22 febrero 2022

Comentario bíblico (5): Domingo 27 de febrero

 DOMINGO 8º DEL T. ORDINARIO /C

AVISOS Y CRITERIOS

“El fruto revela el cultivo del árbol; así la palabra revela el corazón de la persona. No elogies a nadie antes de oírlo hablar, porque ahí es donde se prueba una persona” (Eclo 27,6-7). Hay que reconocer que tenía razón el Sirácida al recordar esa observación sobre los árboles y al ofrecer ese atinado consejo.

En todas las lenguas se enuentran numerosos refranes que nos invitan a ser prudentes al hablar y también a prestar una cuidadosa atención a las palabras ajenas. Lo que decimos revela a los demás nuestros recuerdos del pasado, nuestros sentimientos actuales y nuestros proyectos para el futuro.

La imagen del árbol reaparece en el salmo responsorial con el que se canta que “el justo crecerá como palmera y se alzará como cedro del Líbano; aun en la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso” (Sal 91,13-15).

El Señor no dejará sin recompensa la fatiga y la fidelidad de quien conserva con firmeza la fe y trabaja por el Señor (1 Cor 15,57-58).

TRES PREGUNTAS

El evangelio de hoy recoge tres preguntas que el texto de San Lucas sitúa todavía en el marco del “sermón de la llanura” (Lc 6,39-45). En realidad son unos criterios de conducta, válidos también hoy para creyentes y no creyentes.

• “¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?”. Seguramente en las primeras comunidades surgían personas que se prestaban a orientar a los hermaos, aun sin tener conocimientos de la fe o, peor aún, observando una conducta inadecuada.

• “¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?”. En toda comunidad aparecen con frecuencia críticos apasionados de los defectos de los demás que ignoran tranquilamene su propios fallos.

• “¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo’, no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo?”. La corrección fraterna es una de las obras de misericordia. Pero exige tanta coherencia de vida como caridad hacia el hermano.


EL CORAZÓN Y LA PALABRA


Tras una breve “parábola” sobre el árbol bueno que produce buenos frutos, Jesús ofrece un criterio de discernimiento sobre las personas:

• “De lo que rebosa el corazón habla la boca”. Esa frase nos recuerda la actuación del mismo Jesús. Sus palabras y sus gestos mostraban la conciencia que él tenía de sí mismo. Y revelan la riqueza de su espíritu, su cercanía, su compasión y su ternura.

• “De lo que rebosa el corazón habla la boca”. Además, esa frase ofrece una clave para juzgar a una comunidad de personas. Al hablar, no solo refieren los hechos que han visto u oído. Nos están manifestando también los intereses y prioriddes que las mueven

• “De lo que rebosa el corazón habla la boca”. Y, finalmente, esa frase señala un ideal ético para cada uno de nosotros. Lo que decimos manifiesta nuestros valores. No solo nos compromete ante los demás, sino que nos exige examinar nuestra conciencia.

- Señor Jesís, te agradecemos los criterios de conducta que has ofrecido a la comunidad cristiana. Que tu palabra nos ayude a vivir siempre en la verdad y en la coherencia. Amén

LA BRIZNA Y LA VIGA

“¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano

y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? (Lc 6,41)

Señor Jesús, hoy es frecuente oír que se han perdido todos los criterios de la moralidad. Y que ya no es posible determinar qué comportamientos son buenos y cuáles otros son malos. Sin embargo, nunca ha habido tantos maestros que pretenden guiarnos y orientar nuestra conducta por los senderos de lo políticamente correcto.

José Román Flecha

Hoy no se nos enseña solamente lo que se puede hacer o no hacer. Se nos dicta cada día lo que podemos decir o no decir. Y aun lo que debemos pensar y lo que por nada de este mundo podemos atrevernos a pensar.

Tú nos dijiste alguna vez que en toda comunidad siempre habría “guías ciegos”, que tendrían la osadía de ofrecerse a guiar a otros ciegos, con el riesgo más que seguro de caer ambos en la fosa.

Pero hoy no quiero caer en la rutina de quejarme de ellos, porque cada vez con más frecuencia me veo yo también interpelado por tu acusación. No siempre cuento con la luz suficiente para orientar a los demás por el camino que les es propio.

Además, yo sé que corregir al que se equivoca es una preciosa y difícil obra de misericordia. Tú advertirse a algún profeta que sería culpable del mal de su hermano si no se atrevía a corregirlo.

A veces, yo peco de cobardía porque la corrección de los hermanos exige una total limpieza. Creo que sin esa coherencia en mi comportamiento la corrección no sería creíble ni respetuosa.

Pero otras veces, peco por lo contrario. Mi arrogancia se manifiesta en ese celo con el que critico o denuncio los defectos que creo encontrar en mis hermanos, a pesar de que mi propia conducta no es correcta.

Con frecuencia estoy muy atento a algo tan pequeño como una mota o brizna, que molesta en sus ojos a un hermano, mientras que ignoro u olvido algo tan grande y pesado como lo que tú calificabas como una viga. Ten piedad de mí.

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