05 octubre 2021

Homilía Javier Leoz, 10 de octubre

¿QUÉ COSA NOS FALTA?

Una fe, vivida a la carta, tal vez haría que la Iglesia fuese más populista pero menos evangélica. Que, entre otras cosas, fuese menos causa de conflictos o que no resultase tan dura en algunas cuestiones que el mundo nos plantea como conquistas de los nuevos tiempos. Pero, esto, no es nuevo. Ya el Señor, desde el mismo día de su nacimiento, fue causa de decepción para unos y de indiferencia para otros. Lo soñaban venir entre oropeles y, al final, resultó hacerse presente en la humildad de un establo. Y es que, Dios, desea que nuestro amor hacia El sea un cariño sin fisuras, sin componendas, sin regateos: o le amamos con todas las consecuencias…o siempre nos faltará algo para ser totalmente de El. ¿Que Dios exige? ¿Qué terreno profesional, puesto de trabajo, responsabilidad no exige unos mínimos y máximos si se quiere ascender?

1.- Quien desee superarse a sí mismo, quien desee ser reconocido (por su buen hacer, destreza, laboriosidad, creatividad, empeño, etc.) tendrá que cuidar hasta el más mínimo detalle. Aquello del libro del Principito “lo esencial se escapa a la vista de los ojos” se dio en el joven rico del que nos habla la Palabra de Dios. Cumplía, prácticamente, todos los requisitos. Y, entre otras cosas, por lo menos le preocupaba el final de sus días: la vida eterna. Pero, consultando en su agenda, fue apuntándose tantos. Y, cuando se la presentó a Jesús, resulta que no reparó en algo importante: el desprendimiento. La riqueza le tenía atado, entre las rejas de su propio tesoro. Quería vida eterna pero no quería renunciar a los bienes terrenos. Quería vida eterna, pero pensando que iba a vivir eternamente, con sus riquezas, en la tierra. ¿Dónde estaba su pensamiento y su Dios?

2.- La riqueza cuando es bien empleada y es nuestra sirvienta, se convierte en causa y fuente de felicidad. Con ella vivimos dignamente, salimos al encuentro de las necesidades de los demás o podemos incluso hacer frente a diversos proyectos solidarios (a la vuelta de la esquina está el Domund). Pero, la riqueza, también puede ser causa de desdicha: cuando estamos más pendientes del tener que del ser. Cuando, el acaparar, nos distancia del evangelio e incluso nos hace ser fuertes ante los demás, no por lo que damos, sino por lo que aparentamos. A todos, sacerdotes y laicos, siempre nos falta “esa cosa” de la cual nos habla el Evangelio. Siempre tendremos un “pero” al que responder. Y es que, esa cosa, es ni más ni menos aquello a lo que vivimos aferrados. Todos tenemos algo de lo qué desprendernos: genio, carácter, dinero, soberbia, pensamientos, actitudes, tristezas, pesimismos, etc. En algo de esto, todos, somos tremendamente acaudalados.

4.- Muchos creen que, la Iglesia de Jesús, sería más creíble si se desprendiese de tantas riquezas artísticas que la historia de la fe ha ido dejando caer en ella. Puede ser. Aún así, y a continuación, buscaríamos otra excusa para no seguir sus indicaciones. ¿Que a la Iglesia le faltará siempre algo para ser más perfecta, santa, auténtica? Puede ser. Desde el momento en el que está formada por personas y no por “dioses” correrá ese riesgo. Pero lo importante es que, todos, nos planteémonos de vez en cuando algo que la sociedad olvida y relega a un segundo o tercer plano: “¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”. “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Éste puede ser el resumen del evangelio de este día. Pidamos al Señor que, en nuestro seguimiento a su persona, lejos de enorgullecernos de lo que cumplimos bien y meticulosamente, nos interroguemos sobre aquellos aspectos que debiéramos de mejorar para ser totalmente suyos. ¿Lo intentamos?

4.- ¿QUÉ ME FALTA, SEÑOR? ¿QUÉ ME FALTA, SEÑOR? Pienso que soy justo y, mirando en mi sendero, encuentro abundantes deficiencias y debilidades. Digo darme, y me quedo con lo mío Presumo de ser bueno, y juzgo a los que no son como yo Digo ser humilde, y me encanta ser juez Defiendo la verdad, pero en muchas ocasiones me dejo vencer por la mentira.

¿QUÉ ME FALTA, SEÑOR? Dime, Jesús, qué me falta y qué me sobra para ser merecedor de la Vida Eterna. Dime, Jesús, qué me falta para entrar un día por las puertas del cielo Dime, Jesús, qué me falta y que yo no veo para que Tú estés contento conmigo.

¿QUÉ ME FALTA, SEÑOR? Afirmo que la riqueza no es lo importante, y me encanta rodearme de ella Me alarmo de las injusticias del mundo, y no siempre soy lo justo que debiera con los míos Reniego de la opulencia de los otros, y no miro el tesoro que mis manos guardan

¿QUÉ ME FALTA, SEÑOR? Dame un poco de fe, para ver con claridad Un poco de caridad, para dar lo que pueda Un poco de esperanza, para no apartarme de Ti Y entonces, Jesús. Tal vez, Señor, me daré cuenta de “esa cosa” que me hace falta o que me sobra para alcanzar la Vida Eterna Amén.

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