Reflexión del Evangelio
¿Os habéis fijado en las palabras del Evangelio que dicen Pedro, Santiago y Juan? Seguro que las hemos dicho nosotros más de una vez: «qué bien estamos aquí…».Lo de “las tiendas” no sé si lo diríamos, pero sí más de una vez en tantos encuentros posteriores… habremos dicho «te acuerdas cuando… qué bien estuvo aquello, lo que nos gustó…».
¿Pero lo decimos después de una celebración que nos acerca a Jesús… a nuestro Señor?
El caso es que cuando nos invitan a “algo religioso”, una excusa que con frecuencia está en la boca de todos es la de «Cuánto me gustaría, pero no puedo…lo siento, pero estoy muy ocupado últimamente…».Ni siquiera Dios se libra de escucharla como respuesta a sus llamadas. Vivimos con prisas, sin tiempo, aprisionados por los lazos de las ocupaciones sin cuento. Y eso que nos habíamos comprometido y obligado a hacer o a asistir a algo religioso en la Cuaresma… pero…
Pues Dios viene hoy a apretarnos en ese punto “que nos duele”. Y nos pide un cierto replanteamiento de vida… o mejor… a dar un paso en nuestra Cuaresma y nos lo pide ante Jesús...
A Abrahán le dice: “sal de tu tierra…” y como a Abrahán nos pide mirar un poco más arriba, buscar los horizontes más altos… ¿qué hubiese pasado si Abrahán le hubiese respondido como con frecuencia lo hacemos nosotros?
¡Hay tanta belleza de la que poder gozar en esos horizontes de la vida si sabemos descubrirlos…! Dios, misterio insondable, que se nos manifiesta en Jesús… Pero todo eso es el comienzo, porque Dios le dice: ”así será tu descendencia”. Es que Dios nos llama, si nos fiamos de él, a horizontes más grandes. “Los ideales son como las estrellas, nunca las alcanzas, pero iluminan el camino”.
Cuántas maravillas esperan a los que aguardan, despegándose del suelo, y aprenden a mirar más alto… (a los discípulos en un momento les dirá “rema mar adentro… no tengas miedo” Lc 5,4 [5ºC T.O.]).
Son como las maravillas reveladas en el Tabor a los apóstoles elegidos… ¿seríamos nosotros elegidos por Jesús, como Pedro, Santiago y Juan…? Pues sí,hoy, nosotros somos esos elegidos…
Pero esa situación se presenta con dos detalles:
-“mientras oraba”se oye una voz: “este es mi hijo, el elegido, escuchadle…”
-los personajes, “Moisés y Elías, hablaban de su muerte que se iba a consumar en Jerusalén”.
Todos los cristianos estamos llamados a vivir esa entrega de Jesús. San Pablo nos lo ha recordado en la 2ª lectura: “debemos vivir como ciudadanos del cielo donde aguardamos un Salvador, Jesucristo, que transformará nuestra condición humilde según su condición gloriosa” y ello supone la renuncia, la muerte de actitudes negativas… en definitiva, de pecado que hay en nosotros.
¿Y mientras… qué hacer? Pues hay que bajar de tantas situaciones gozosas y gustosas, a la realidad de la vida… que es lo que Jesús pide a sus amigos… del “qué bien estamos aquí…” a “escuchar las palabras de Jesús mientras oramos”.
Y no lo olvidemos… Jesús, cuenta con nosotros, tenemos tiempo, busquemos tiempo…
Y debe comenzar por cada uno de nosotros ese “bajar del Tabor”, que es como “bajar de la higuera de Zaqueo”, hay que pasar por la muerte para llegar a la resurrección. Y es lo viviremos en estos días de Cuaresma, Semana Santa y Pascua.
Porque al final todo “lo de esa visión desaparece”. Y queda “Jesús solo”.
La historia del cristianismo es la demostración más patente de lo difícil que es asumir y aceptar que “sólo Jesús basta”.
Hay gente que le da más importancia en su vida a la ley, al lugar santo (el templo), al culto religioso, a las imágenes, a personas religiosas, a tal o cual representación de Dios... Pero no acabamos de aceptar que lo determinante es que sea Jesús, la luz y el motor de nuestra vida.
Con parecidas palabras decía Santa Teresa de Jesús: “Solo Dios basta”.
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