Por Gabriel González del Estal
Jesucristo era un hombre real y verdadero; por eso no sólo no debemos extrañarnos de que tuviera tentaciones, sino que no hubiera sido hombre real si no las hubiera tenido. Todos nosotros tendremos tentaciones a lo largo de toda nuestra vida y, como verdaderos discípulos de Cristo, tenemos la obligación de luchar contra ellas y, con la gracia de Dios, vencerlas. En este primer domingo de cuaresma debemos hacer el propósito de luchar con humildad y con gran fortaleza contra las tentaciones de poseer injustamente cosas materiales, contra la vanidad que nos impulse a dominar a los demás y a ponerlos a nuestro servicio, en lugar de ser servidores de los demás, contra el querer usar a Dios y querer que se ponga a nuestro servicio, en lugar de poner nosotros toda nuestra vida al servicio del evangelio, contra todas las tentaciones que el cuerpo nos pondrá todos los días contra el espíritu. No es malo tener tentaciones, lo malo es dejarnos vencer por ellas. Que el ejemplo de Cristo nos anime, durante esta cuaresma, a luchar contra las tentaciones.
1.- El Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo.También para nosotros la vida es, en muchos momentos, un desierto, cuando no vemos a nuestro lado a nadie que esté dispuesto a echarnos una mano, y cuando nuestro presente y nuestro futuro se presentan llenos de nieblas y oscuridades. Las tentaciones están dentro de nosotros mismos y a nuestro alrededor. Nos levantamos cargados de sueño y debilidades, nos pasamos el día evitando escollos y dificultades y llegamos a la noche sin saber a ciencia cierta cómo amaneceremos el día de mañana. Tentaciones físicas, tentaciones psicológicas, económicas y sociales. Es verdad que no todos los días son así, pero también es verdad que son muchos los días y los tiempos en los que las cosas no marchan como nosotros quisiéramos que marcharan. Si miramos dentro de nosotros mismos, en lo más profundo de nuestro ser, encontramos debilidades e incertidumbres que no nos permiten creernos tan buenos como nos ven nuestros mejores amigos; si miramos a nuestro alrededor vemos corrupción política, desigualdades económicas insoportables, ambición y egoísmos a troche y moche. ¿Merece la pena seguir y seguir luchando para ayudar al mundo a ser un poco mejor, o es preferible escuchar al diablo, y dedicarnos a comer y a beber, a mandar y a dominar, a buscar el aplauso fácil y el acomodo personal y social? Son muchas las tentaciones nuestras de cada día, si vivimos atentos a nosotros mismos y a los demás. El diablo y los muchos demonios interiores y exteriores que pueblan nuestro espacio vital nos tientan a todas horas. ¿Qué hacer? Imitemos a Jesús y mandemos al diablo a hacer puñetas, porque sólo a Dios hay que adorar y a él solo debemos darle culto.
2.- Lo pondrás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del Señor, tu Dios.Moisés y todos los profetas exhortaban continuamente al pueblo hebreo a ser un pueblo agradecido a Dios, porque a Dios debía todo lo que era y tenía. La vida y la tierra en la que ahora vivían eran un regalo del Dios que les había librado de la esclavitud de Egipto y les había guiado a través del desierto hasta la tierra prometida. Por eso dar a Dios los diezmos y primicias de los frutos del suelo que el Señor les había dado, era un precepto sagrado para todo buen israelita. También a nosotros los cristianos, Cristo y todos los santos nos han recomendado siempre ser personas agradecidas a Dios y dedicarle a él lo mejor de nosotros mismos. ¡Todo es gracia!, nos han dicho los santos y, puesto que todo es gracia, nosotros debemos ser siempre personas agradecidas. Agradecidas directamente a Dios y agradecidas a todas las personas que, en nombre de Dios, nos han ayudado muchas veces en nuestra vida. Vivir como personas agradecidas a Dios y al prójimo que nos ha ayudado es una actitud cristiana encomiable. Debemos hacerlo no sólo de palabra y pensamiento, sino también de obra, aunque para hacerlo tengamos que renunciar alguna vez a algún capricho o gasto innecesario. La tentación del egoísmo es siempre una tentación diabólica.
3.- La Escritura dice: “la palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón”. Se refiera a la palabra de fe que os anunciamos. San Pablo les dice a los primeros cristianos de Roma que Jesús es el único Señor, tanto para los judíos como para los griegos. En la Sinagoga judía sólo podían entrar los judíos, pero, a partir de la muerte y resurrección de Cristo, ya no hay distinción entre judíos y griegos, porque Jesucristo es el único Salvador del mundo. Esta universalidad de la fe cristiana que predicaba Pablo es algo que debemos predicar también hoy nosotros, los cristianos. Nadie está excluido de la salvación, porque Cristo vivió, murió y resucitó para salvarnos a todos. Por eso nuestra Iglesia es una Iglesia católica, es decir, universal. La tentación del exclusivismo político y religioso pudo ser una tentación judía, pero nunca debe ser una tentación cristiana.
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