28 octubre 2021

Reflexión: DOMINGO TREINTA Y UNO (Mc.12,28-34)

 Cuando una persona decide vivir su fe porque se ha dado cuenta que la necesita, lo primero que piensa en muchas ocasiones es en rezar más, en comprometerse a ir los domingo a misa, en acordarse más de Dios, en hacer ciertas prácticas religiosas, en ser más espiritual...

Difícilmente se nos ocurre pensar en AMAR MÁS.
Se nos olvida lo que Jesús nos dice en el Evangelio de hoy: “Nuestro Padre Dios nos juzgará sobre lo que hemos hecho del amor” (Mat.25,31-46).
Nos pasa como a aquel del cuento hindú titulado “Viaje al corazón”:
Se cuenta que un sufí, llamado Batasmí, se propuso ir en peregrinación a la Meca. Cuando iba a emprender el viaje, se encontró con un Maestro espiritual que le preguntó: “¿para qué quieres ir a la Meca y gastarte todo ese dinero en el viaje?”
El sufí le respondió: “Para ver a Dios”.
El Maestro le dijo: “Dame todo el dinero que vas a gastar en ese viaje”. Y el sufí se lo entregó.
“Ahora, le dijo el Maestro, da siete vueltas a mi alrededor, como lo hubieras hecho alrededor de la piedra sagrada de la Meca”.
El sufí Batasmí lo hizo y el Maestro, entonces le dijo: “Ya has conseguido lo que querías. Puedes regresar a tu casa tranquilo y sereno. Pero, eso sí, que sepas una cosa: desde que la Meca fue construida, ni un solo minuto ha morado Dios allí; pero desde que la persona humana fue creada, ni un solo instante ha dejado Dios de estar presente en ella. En vez de viajar a la Meca, viaja al corazón de cada persona humana.”
No es en los templos, ni en los sacrificios, ni en los rezos donde nos encontramos con Dios, ni donde tenemos que ir a amarle y adorarle. ES EN EL CORAZÓN DE CADA UNO DE LOS HOMBRES DONDE DIOS ESTÁ PRESENTE Y DONDE QUIERE SER AMADO (Mat.25,31-46). El templo es sólo la casa de quienes han descubierto que a Dios se le adora y ama en el hermano. El templo y los sacrificios no tienen sentido, cuando el amor está ausente.

2.- Nosotros estamos creando un mundo con signos evidentes de pobreza en el amor, que es lo mismo que un mundo en el que está ausente Dios:
Todos los días estamos siendo testigos de los rostros y palabras airadas de muchos de nuestros políticos y de los ultrajes y ofensas entre nosotros mismos y en nuestros mismos hogares. ¡AHÍ NO ESTÁ DIOS!
La miseria y el hambre de nuestros pueblos, el estado de los hospitales, las cárceles son signos de injusticia e inhumanidad. ¡AHÍ NO ESTÁ DIOS!.
Al otro, aunque sea familiar o amigo, fácilmente le consideramos como un objeto para alimentar nuestro ego. En nuestras relaciones con los demás está más presente el egoísmo que el amor. ¡AHÍ NO ESTÁ DIOS!
Nos falta ponerle corazón a la vida, a nuestra familia, a nuestra sociedad. Decía Erich Fromm: “La gente capaz de amar, en el sistema actual, constituye por fuerza la excepción; el amor es inevitablemente un fenómeno marginal en la sociedad contemporánea.”

3.- Somos hijos del amor, Del Dios-amor (IJn.4,16); por eso lo nuestro es AMAR al Padre que nos ama y a los hermanos: “Todo el que ama, ha nacido de Dios” (IJn.4,7). Nada tiene valor, si no está hecho con el corazón. NADA TIENE VALOR SIN LA PRESENCIA DEL AMOR.
En el mundo de la fe sólo hay una riqueza válida que está al alcance de todos: LA RIQUEZA DEL AMOR.
En el mundo de la fe quien no sabe amar, no puede creer.
Sólo hay una manera de amar a Dios: amando al hermano.
En esta vida lo único que nos puede hacer felices es el amor, amar y sentirnos amados. La riquezas nos pueden llenar de cosas, pero nos dejan el corazón vacío.
Al morir la única riqueza que podemos llevarnos es la riqueza del amor.
En la otra vida ni la fe ni la esperanza existirán; sólo el amor permanecerá (ICort.13,13).
Gibrán, en su libro el “loco”, nos cuenta: “Una vez estaba sepultando a mis YO muertos; entonces se acercó a mí el sepulturero y me dijo: “de todos los que vienen aquí a sepultar, tú eres el único a quien aprecio y amo”. Y yo le dije: “tus palabras me llenan de regocijo; pero ¿por qué dices que me amas?” El sepulturero le respondió: “Porque todos llegan aquí llorando y se marchan llorando. Tú eres el único que llega riendo y se marcha riendo”.
CUANDO SEPULTAMOS NUESTRO YO PARA DESCUBRIR AL TÚ, AL HERMANO, AL AMOR, DESCUBRIMOS QUE NO HAY MAYOR ALEGRÍA QUE AMAR Y SENTIRNOS AMADOS. DIOS ES Y ESTÁ EN EL AMOR. QUIEN TIENE A DIOS NO PUEDE SINO AMAR AL HERMANO.

Pedro Heredia Martínez

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