27 febrero 2022

MIÉRCOLES DE CENIZA, MIÉRCOLES DE CONVERSIÓN: miércoles 2 de marzo

 

MIÉRCOLES DE CENIZA, MIÉRCOLES DE CONVERSIÓN

Del “acuérdate, hombre, de que eres polvo y en polvo te convertirás” al “conviértete y cree en el evangelio” hay mucha distancia teológica y pastoral. Durante siglos, el miércoles de ceniza y el comienzo de la cuaresma era un día señalado por la Iglesia para arrepentirnos de nuestros pecados y confesarnos, pensando, sobre todo, en el día de la muerte y la salvación eterna. Hoy día, la Iglesia quiere que en este día hagamos, sobre todo, un propósito de conversión y de ser fieles al evangelio de Jesús mediante una verdadera conversión del corazón. Así debemos entender las lecturas de este día.

1.- Rasgad los corazones y no las vestiduras; convertíos al Señor. La palabra “corazón” significa, en el contexto de esta primera lectura del profeta Joel, el centro de la persona, de donde dimanan las buenas y las malas acciones. Rasgar los corazones es purificarlos de las malas intenciones y de los malos deseos, es purificar la voluntad para que siempre quiera lo que Dios quiere. Rasgar las vestiduras es sólo un gesto externo, que sólo tiene valor ante Dios cuando es expresión de una voluntad de conversión. Rasgar el corazón tiene mucho que ver con el amor. El amor nos lleva y nos empuja, es realmente el que debe dirigir nuestra vida.

Nuestro corazón puede estar lleno de pequeños o grandes amores que nos inclinan, nos giran, en dirección contraria a Dios. En estos casos, convertirse es, fundamentalmente, convertir el corazón, convertir el corazón a un verdadero amor a Cristo y a su evangelio. Convertir nuestro corazón a Dios es girar nuestro corazón hacia Dios, cuando hay amores intermedios que lo desorientan y lo hacen girar en dirección contraria. Por eso, convertir el corazón es rasgar el corazón, porque nuestros desamores y malos amores lo tienen orientado en una mala dirección. Toda auténtica conversión supone rasgadura del corazón, aunque, afortunadamente, cuando de auténtica conversión se trata, la rasgadura del corazón añade al dolor inicial un posterior y gran gozo. El dolor inicial de la rasgadura es algo inevitable. La cuaresma es tiempo de penitencia, de rasgar el corazón, pero con la vista puesta en la Pascua, que es un tiempo de gozo. El inicial dolor de la penitencia cuaresmal se convertirá, en la pascua, en auténtica alegría y gozo.

2..- Cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha. La limosna sólo es moneda religiosamente válida, cuando va bien envuelta en papel de humildad. Para el que la recibe, la limosna puede tener solamente un valor pecuniario, pero para el que la da, la limosna debe tener siempre un valor religioso y espiritual. Cuando nuestra limosna sale de nuestras manos motivada por la vanidad, o por otras intenciones menos buenas, entonces la limosna no nos purifica, ni nos convierte. Dicen los sociólogos que para conocer la auténtica bondad de una persona, lo mejor es meterle la mano en el bolsillo. Es más fácil orar que dar limosna. Dar limosna, en sentido religioso, es dar al necesitado un dinero que considero bueno para mí, pero del que me desprendo por amor al otro. No debemos buscar ninguna rentabilidad personal en la limosna: doy por amor a otro algo que amo para mí. Y lo doy sin buscar ninguna contrapartida a cambio. La verdadera limosna siempre debe ser fruto de nuestro amor al prójimo.

3.- Misericordia; señor, hemos pecado. Comencemos la cuaresma, reconociéndonos pecadores y sabiendo que nuestro Dios es compasivo y misericordioso. Así lo repetimos hoy en el salmo responsorial. El pecado nunca debe producir en nosotros desánimo, sino propósito de conversión. A un corazón humillado y arrepentido no lo desprecia el Señor. La cuaresma es tiempo penitencial; la mejor penitencia es aquella que mejor nos prepare y nos disponga para la conversión, que mejor purifique nuestro corazón. Por eso, terminemos rezando con el salmo: "Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme".

 

Gabriel González del Estal

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