Monición de entrada:
Hoy en la liturgia Cristo nos llama a una radical revisión de vida. El cristiano debe bendecir a los que le odian y perdonar a los que le ofenden. Por nuestro bautismo hemos nacido para el cielo y debemos ser como Cristo. Celebremos nuestra vida en Cristo en esta eucaristía. De pie, para que iniciemos nuestra celebración con el cántico de entrada.
Primera lectura: I Samuel 26, 2.7-9-12.13.22-23 (David perdona la vida al rey Saúl)
El Rey Saúl tenía celo de David. Por eso intentaba matarlo. Pero cuando David, con ocasión de una expedición, tuvo cerca a Saúl, no recurrió a la espada. Saúl era para Él, "el ungido del Señor". Escuchemos.
Segunda lectura: I Corintios 15, 45-49 (Seremos también imagen del hombre celestial)
San Pablo nos presenta una comparación entre Adam y Cristo. Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial.
Tercera lectura: Lc. 6, 27-38 (Amen a sus enemigos; así serán hijos de Dios)
Escuchemos, según san Lucas, las disposiciones que Cristo exige para ser su discípulo: amor radical y entrega al servicio de todos y en todo tiempo. De pie por favor, para cantar el Aleluya, antes de la proclamación evangélica de hoy.
Oración Universal:
- Para que la Iglesia, comunidad de creyentes, denuncie el pecado del mundo, con el ejemplo elocuente de la santidad de vida, roguemos al Señor.
- Para que la sociedad evite el contagio del mal, que la corrompe, y se sienta estimulada en la búsqueda del bien, roguemos al Señor.
- Para que cuantos ejercen la noble tarea de criticar y corregir a los demás sean justos y comprensivos en sus apreciaciones, roguemos al Señor.
- Para que no caigamos en la hipocresía que Cristo denuncia en el evangelio, y aceptemos la corrección de los demás, roguemos al Señor.
Exhortación Final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 521)
Señor Dios Padre, que eres bueno y compasivo con tus hijos,
haznos semejantes a ti para que reflejemos tu amor a todos.
Nos cuesta mucho hacer el bien a quien nos quiere mal,
perdonar a quien nos ofende y olvidar agravios pasados.
Sin embargo, Cristo obró así, proponiéndonos su ejemplo.
Escucha, Señor, los gemidos de los oprimidos y humillados,
cambia el corazón de los poderosos para que sean justos,
y suscita muchos testigos de la no-violencia activa del amor.
Ayúdanos, Señor, a construir el mundo nuevo que tú quieres,
en donde no sean el rencor, el odio y la venganza fratricida,
sino el amor y el perdón, quienes tengan la última palabra.
Amén.
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