De ACG
• Jesús sale de Galilea. Y pregunta qué se ha captado de su persona, qué se dice sobre lo que ha hecho y ha dicho. La pregunta la hace distinguiendo entre “la gente” es decir, los que se lo han mirado de lejos (27), y “vosotros”, los discípulos, los que han estado con Él en su camino (29). Los primeros dicen palabras de admiración. Los que le siguen, aciertan en la respuesta. A Jesús no se le admira, se le sigue.
• La pregunta a los discípulos, “Y vosotros, ¿quién decís que soy?” (29), se produce en un diálogo cara a cara, en un tú a tú íntimo. Sólo en este contexto se puede conocer a Jesús. Por otro lado, esto significa que ante Jesús todo el mundo queda posicionado, definido.
• A la respuesta de los discípulos, Jesús pone dos elementos como contrapunto. El primero es la prohibición de decirlo a nadie (30), para evitar que nadie entienda mal el concepto de “Mesías” que, en el caso de Jesús, no corresponde a un guerrero poderoso sino a un Mesías pobre y humilde que tiene que pasar por el sufrimiento y por la muerte antes de resucitar.
• Pero, sobre todo, el contrapunto lo pone al hacerles el anuncio de que su mesianismo pasa por la muerte y la resurrección (31). Para decir esto, Jesús habla de sí mismo con la expresión “Hijo del hombre” (31), que evoca a un personaje bíblico que tiene que venir al fin de los tiempos para juzgar a la humanidad. Ciertamente Jesús provoca un juicio, no porque Él juzgue a nadie sino porque ante É, el que se da sin límites porque ama sin límites, todo el mundo queda en evidencia.
• La dura expresión que Jesús le dice a Pedro: “¡Quítate de mi vista!” (33), se podría haber traducido por “ponte detrás de mi”. Le está diciendo, por lo tanto: “sígueme, eres tú que me tienes que seguir a mí, no yo a ti”. Y si le llama “Satanás” es porque el diablo está ahí activo. El diablo es el tentador, el que tienta poniéndose delante para que le sigan; lo intenta también con Jesús y con Pedro, para conducirlos por el camino opuesto al del Reino de Dios.
• Después del diálogo de fondo con los discípulos, Jesús extrae la síntesis sobre el seguimiento de su camino, y lo expone a todo aquél que le quiera escuchar (34-35): quien quiera seguirlo tiene que estar dispuesto a morir. Porque el discípulo lo es en cuanto sigue los pasos del Maestro.
• “Negarse a sí mismo” (34) es poner a Dios y a los demás en el centro de la propia vida, en lugar del propio yo. Una persona comienza a ser discípula de Jesús cuando comienza a salir de sí misma para darse a los demás. Dejar… para encontrar; salir… para acoger; dar… para recibir.
• “Cargar la propia cruz” (34) es aceptar las consecuencias de la donación de sí mismo. Una persona comienza a ser discípula de Jesús cuando comienza acciones que comprometen, que pueden tener como consecuencia la cruz.
• “Perder la vida” y “salvarla” (35) son dos conceptos que se entienden de manera diversa según es la vida. Para quien centra la vida en el Dios que nos ama y en los demás, darse (=”perder”) y “salvarse” es lo mismo; contrariamente, para quien está centrado en sí mismo, dar o darse sólo es “perder”.
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