Con el gesto de la imposición de ceniza comenzamos el tiempo de Cuaresma, un tiempo que nos llevará, a lo largo de cuarenta días, hasta la celebración central del año litúrgico, la celebración del Misterio Pascual de Cristo. El signo de la ceniza nos recuerda la penitencia, pues la Cuaresma es un tiempo penitencial, un tiempo de renovación interior. Hoy, al inicio de este camino, la Liturgia de la Palabra es una proclamación del ayuno y una invitación a la penitencia en el comienzo de este tiempo de conversión y de vuelta hacia el Señor, y nos muestra cuáles han de ser nuestras actitudes al andar este camino.
1. “Rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos”. El profeta Joel hace una invitación vibrante a la conversión y a volver de nuevo al Señor. Esta conversión a la que nos llama el profeta ha de ser de corazón. No valen sólo las palabras ni los buenos propósitos. Tampoco valen las penitencias superficiales. El Señor quiere que cambiemos nuestro corazón, todo nuestro ser. Por eso, ya no sirven de nada los gestos externos como el rasgarse las vestiduras, un gesto muy común entre los judíos. Dios desea que rasguemos nuestro corazón, que nos arrepintamos de nuestros pecados, que dejemos atrás todo aquello que no agrada a Dios y que volvamos a Él de nuevo con un corazón contrito y humillado. Y el profeta también nos indica cuál es el fundamento de esta llamada a la conversión: porque el Señor es “un Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor, que se arrepiente del castigo”. La Cuaresma, por tanto, es tiempo de cambiar el corazón, no sólo con prácticas externas sino con una auténtica conversión.
2. “En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios”. También san Pablo, en la segunda lectura, nos invita a la conversión. Pero esta llamada de san Pablo es más sugestiva, más cariñosa. Pablo se presenta como enviado de Cristo, de modo que sus palabras son como una exhortación del mismo Dios. Por eso se atreve a hablar en nombre del mismo Cristo cuando exhorta a sus lectores a que se reconcilien con Dios. No podemos estar enemistados con Dios, pues Él mismo nos ofrece la reconciliación a través de Cristo. Invita san Pablo a no echar en saco roto esta gracia abundante que Dios nos da. La Cuaresma que hoy iniciamos es el tiempo favorable. No debemos dejar perder la oportunidad que Dios nos ofrece en este tiempo precioso de conversión. Dios desea derramar sobre nosotros su gracia. Pero para ello hemos de estar atentos y vivir esta Cuaresma como un tiempo único, una oportunidad preciosa para volver de nuevo al Señor.
3. Limosna, oración y ayuno. Para que podamos aprovechar bien este tiempo de Cuaresma, para no dejar caer en saco roto la gracia que Dios desborda en nosotros durante este tiempo, la Iglesia nos ofrece tres medios de los que ya habla Jesús en el Evangelio que escuchamos hoy. La limosna, la oración y el ayuno, cuando los vivimos debidamente, son instrumentos que nos ayudan a acercarnos más a Dios, a vaciarnos un poco de nosotros mismos para que podamos escucharle a Él, para que podamos estar cerca de Él. La limosna, que no es sólo dar a un pobre algo de dinero que nos sobra, sino que es dar de lo nuestro, darnos a nosotros mismos, nos ayuda a desprendernos de tantas cosas que obstaculizan nuestro comino hacia Dios. La oración, que no es sólo repetir unas frases que nos hemos aprendido de memoria, sino que es el trato frecuente de amistad con el Señor, escucharle y hablar con Él, nos ayuda a abrir nuestros oídos a la Palabra, conocer más de cerca el Misterio de Dios, entrar en diálogo con el Señor. Y finalmente el ayuno, que no es sólo comer menos, como si se tratase de una dieta para adelgazar, sino que es privarnos de tantas cosas que nos distraen, nos ayuda a buscar sólo lo que es necesario, es decir, nos ayuda a poner nuestra total confianza sólo en Dios. Estos medios, vividos no por sentirnos bien con nosotros mismos ni para que los demás nos aplaudan, sino vividos en el silencio donde sólo Dios nuestro Padre nos ve, nos acercarán más al Señor y nos devolverán la amistad con Él que hemos perdido a causa de nuestro pecado. Y así, como dice el Papa Francisco en el mensaje para la Cuaresma de este años, podremos volver a encontrar la alegría del proyecto que Dios ha puesto en la creación y en nuestro corazón, es decir amarle, amar a nuestros hermanos y al mundo entero, y encontrar en este amor la verdadera felicidad.
Ahora a continuación vamos a recibir la imposición de la ceniza sobre nuestras cabezas. Que este gesto no se quede en un gesto vacío, si tampoco en un gesto supersticioso a través del cual buscamos una recompensa mágica. Que sea en verdad una muestra de nuestra disposición a comenzar el camino de la Cuaresma. Es tiempo favorable para reconciliarnos con Dios. Él nos llama a la conversión. Que esta Cuaresma no sea una más en nuestra vida, sino que sea una oportunidad para acercarnos todavía más al Señor, que es compasivo y misericordioso, y está deseando darnos su amor desde la cruz de su Hijo Jesucristo, como celebraremos dentro de cuarenta días en la Pascua.
Francisco Javier Colomina Campos
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