a Barrabás.»  

C. Este había sido metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.

     Pilato volvió a dirigirles la palabra queriendo soltar a Jesús, pero ellos seguían gritando:  

S. —«¡Crucifícalo, crucifícalo!»  

C. Por tercera vez les dijo:  

S. —«Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ninguna culpa que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.»  

C. Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo su griterío.  

Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían: soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad.  

C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.  

Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él.  

Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:  

+ —«Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que vienen días en los que dirán: "Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado." Entonces empezarán a decirles a los montes: "Caed sobre nosotros", y a las colinas: "Cubridnos"; porque, si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el seco?»  

C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.

C. Y, cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.  

Jesús decía:  

+ —«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»  

C. Hicieron lotes con sus ropas, y los echaron a suerte.  

C. El pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían muecas, diciendo:  

S. —«A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.»  

C. Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:  

S. —«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.»  

C. Había también por encima de él un letrero: «Éste es el rey de los judíos.»  

C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:  

S. —«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»  

C. Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:

S. —«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo.»  

C. Y decía:  

S. —«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.»  

C. Jesús le dijo:  

+ —«En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso.»  

C. Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:  

+ —«Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.» 

C. Y, dicho esto, expiró.  

Todos se arrodillan, y se hace una pausa  

C. El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios, diciendo:  

S. —«Realmente, este hombre era justo.»  

C. Toda la muchedumbre que había concurrido a este espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía dándose golpes de pecho.  

Todos sus conocidos y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo todo esto.  

C. Había un hombre, llamado José, que era miembro del Sanedrín, hombre bueno y justo (este no había dado su asentimiento ni a la decisión ni a la actuación de ellos); era natural de Arimatea, ciudad de los judíos, y aguardaba el reino de Dios. Éste acudió a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde nadie había sido puesto todavía.  

Era el día de la Preparación y estaba para empezar el sábado. 

Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea lo siguieron, y vieron el sepulcro y cómo había sido colocado su cuerpo. Al regresar, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron de acuerdo con el precepto.  

            PALABRA DEL SEÑOR


PASION DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO.  (Breve)

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22, 1423,  56


C. En aquel tiempo, los ancianos del pueblo, con los jefes de los sacerdotes y los escribas llevaron a Jesús a presencia de Pilato.

C. Y se pusieron a acusarlo, diciendo:  

S. —«Hemos encontrado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey.»  

C. Pilato le preguntó:  

S. —«¿Eres tú el rey de los judíos?»  

C. Él le responde:  

+ —«Tú lo dices.»  

C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:  

S. —«No encuentro ninguna culpa en este hombre.»  

C. Pero ellos insistían con más fuerza, diciendo:  

S. —«Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde que comenzó en Galilea hasta llegar aquí.»  

C. Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre era galileo; y, al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, que estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días, se lo remitió.  

C. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento, pues hacía bastante tiempo que deseaba verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hacía muchas preguntas con abundante verborrea; pero él no le contestó nada.  

Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco. 

Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio y después de burlarse de él, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos entre sí Herodes y Pilato, porque antes estaban enemistados entre sí. 

C. Pilato, después de convocar a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, les dijo:  

S. —«Me habéis traído a este hombre como agitador del pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas de que lo acusáis; pero tampoco Herodes, porque nos lo ha devuelto: ya veis que no ha hecho nada digno de muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré.»  

C. Ellos vociferaron en masa:  

S. —«¡Quita de en medio a ese! Suéltanos a Barrabás.»  

C. Este había sido metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.

Pilato volvió a dirigirles la palabra queriendo soltar a Jesús, pero ellos seguían gritando:  

S. —«¡Crucifícalo, crucifícalo!»  

C. Por tercera vez les dijo:  

S. —«Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ninguna culpa que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.»  

C. Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo su griterío.  

Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían: soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad.  

C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.  

Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él.  

Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:  

+ —«Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que vienen días en los que dirán: "Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado." Entonces empezarán a decirles a los montes: "Caed sobre nosotros", y a las colinas: "Cubridnos"; porque, si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el seco?»  

C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.

C. Y, cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.  

Jesús decía:  

+ —«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»  

C. Hicieron lotes con sus ropas, y los echaron a suerte.  

C. El pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían muecas, diciendo:  

S. —«A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.»  

C. Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:  

S. —«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.»  

C. Había también por encima de él un letrero: «Éste es el rey de los judíos.»  

C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:  

S. —«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»  

C. Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:

S. —«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo.»  

C. Y decía:  

S. —«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.»  

C. Jesús le dijo:  

+ —«En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso.»  

C. Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:  

+ —«Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.» 

C. Y, dicho esto, expiró.  

Todos se arrodillan, y se hace una pausa  

C. El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios, diciendo:  

S. —«Realmente, este hombre era justo.»  

C. Toda la muchedumbre que había concurrido a este espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía dándose golpes de pecho.  

Todos sus conocidos y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo todo esto.  

                   PALABRA DEL SEÑOR


HOMILÍA.


CREDO. 


ORACIÓN DE LOS FIELES.


LITURGIA EUCARÍSTICA


OFERTORIO.

Canto: 

Te ofrecemos, Señor, este pan y este vino, que en tu cuerpo y tu sangre quedarán convertidos.


Con el vino y el pan, te ofrecemos el fruto de nuestro trabajo, la ilusión de vivir, el placer y el dolor, la alegría y el llanto.


ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS.


PREFACIO Y SANTO.


PLEGARIA EUCARÍSTICA.


RITO DE LA COMUNIÓN


PADRE NUESTRO.


RITO DE LA PAZ.


CORDERO DE DIOS.


COMUNIÓN.

Canto: 

Antes de ser llevado a la muerte, viendo Jesús su hora llegar, manifestó su amor a los hombres como no hiciera nadie jamás.


Toma en sus manos pan y les dice: “Esto es mi cuerpo, todos comed”.  Y levantó la copa de vino: “Esta es mi sangre que os doy a beber”.


Cuerpo bendito, que se reparte por mil caminos, hecho manjar; buscas a todos para sanarlos, tú le devuelves al hombre la paz.


“El que se precie de ser amigo, siga mi ejemplo, viva mi amor, salga al encuentro de mis hermanos, dando la vida lo mismo que yo”.


Cuerpo de Cristo, Cuerpo entregado, muerto en la Cruz por nuestra maldad, grano de trigo resucitado, germen de vida de la Humanidad.


ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN.


No me mueve, mi Dios, para quererte 

el cielo que me tienes prometido; 

ni me mueve el infierno tan temido 

para dejar por eso de ofenderte.


Tú me mueves, Señor; muéveme el verte 

clavado en una cruz y escarnecido; 

muéveme el ver tu cuerpo tan herido; 

muévenme tus afrentas y tu muerte.


Muéveme, al fin, tu amor, y en tal manera 

que, aunque no hubiera cielo, yo te amara, 

y, aunque no hubiera infierno, te temiera.


No me tienes que dar porque te quiera; 

pues, aunque lo que espero no esperara, 

lo mismo que te quiero te quisiera. Amén.


ORACIÓN.


RITO DE CONCLUSIÓN.


BENDICIÓN Y DESPEDIDA.

Canto. 

¡Victoria! ¡Tú reinarás! ¡Oh cruz! ¡Tú nos salvarás! 


La gloria por los siglos, a Cristo, libertador.  Su cruz nos lleve al cielo, la tierra de promisión.


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