Empezamos hoy el tiempo de Cuaresma, tiempo litúrgico fuerte, cuarenta días de camino hacia la Pascua de Cristo, nuestra Pascua.
Queremos, con la ayuda del Espíritu, que sea un tiempo de gracia. Un tiempo de conversión, es decir, de rejuvenecimiento. Un tiempo para crecer, para ser, para amar.
Crecer: en la fe, en el conocimiento de Jesús, en el desarrollo de nuestras capacidades y talentos.
Ser: en la línea de la autenticidad cristiana y humana. Ser más humanos quiere decir más libres, más responsables, más justos y solidarios. Ser más cristianos quiere decir ser más conscientes y consecuentes de lo que confesamos y creemos, estar más compenetrados con los criterios y actitudes de Jesús, identificarnos más con él.
(B)
Hermanos, nos reunimos en este día del Miércoles de Ceniza, con el fin de dar inicio a este tiempo de Cuaresma y preparación para la Pascua del Señor. Y lo hacemos, no desde el cumplir un rito inevitable, sino desde la conciencia de que estamos necesitados de penitencia y conversión. Queremos simbolizarlo a través de un rito que exprese el dejar las viejas cosas que imposibilitan nuestro encuentro con el Señor y afirmar cuanto lo propicia. Ánimo, entonces, amigos, porque hoy es un día de gracia.
(C)
Este es un miércoles muy especial; tiene nombre propio: Miércoles de Ceniza, inicio de la Cuaresma. Porque es especial estamos aquí. Lo especial nos reúne. No es el día más importante de la Cuaresma, sino el día en que comienza la Cuaresma. Y los inicios se destacan, como destacamos el inicio del año, por ejemplo.
La manera de destacar el comienzo de la Cuaresma, en la tradición cristiana, es la imposición de la ceniza. En su origen no era una ceniza cualquiera, sino la ceniza que salía de la combustión de los ramos y palmas del Domingo de Ramos del año anterior.
Con los ramos con los que aclamamos al Señor entrando triunfalmente en Jerusalén, se sacaba la ceniza para tiznarnos.
Puede parecer un gesto raro eso de “echarnos ceniza”. Sin embargo, posee sentido simbólico y pedagógico: señala una realidad de caducidad, de humildad, de penitencia, de reconocimiento de lo que somos: “en verdad soy polvo y ceniza”, dice Abrahán en Génesis. Nosotros decimos lo mismo: “No somos gran cosa”, “¿Pero tú qué te has creído que eres?”, “Si al final lo vas a dejar todo aquí”, etc. Es también un gesto pedagógico porque señala etapa y sirve para situarnos en una realidad de un tiempo importante como es la Cuaresma.
Lo importante hoy no es la ceniza, sino que somos invitados por Dios a conversión. Comenzamos la Cuaresma con ceniza. La terminaremos con fuego, con agua y con luz en la Vigilia Pascual. El intermedio, un espacio de tiempo para dejarnos empapar por la Palabra y la acción de Dios.
(D)
Se abre la cuaresma con una llamada a la conversión. Con esta llamada comienza el evangelio de hoy. Siempre que empezamos un camino tenemos que prepararnos y dejar atrás muchas cosas, ligero de equipaje, como dice la copla:
“No metas en las alforjas
lo que no vayas a usar,
son más largos los caminos
para el que va cargado de más.”
Para llegar a la meta del camino, que es la Pascua de nuestro Señor Jesucristo, muchas son las cosas que nos sobran y muchas también, es verdad, las cosas que nos faltan. Vamos cargados de más, con nuestro consumismo a cuestas, con nuestras preocupaciones y ambiciones, con nuestros egoísmos y nuestra soberbia… Pero nos falta la luz para ver con claridad el camino, y nos falta decisión, esfuerzo, perseverancia y nos falta sentido de compañerismo y amistad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario