28 octubre 2021

Moniciones Domingo 31 de Octubre de 2021- Domingo XXXI del tiempo Ordinario – Ciclo B

 

MONICIÓN DE ENTRADA

Hermanos y amigos, sean todos ustedes bienvenidos a esta celebración. Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo derramen sobre todos nosotros su gracia y su paz.

Estamos en el Domingo Treinta y Uno del Tiempo Ordinario. La Liturgia de la Palabra de hoy nos señala el camino siempre seguro del doble amor: amor sincero a Dios y amor a nuestros hermanos. Lo primero que necesitamos es que arda en nosotros un gran amor hacia Dios, de pies a cabeza, de día y de noche, desde la infancia hasta la vejez. Un amor así no se fabrica: se suplica. Y sólo desde ese amor es como podemos amar verdaderamente a nuestro prójimo. 

Seguros de la presencia de Jesús Resucitado, aquí y ahora, en medio de nosotros, pongámonos de pie para iniciar gozosos nuestra acción de gracias.

MONICIÓN PRIMERA LECTURA (Deuteronomio 6,2-6)

Este pasaje tan famoso del Deuteronomio nos dice que Dios quiere ser el primer amado, y quiere que lo amemos como Él desea ser amado: con toda nuestra capacidad de amar. Escuchemos…

Primera Lectura: Deuteronomio 6,2-6.

Lectura del libro del Deuteronomio 

 Habló Moisés al pueblo y le dijo:

-Teme al Señor tu Dios, guardando todos los mandatos y preceptos que te manda, tú, tus hijos y tus nietos, mientras vivan; así prolongarás tu vida. Escúchalo, Israel, y ponlo por obra para que te vaya bien y crezcas en número. 

Ya te dijo el Señor Dios de tus padres: “Es una tierra que mana leche y miel.”

Escucha Israel: 

El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas.

Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal; las escribirás en las columnas y en las puertas de tu casa 

Palabra de Dios

Salmo Responsorial

R:/ Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza. 

Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza,
Señor, mi roca, mi fortín, mi libertador.
Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.

Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos.

Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido.

MONICIÓN SEGUNDA LECTURA (Hebreos 7,23-28)

Este texto de ebreos contiene una de las noticias más consoladoras de la Biblia, que exprime la perfección del amor de Cristo: que Jesucristo vive para interceder siempre, eternamente, en favor nuestro. Escuchemos con atención.

Segunda Lectura: Hebreos 7,23-28.

Lectura de la carta a los Hebreos.

Hermanos: Muchos sacerdotes se fueron sucediendo, porque la muerte les impedía permanecer en su cargo. Pero Jesús, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa; de ahí que pueda salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder en su favor. Y tal convenía que fuese nuestro Pontífice: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. El no necesita ofrecer sacrificios cada día -como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo-, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.

En efecto, la ley hace a los hombres sacerdotes llenos de debilidades. En cambio, las palabras del juramento, posterior a la ley, consagran al Hijo, perfecto para siempre.

Palabra de Dios

MONICIÓN EVANGELIO (Marcos 12,28-34)

Interpelado por un escriba, Jesús resume toda la Biblia en estas palabras: “escucha, Israel, ama a Dios con todo tu corazón y al prójimo como a ti mismo”. Y el escriba añade esta gran verdad: “eso vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Abramos el oído, la mente y el corazón, y pongámonos de pie para la proclamación del Santo Evangelio.

Evangelio: San Marcos 12,28-34.

+ Proclamación del santo Evangelio según San Marcos.

En aquel tiempo, un letrado se acercó a Jesús y le preguntó:

-¿Cuál mandamiento es el primero de todos? 

Respondió Jesús: 

-El primero es: «Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser.» El segundo es éste: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» No hay mandamiento mayor que éstos.

El letrado replicó:

-Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todas las ofrendas y sacrificios.

Jesús, viendo que había respondido sensatamente le dijo:

-No estás lejos del Reino de Dios.

Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor

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