Cuando llegan estas fechas, por muy poco observadora que sea una persona, advertirá o notará que algo va a suceder: algo distinto, algo diferente. Las calles de casi todo el mundo se adornan, luces multicolores parpadean por doquier, la publicidad es característica, las relaciones interpersonales y sociales adquieren un tono original. En resumen, se respira un ambiente distinto al resto del año, gestos, costumbres, tradiciones que son casi exclusivas de ésta época. Un nacimiento, un niño, un pesebre se hacen famosos.
Hoy litúrgicamente iniciamos un nuevo año y lo hacemos con el tiempo llamada “Adviento”, que dura cuatro semanas y en ellas nos preparamos a la Navidad. Adviento significa venida.
Distinguimos tres venidas: la primera en Belén, que tuvo lugar hace dos mil años, la segunda se refiere a la venida al final de los tiempos, que la describe el evangelio de hoy con estilo grandioso, con señales espectaculares y la tercera, que será a nuestro corazón, a nuestra vida; nacer en nuestra lucha diaria.
Al hablar del nacimiento de Jesús, hablamos del nacimiento más famoso, más importante de la Historia. No en vano, divide a la Historia humana en dos partes: antes de Cristo y después de Cristo. El hecho del nacimiento de Jesús me lleva o nos lleva a sacar a la luz el problema del envejecimiento de la población. Esta situación se ha convertido en uno de los principales desajustes de la sociedad actual y sobre todo lo será en el futuro. Exceptuando África, todos los demás Continentes acusan un aumento preocupante de personas ancianas con consecuencias profundas en todos los aspectos de la vida humana.
El nacimiento de Jesús, por otro lado, nos tiene que llevar a nacer a la esperanza, nacer a la ilusión, tenemos que convencernos de la fuerza que despliega la persona humana cuando enfoca sus energías a hacer el bien y evitar el mal. Cuándo la persona se motiva, desaparecen las dificultades.
Un ejemplo de esto lo observamos en los deportistas animados o desanimados. No parecen los mismos. San Pablo comenta estas reacciones en una de sus cartas.
El salmo de hoy se apoya en la metáfora del camino. El camino con destino al portal de Belén (dónde tenemos mucho que aprender).Camino que nosotros correremos a lo largo de las cuatro semanas que nos separan de la Navidad.
Recemos con el salmista:
“A ti, Señor, levanto mi alma.
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas,
haz que camine con lealtad.
El Señor es bueno y es recto
y enseña a los pecadores.
La senda del Señor son misericordia y lealtad”.
Jesús nació en Belén, estaría bien que en nosotros naciera el coraje contra el miedo, la acción contra el pasotismo, la solidaridad contra el individualismo, el encuentro contra la soledad.
Josetxu Canibe
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