15 marzo 2022

Comentario III Domingo Cuarsma

 DOMINGO TERCERO DE CUARESMA (Lc.13,1-9).

Pedro Heredia Martínez


“El Dios en quien yo creo, no nos manda el problema, sino la fuerza para sobrellevarlo” (Harold Samuel Kushner).

1.- La verdad es que muchas veces hemos escuchado, aún a personas aparentemente muy religiosas que están pasando por momentos difíciles, decir palabras como estas:
“Pues yo se lo digo a Dios de verdad: Para que esté sufriendo como fulanito (a), mejor que me quite la vida.”
- Creo que esta era la misma forma de pensar de aquellos que se acercaron a Jesús a preguntarle sobre la matanza que realizaron los romanos a unos galileos en el Templo de Jerusalén o de aquellas dieciocho personas que murieron al caer la torre de Siloé.
- Es la cuestión de siempre: Ante las desgracias que nos ocurren parece que lo más espontáneo que nos viene a la cabeza, es echarle la culpa a Dios, como si a nuestro Dios, el Dios de Jesús en el que creemos, le encantara hacernos sufrir y se pareciera a Drácula, el vampiro más famoso de la novela del escritor irlandés Bram Stoker.
Con razón decía el escritor austríaco judío MARTÍN BUBER que “la palabra Dios es la más vilipendiada de las palabras humanas.”
- Esta manera de reaccionar ante las desgracias nuestras o de los demás no es propia de la gente sencilla y humilde, he sentido también a algún cardenal diciendo en público ante desgracias muy lamentables que ocasionaron muchas muertes:
“Esto ha sido castigo de Dios.”
- Esta manera de hablar de Dios como el que se goza mandando el mal para hacer sufrir a la gente, unas veces por castigo, otras veces para probarlos y otras porque los ama o no se sabe por qué, no es el Dios que nos reveló Jesús.
ANTHONY DE MELLO cuenta que, terminada la segunda guerra mundial, una señora le comentaba a otra:
“Durante los bombardeos Dios ha sido muy bueno con nosotros, rezábamos sin parar… ¡Y todas las bombas caían en la otra parte de la ciudad!”
- Así pensaban los que se acercaron a Jesús, como nos narra el evangelio de hoy (Lc.13,1-9), y así seguimos pensando en el siglo veintiuno.
+ Este Dios sigue muy vivo en nuestros hogares y, sobre todo, en nuestros hospitales donde permanentemente está presente el mal, el dolor, las lágrimas y el sufrimiento de los hombres.
+ Este Dios no es el Dios de Jesús y así se lo dice a quienes se acercaron a él y así nos lo grita también hoy a nosotros.
Como decía el célebre rabino estadounidense HAROLD SAMUEL KUSNHER en uno de sus libros más vendidos “el problema del mal”:
“El Dios en quien yo creo, no nos manda el problema, sino la fuerza para sobrellevarlo.”
+ Dios no es como nosotros que no descansamos hasta que nos paguen todo el daño que nos han hecho. Dios no es vengativo.
+ Dios es, como dice la primera lectura:
“El que es... El Dios de Abrahán, Isaac y Jacob” (Ex.3,14-15).
Es decir, el Dios que se hace historia con nuestra historia, el Dios que camina con su pueblo, el Dios que ríe y llora con su pueblo, el Dios que libera (Ex.3,8).
+ Dios no es un verdugo de los hombres, que todo se lo guarda para cobrárselo más tarde o más temprano; Dios no nos “espera en la bajadita” para vengarse de nadie.
Con razón decía ANTHONY DE MELLO:
“El Dios que comercia con el terror es un matón, y doblegar la rodilla ante él es de cobardes, no de devotos”.
Y el TEÓLOGO español TORRES QUEIRUGA dice:
“El día en que ante el sufrimiento de la enfermedad o de la dureza de la vida, nuestra sensibilidad espontánea no reaccione diciendo: “Señor, ¿por qué me mandas esto?... ¿Qué mal te he hecho?”; sino más bien: “Señor, sé que esto te duele como a mí y más que a mí; sé que tú me acompañas y me apoyas, aunque no te sienta...” Ese día el Dios de Jesús recuperará para nosotros su verdadero rostro. A lo mejor ese día comprenderemos también una de las mejores definiciones que se han dado de Dios: el gran compañero que sufre con nosotros y nos comprende.”
Dios no es vengativo; DIOS SIEMPRE ES AMOR.
Como cantaba a Dios JOAQUIN ARAMBURU:
“Dios es amor, verdad inconfundible.
Dios es amor. Y es tal su inmensidad,
que ante su amor no existe el imposible,
y al pecador le ofrece eterna paz.

Indigno soy que él en mí pensara.
Yo sé que no merezco su perdón.
Más con su amor me limpia y fiel me ampara.
Su gracia tengo cual precioso don.”

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