MONICIÓN DE ENTRADA
¡Hermanos y amigos, una vez más sean todos ustedes bienvenidos a esta celebración. La ternura del Padre, la amistad del Señor Jesús y la alegría del Espíritu Santo inunden por completo nuestros corazones.
Estamos en el Domingo Veinticuatro del Tiempo Ordinario. La Liturgia de la Palabra de hoy nos lleva a la paradoja de Dios que se revela – en Jesús – de la manera más contraria a lo que hubiéramos esperado: del Dios fuerte que se manifiesta débil, del Dios que se pone al servicio del hombre, del Dios que se muere de amor y por amor del ser humano. Que esta Eucaristía nos conceda la gracia de entrar en el misterio de Dios aceptando a Cristo tal como es Él.
Seguros de la presencia del Resucitado aquí y ahora en medio de nosotros, pongámonos de pie para iniciar esta acción de gracias.
MONICION PRIMERA LECTURA ( Isaías 50,5-9)
La liberación final del hombre, la definitiva, será obra de un siervo que aceptará – por amor – la incomprensión y la persecución. Escuchemos cómo describe Isaías al Siervo de Yavé.
Lectura del Profeta Isaías
En aquellos días dijo Isaías:
El Señor Dios me ha abierto el oído, y yo no he opuesto resistencia, ni me he echado para atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,
la mejilla a los que jalaban mi barba.
No oculté el rostro a los insultos y salivazos.
Mi Señor me ayudaba,
por eso no quedaba confundido,
por eso ofrecí el rostro como pedernal,
por eso no quedaré avergonzado.
Tengo cerca a mi abogado,
¿quién peleará contra mí?.
Vamos a enfrentarnos:
¿quién será mi rival? Que se acerque.
Miren, mi Señor me ayuda;
¿quién probará que soy culpable?».
Palabra de Dios
Salmo responsorial: 114
Caminaré en presencia del Señor
MONICION SEGUNDA LECTURA (Santiago 2,14-18)
Santiago nos recuerda hoy que la verdadera fe se traduce en un servicio efectivo a los demás. Sólo con buenas obras haremos creíble el Reino de Dios. Escuchemos…
Lectura de la carta del Apóstol Santiago
Hermanos míos: ¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar?
Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de nosotros les dice: «Dios los ampare; abríguense y llénense el estómago», y no le dan lo necesario para el cuerpo: ¿de qué sirve?.
Esto pasa con la fe: si no se tiene obras, está muerta por dentro.
Alguno dirá: «Tú tienes fe y yo tengo obras». Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras te probaré mi fe».
Palabra de Dios.
MONICION EVANGELIO (Marcos 8,27-35)
Creer en Jesús no es sólo tenerlo en muy alta estima como hombre, ni tampoco tenerlo como el Dios poderoso que aplasta al enemigo. Creer en Jesús es aceptarlo como Dios que por amor se hizo débil, pobre y vulnerable. Abramos el oído, la mente y el corazón, y pongámonos de pie para acoger el Santo Evangelio.
Proclamación del santo Evangelio según san Marcos
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino preguntó a sus discípulos:
– ¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos le contestaron:
– Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías, y otros uno de los profetas.
Él les preguntó:
– Y para ustedes, ¿quién soy yo?
Pedro le contestó:
– Tú eres el Mesías.
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie.
Y empezó a instruirles:
– El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días.
Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a reprenderlo. Jesús se volvió y de cara a los discípulos, increpó a Pedro:
– ¡Quítate de mí vista, Satanás!. ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!
Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo:
-El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Miren: el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por el Evangelio, la salvará».
Palabra del Señor
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario