1.- CUARESMA: UN CAMINO DE RESURRECCIÓN
Por Pedro Juan Díaz
1.- Hoy es miércoles de ceniza y, con este signo, comenzamos un tiempo de gracia, la Cuaresma, que terminará con la celebración Pascual de la resurrección del Señor. Hoy comienza un camino que está llamado a acabar en resurrección, también en nuestra resurrección, que viene a ser para nosotros la conversión, cambiar el corazón, vivir como hombres y mujeres nuevos, a la luz de Jesús, el resucitado. Y el Señor nos propone un camino y nos hace propuestas concretas a través de su Palabra.
2.- “Tocad la trompeta en Sión”, dice el Profeta Joel. El toque de trompeta es señal de alarma en Jerusalén. La crisis es muy grave, lo sabemos, lo vemos. Hemos de revisar la realidad, ponernos ante Dios y “rasgar el corazón”. El miércoles de ceniza es una invitación a recodar quien es Dios para nosotros, su amor, su entrega, su cercanía, su confianza… Esta sería la primera propuesta para este camino.
3.- La segunda propuesta o invitación de este día es a “reconciliarnos”, con Dios y con los hermanos. No podemos seguir viviendo así. Ya sabemos que detrás de esta situación que estamos viviendo hay una gran crisis de valores y de humanidad. Nuestros corazones están resentidos por el pecado. Es necesario que ese “corazón rasgado” sea sanado. Y eso solo lo puede hacer Dios. San Pablo dice que Jesucristo murió en la cruz para que nuestros corazones fueran sanados. Y Dios está deseando regalarnos esa sanación y esa reconciliación. Por eso la Cuaresma es un tiempo para plantearnos el acercarnos al Sacramento del Perdón y dejarnos reconciliar. La iniciativa es de Dios, pero la respuesta es nuestra. ¿Aceptamos la llamada? Hoy es el día favorable, hoy es el día de la salvación.
4.- Una vez acogida esa salvación, nuestro corazón y nuestra vida serán nuevas, como recién estrenadas. Pero el peligro sigue siendo el caer en la hipocresía, el pensar que todo depende de nosotros, cuando es Dios quien nos lo regala. La tercera propuesta de este día es fijarnos en el evangelio, que nos ofrece la oportunidad de revisar nuestra vida y detectar las hipocresías que hay en ella, cuando ponemos una cara delante de Dios, pero otra muy distinta delante de los demás. Ya no debemos ser así. Hemos aprendido de Jesús una manera nueva de vivir, que hoy se nos presenta en tres aspectos muy importantes: la riqueza interior de la oración, que mantiene activa nuestra relación con Dios; la austeridad y el ayuno, como formas de vida en un mundo que nos hace cada vez más caprichosos; y la generosidad de la limosna y la ayuda al necesitado, al que tenemos delante y que nos interpela desde su pobreza. Y todo vivido con un corazón puro y sincero ante Dios, y no para quedar bien o ser bien vistos por los demás.
5.- Si estamos dispuestos a acoger estas propuestas y a andar este camino cuaresmal, pongámonos la ceniza. La ceniza será, pues, un signo de conversión, de que estamos dispuestos a cambiar y a seguir el camino que Jesús nos propone, un camino de resurrección. No lo olvidemos: el final de este camino es la resurrección, la Vida nueva que Jesús nos consiguió muriendo en la cruz por nosotros. Sin perder de vista a Jesús resucitado, comencemos este camino con la imposición de la ceniza.
2.- AHORA ES TIEMPO DE SALVACIÓN
Por Gabriel González del Estal
1.- San Pablo les pide a los primeros cristianos de Corintios, en nombre de Cristo, que se reconcilien con Dios. Ahora, les dice, que estáis salvados por Cristo, os pedimos que os reconciliéis con Dios. La liturgia de este miércoles de ceniza refiere este tiempo de salvación al tiempo de la cuaresma, que comienza hoy mismo con la imposición de la ceniza. Para entender bien el mensaje de esta acción o gesto litúrgico, es bueno que nos fijemos en cada una de las dos expresiones que, según la tradición, dice el sacerdote o ministro sagrado al imponer la ceniza. Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver (Gen 3, 19). Es parte de lo que les dice Dios a nuestros primeros padres cuando les expulsa del paraíso. Es consecuencia y castigo del pecado y Dios quiere que sea también para ellos un recuerdo que les ayude a no volver a pecar. Es aquello de acuérdate de los novísimos y no pecarás. También hoy la ceniza debe recordarnos a nosotros que somos carne débil y que estamos continuamente amenazados de muerte. La ceniza que se nos impone sobre nuestras cabezas nos dice que también nosotros, que ahora somos árboles vivos, seremos, más pronto o más tarde, cuerpo y carne destruidos. Deberemos vivir de tal manera que, cuando nuestro cuerpo se destruya, nuestra alma vuela limpia y directamente hacia Dios.
2.- Hace ya algunos años que la frase del Génesis es sustituida, generalmente, por la frase con la que, según el evangelista Marcos, Cristo comienza su predicación en Galilea: Arrepiéntete y cree en el evangelio (Mc 1, 15). Esta frase está, sin duda, más en sintonía con la espiritualidad que queremos vivir en nuestro tiempo. No es el temor y el miedo a la muerte lo que nos lleva más directamente al arrepentimiento; es el ejemplo de Cristo y el amor de Dios que, por Cristo, se derrama en nuestros corazones, lo que nos anima a convertirnos en fieles y verdaderos seguidores de Jesús de Nazaret. No queremos ser cristianos hijos del temor; queremos ser cristianos hijos del Dios Amor.
3.- En este día y durante toda la cuaresma oiremos hablar, con mucha frecuencia, de oración, de ayuno y de limosna. Son tres armas especialmente apropiadas para matar en nosotros, para reducir a cenizas, el poder del demonio, del mundo y de la carne. La oración debe abrir nuestro corazón a Dios y reconciliarnos con él; el ayuno debe someter las tentaciones de nuestro cuerpo y reconciliarnos con nosotros mismos; la limosna debe abrir nuestra mirada y nuestras manos al prójimo, para vivir reconciliados con nuestros hermanos más necesitados. Tanto la oración, como el ayuno y la limosna, deben producir el mismo y único efecto buscado: nuestra propia conversión y, en lo posible, la conversión del mundo. Si no nos convertimos a Dios, vana es nuestra oración, estéril nuestro ayuno e ineficaz para nosotros nuestra limosna.
4.- En este día de miércoles de ceniza vamos a pedirle al Señor que no olvidemos nunca nuestra frágil y mortal condición, nuestro verdadero compromiso con el evangelio, la oración del corazón, el ayuno purificador y la generosa limosna. Así la cuaresma habrá sido para nosotros un camino que nos habrá llevado a la conversión de nuestro corazón y de nuestras costumbres. Sólo así podremos estar preparados para resucitar con Cristo el día de la Pascua de resurrección.
3.- DIOS NOS LLAMA A LA CONVERSIÓN
Por José María Martín OSA
1.- Tiempo de gracia. Decimos que la Cuaresma es un “tiempo fuerte”. Pero no tiene sentido por sí misma, porque sólo puede entenderse como “camino hacia la Pascua”. Son 40 días en los que ascendemos al monte santo de la Pascua. Merece la pena que emprendamos este camino con ánimo y confianza. Nuestra condición humana y temporal nos ofrece la oportunidad de ir marcando el paso del tiempo con estos días señalados. Ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación, nos dice San Pablo en la segunda carta a los Corintios. No echemos a perder la gracia de este tiempo propicio para salir al encuentro de Dios y del hermano.
2.- Oración, ayuno y limosna. En el evangelio de Mateo, Jesús nos ofrece tres herramientas, tres acciones para renovar nuestro seguimiento de Jesús: la oración, el ayuno y la limosna. ¿Cómo y cuándo será mi oración? ¿De qué cosas ayunaré este año? ¿Qué gesto de amor haré en favor de mis hermanos, en especial de los más necesitados?
* Sin oración no hay experiencia de Dios. Entendemos con frecuencia la oración como “pedir” ayuda al Señor cuando estamos en apuros. Orar es, sobre todo, escuchar a Dios, que nos habla a través de su Palabra, de las personas y de los acontecimientos (los signos de los tiempos)
* Ayunar no es hacer un ejercicio de autocontrol para demostrar el autodominio de uno mismo o para tener satisfecho a Dios. Esto será útil sólo si nos hace amar más a Dios y a nuestro prójimo. Recordemos la Escritura: “El ayuno que yo quiero es este: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que está desnudo, y no cerrarte a tu propia carne” (Isaías 58, 6-7) No se trata sólo de privarse de comer carne, también podemos ayunar de televisión, de tabaco, de fútbol, de internet. ¿Para qué? Para ser más libres y dedicar nuestro tiempo al que más nos necesita.
* Dar limosna puede ser relativamente fácil. Quizá tranquilicemos nuestra conciencia, pero esto no es suficiente si no nos mueve el espíritu de caridad que nos hace ser solidarios con el sufrimiento de nuestro prójimo en estos tiempos de crisis. No basta con dar dinero, también tiempo o cariño o esperanza...
3.- ¡Conviértete y cree el Evangelio! Que el signo penitencial de la ceniza sea expresión de nuestro deseo de acercarnos al Señor y a los hermanos. Convertirse es volver sobre uno mismo, revisar nuestra vida y enderezar el camino. Pablo lo llamaba “metanoia” –cambio de mente-. Convertirse es cambiar nuestra forma de pensar, de sentir t sobre todo de actuar. Es dejarnos guiar por los criterios del evangelio. “”Conviértete y cree el Evangelio”, escuchamos al recibir la ceniza. Que nuestra vida sea reflejo del seguimiento de Jesús. Cuaresma es un tiempo oportuno para transformar nuestra vida.
4.- CONVIÉRTETE AL AMOR
Por José María Maruri, SJ
1.- Hoy comenzamos la Cuaresma. Un camino hacia la Resurrección. Un camino al encuentro del Señor, que el Jueves Santo nos deja “su Mandamiento”: amaros como yo os he amado. Y el Viernes Santo nos enseña su propia muerte “cómo Él nos ha amado hasta dar la vida. Y es el Padre Dios, quien resucitando al Señor Jesús, nos dice que Él refrenda ese mandamiento y esa muerte por amor.
2.- Hoy al recibir la ceniza nos van a decir: “conviértete y cree en el Evangelio”. Conviértete al amor y cree en esa doctrina de amor que Jesús nos enseñó y el Padre refrenda.
--Vamos a reencaminar nuestras vidas por el camino de la frugalidad, austeridad, recortar gastos inútiles. Pero con un fin: podemos ayudar más a los demás.
--Vamos a recortar nuestro tiempo para tener más tiempo a los demás.
--Vamos a dar y darnos: dar cariño, alegría, oídos, compasión, compañía, ayuda económica al que la necesita.
3.- Este es nuestro ayuno, que según Isaías, Dios quiere de nosotros. Y así nuestra Cuaresma será feliz, porque es más feliz el que da que el que recibe.
5.- LA PENITENCIA, EL ARREPENTIMIENTO Y LA CONVERSIÓN
Por Antonio García-Moreno
1. TIEMPO DE PENITENCIA.- La primera lectura nos recuerda el mensaje del profeta Joel que nos llama al arrepentimiento y a la conversión. Una llamada propia de este tiempo de penitencia que es la Cuaresma y que hoy iniciamos. El rito de la ceniza se remonta al Antiguo Testamento, donde en muchas ocasiones el pecador se echaba ceniza sobre la cabeza en señal de pesar y arrepentimiento. Y junto ese rito la súplica ardiente pidiendo perdón. Una súplica que escucharemos con frecuencia, no sólo con palabras sino también en las ceremonias y ornamentos de morados colores, en la austeridad de la liturgia cuaresmal. La llamada a la penitencia, al arrepentimiento y a la conversión, tiene una perenne actualidad. De hecho la Eucaristía se inicia siempre con un acto penitencial. En efecto, el sacerdote nos dice que para celebrar dignamente el misterio eucarístico es necesario reconocer nuestros pecados y pedir perdón por ellos. Y ello es así porque sólo es que es humilde, con un corazón contrito u humillado, es grato a los ojos del Señor.
Una vez reconocido nuestro pecado, hemos de suplicar el perdón divino. Por eso la Iglesia, además de adoptar el color morado de la cuaresma, aumenta su clamor implorando piedad y compasión para este pueblo que, en tantas ocasiones pierde el sentido del pecado y es presa de sus ambiciones y egoísmos. En todos los tiempos hubo pecados y situaciones injustas, lo cual en nuestro tiempo también ocurre, quizás peor todavía, sobre todo en lo referente al respeto por la vida y a la búsqueda de la verdad.
Dios mío, Tú ya nos conoces, incluso sabías al crearnos que te traicionaríamos, que te olvidaríamos, que te despreciaríamos. Sí, Señor, Tú sabías del barro que estamos hecho. Y, sin embargo, nos amaste, nos diste la vida, nos llamaste nos perdonaste tantas veces... Gracias, Padre mío, por ser tan pródigo en tu perdón, tan derrochador de amores y misericordia. Bendito seas, Señor, bendito seas. Y sigue así, sigue enamorado de este pobre hombre que quiere y no puede, o que puede pero no quiere. Yo mismo no me comprendo. Sólo estoy seguro de una cosa, de que me amas hasta los celos... Quién te amara así, quién jamás te hubiera ofendido...
2. PRÁCTICAS CUARESMALES.- El texto evangélico de hoy se refiere a tres prácticas piadosas, habituales en Israel: la limosna, la oración y el ayuno. En el cristianismo se da una continuidad con lo que en el pueblo elegido se hacía. Sin embargo, Jesús renueva el modo de hacerlas, sobre todo removiendo la hipocresía y enseñándonos a obrar siempre de cara a Dios y no de cara a los hombres. Es decir, buscar sólo el beneplácito divino y prescindir del pláceme humano... Así, al dar limosna no hay que hacer ostentación de ello; al contrario hay que procurar el anonimato y actuar de forma que nadie lo sepa sino sólo Dios... Con palabras hiperbólicas nos dice Jesús que no sepa la mano izquierda lo que de bueno hace la derecha
En cuanto a la oración, ha de ser íntima y personal. Por eso dice: "Tú cuando te pongas a orar, entra en tu aposento y, cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en lo oculto..." Ese carácter personal de la oración, es un amable diálogo de tú a Tú, que no excluye la oración comunitaria, fundamental en la Eucaristía. Sin embargo, también entonces no podemos diluirnos en el anonimato, pues para el Señor no hay nunca una mera multitud, sino siempre personas con su propio nombre cada una...
En cuanto al ayuno hemos de considerar que es una práctica agradable a Dios, cuando se hace con espíritu de penitencia. El mismo Señor se retiró para orar y ayunar durante cuarenta días. Hoy se tiende a eliminar cuanto suponga sacrificio y se ridiculizan las prácticas penitenciales. En cambio, se da la paradoja de exaltar una estética que conlleva dietas adelgazantes y grandes caminatas, o asiduos ejercicios en gimnasios sofisticados y de ordinario de alto precio. En tiempo de Jesús también el ayuno se practicaba para quedar bien ante los demás, y se hacía ostentación de ello. El Señor, en cambio, nos aconseja que disimulemos nuestro sacrificio, para que no lo noten los demás. Hay que actuar no para agradar a los hombres, sino para mostrar nuestro amor a Dios nuestro Padre. “Y tu Padre –nos dice Jesús- que ve en lo escondido te lo recompensará”.
6.- ¿HACEMOS BALANCE? ¿LO INTENTAMOS?
Por Javier Leoz
Comenzamos hoy este tiempo que, con los soportes de la oración, la limosna o el ayuno, nos trasladará a la alegría de la Pascua. Conscientes de que en muchas ocasiones vivimos alejados de Dios, (somos como el polvo que se derrama hoy en nuestras cabezas; volátil y a veces invisibles) queremos recuperar la fuerza de nuestro creer y, sobre todo, asentar nuestra existencia en Cristo y con Cristo.
1.- Desgraciadamente la cuaresma en la vida de muchos católicos ha perdido el “oremus”. Mucha fuerza en el carnaval y tal vez ninguna ruptura o contraste al día siguiente. ¿Seremos capaces de romper con el ruido que nos aturde? ¿Daremos el paso del disfraz de la mentira o de la incoherencia al traje de la verdad y de la sinceridad? ¿Ofreceremos algún tipo de sacrificio (vigilia solidaria, abstinencia o caridad) por aquellos más desfavorecidos de nuestra sociedad?
La Cuaresma es esa escalera que nos posibilita llegar con aires nuevos a la Pascua. Es esa herramienta que nos convierte en amigos más auténticos de Jesús. Es ese tiempo donde la Palabra de Dios ha de sonar con especial intensidad, diariamente y como pauta de nuestra conducta. ¿Somos cristianos de Palabra o sólo hombres de palabrería? ¿Atentos a la voluntad de Dios o pendientes del cuchicheo mundano?
2.´Toda empresa, al final de año, hace un balance de su movimiento económico. También nosotros, como seguidores de Jesús, en este tiempo cuaresmal tenemos una gran oportunidad de controlar nuestro pulso espiritual. De revisar nuestra pertenencia a la Iglesia. De mirarnos hacia dentro y sacar conclusiones prácticas:
-Aunque me parezca estar en el camino de Dios, puede que sólo me encuentre en el mío.
-Aunque me sienta seguro de mí mismo, puede que esté más débil que nunca
-Aunque crea que es imposible mudar de ciertos aspectos que no me gustan de mi persona, con la ayuda de Dios y mirando a la cruz, puedo conseguirlo
-Aunque crea que comparto algo o mucho de lo que tengo, alguien reclama mi ayuda, mi atención, mi mano para seguir adelante. Nunca es suficiente.
-Aunque aparentemente parezca buen cristiano, el Evangelio, me recuerda que existe mucha distancia entre lo que oigo y hago
3.- Reafirmemos en estos 40 días nuestra confianza en Dios. No nos dejemos seducir ni engañar por cantos de sirena. Ni la Iglesia es tan mediocre como algunos la venden o la presentan, ni tan santa como Cristo y nosotros mismos quisiéramos. Que sea un tiempo que nos empuje y nos lance, sin temor ni temblor, a conocer más todavía a ese Cristo que en la cruz fue exponente en tono mayor del inmenso amor que Dios nos tiene. Que sea un paso adelante en la vivencia y conocimiento de nuestra fe. Recientemente el Papa Francisco nos recordaba que “aquí nadie se salva sólo; Cristo no ha venido para enseñarnos buenos modales sino para salvarnos.” Que eso, la salvación que Cristo nos propone, sea precisamente el fruto de esta Santa Cuaresma. ¿Siente necesidad el mundo que nos rodea de la salvación? ¿No vivimos mejor –según algunos- perdidos en un horizonte incierto, sin valores, sin Dios y sin más referencia que el propio hombre?
4.- Vivamos la Santa Cuaresma. Agarremos cada uno de nosotros nuestra propia cruz y, en uno de sus maderos, vayamos escribiendo nuestras conquistas personales (menos televisión, menos internet, menos vida fácil, menos vicio….) y en el otro que sea Dios quien con su Palabra, la Eucaristía de cada día, la limosna, la oración y la contemplación nos recuerde que, nuestra vida, está llamada a ser rescatada por su presencia radical y cruenta en la cruz. ¡Adelante! ¡La Pascua nos aguarda!
5.- QUE TE SIGA SIEMPRE, SEÑOR
Inclinando la cabeza por aquel momento
divino y humano, leal y radical
en que tú la inclinarás por mí desde la cruz.
Que recuerde que, sin Ti, nada soy
y que, contigo, puedo ser rescatado
de tantos infiernos que queman mis entrañas
consumen mis anhelos más divinos
o acaban con mis proyectos de perfección
QUE TE SIGA SIEMPRE, SEÑOR
Cargando con mi cruz, y con la de los demás
Soportando el peso de la que me agrada
y llevando adelante aquella que se me resiste
Echando una mano a la del vecino
y no cortando trozo a la que va conmigo
QUE TE SIGA SIEMPRE, SEÑOR
Y consciente de mis debilidades
sepa que, antes que nada, soy polvo y pequeñez
Para que sólo así, sabedor de mis limitaciones,
pueda entender que el camino hacia la Pascua
exige mi conversión y mi entereza,
mi disposición y mi apertura,
mi oración y mi caridad sin tregua
mi contemplación y mi silencio para tu Palabra
QUE TE SIGA SIEMPRE, SEÑOR
Que lo haga por esta vereda de la Cuaresma
que, antes que nada, es apartado de penitencia
oasis de sobriedad y de serenidad
monte desde el que se ve la silueta de tu cruz
desierto que me arranca la cizaña de mi alma
vida que se enfrenta a la muerte que me ronda
fe que reclama mi coherencia y mi firmeza
Contigo, Señor, hacia la Pascua
7.- CENIZA: SIGNO Y PÓRTICO
Por Ángel Gómez Escorial
1.- La liturgia es enseñanza. La liturgia es catequesis. Los tiempos del año litúrgico nos muestran momentos variados de la vida de Jesús de Nazaret. Son ejemplos de esa vida maravillosa lo que nos lleva a fundamentar nuestra propia vida, pues como discípulos del Maestro de Galilea que somos buscamos seguirle e imitarle. Lo más sublime de ese seguimiento es convertirse –cada uno y cada una—en otro Cristo. San Pablo lo expresó con maestría. “No soy yo quien vivo: es Cristo que vive en mi”. Y en este Miércoles de Ceniza se inicia el periodo más denso y lleno de todos. Transitando por la Cuaresma llegaremos a lo verdaderamente sublime del relato evangélico: la Muerte y la Resurrección del Señor Jesús.
2.- La noche de Pascua –el momento de la Resurrección del Señor—era el tiempo indicado para acoger a los catecúmenos en la Iglesia y bautizarlos. El bautismo perdonaba sus pecados, pero se necesitaba de arrepentimiento, de neutralización de una culpa que, en sí misma, hace daño. También, del conocimiento preciso de la capacidad inmensa de perdón de Dios. Y así se iniciaba un largo periodo de preparación que ocupaba los mismos cuarenta días que el Señor Jesús pasó en el desierto. El cálculo de los cuarenta días, basados principalmente en la celebración de los cinco domingos de cuaresma, obligaba a empezar un poco antes: un miércoles para que saliese la cuenta.
3.- El gesto de la ceniza está muy presente en el Antiguo Testimonio. Vestirse de saco y embadurnarse con ceniza era prueba visible de que se hacía penitencia. Se dejaban los vestidos de seda y con brocados para tomar ese aspecto como de tierra, como de camuflaje con el color del suelo de tierra apelmazada y batida. Era formar parte del suelo, de lo más bajo. Aquí, y ahora, la ceniza que se nos administra cada miércoles de Ceniza procede de quemar las palmas del anterior Domingo de Ramos. Nos da una continuidad con la anterior Semana Santa. Nos da una esencia más de la Iglesia: su continuo camino que nunca para, que nunca cesa.
4.- Ahora, el sacerdote o ministro que imparte la ceniza dice “Conviértete y cree en el Evangelio. La fórmula anterior: “Polvo eres y el polvo te convertirás”, nos recuerda ese resto pulverizado que queda en las tumbas viejas y abandonadas, polvo de tierra que recuerda mucho a la ceniza. Pero, en fin, todo esto puede ser la forma –muy apreciada, por otra parte—y que el fondo se inscribe en esa temporalidad o fragilidad del ser humano. Estamos, pues, hablando del final, de la muerte, de la tumba. El Concilio Vaticano II dio una vertiente más completa a las celebraciones de Cuaresma y Semana Santa. El final no era el Viernes Santo, era el Domingo de Pascua. La Resurrección del Señor era la consecuencia de todo su sacrificio. Era el triunfo. Era la Redención, alegre y triunfante.
5.- Y no son extrañas o poco apropiadas estas reflexiones generalizadas sobre el Tiempo de Cuaresma. El Miércoles de Ceniza es como el pórtico y hasta el trampolín que nos lanza a los misterios de la Muerte y Resurrección del Señor. Y, también, es un marco reflexivo en el que se ha de tener muy presente que iniciamos un tiempo oportuno para convertirnos. El demonio, el mismo que tentará a Jesús de Nazaret el próximo domingo, el primero de este tiempo de Cuaresma, siempre nos ataca de la misma manera: quiere que perdamos el tiempo, que no lleguemos a nuestra meta. Y eso es lo que, desde este principio de la Cuaresma debemos de evitar.
Ojalá esta Cuaresma sea la definitiva. La que nos convierta al Reino de Dios, al de la justicia, del amor y del perdón. Y que nuestra vida purificada nos lleve a comprender en toda su extensión y sacrificio y triunfo de Jesús de Nazaret.
LA HOMILÍA MÁS JOVEN
EXIGENCIA DE CONVERSIÓN Y DE RECONCILIACIÓN
Por Pedrojosé Ynaraja
1.- Seguramente ya sabéis, mis queridos jóvenes lectores, que en la actualidad, nuestra querida Santa Madre Iglesia, está perseguida en muchos lugares del mundo. No se trata generalmente de una asechanza a la institución, el daño se causa a sus miembros de una manera pública o solapada, de tal manera que nunca en la historia, ni en los tiempos de la Roma clásica, había habido tantos mártires como ahora. Esta es la realidad universal, lo cual no quiere decir que en el entorno particular de cada uno de nosotros, exista este agobio. El fenómeno en principio nos entristece. Todo sufrimiento de un hermano nos concierne y sufrimos con él. Toda pretensión de mutilar la vivencia de nuestra Fe, es una desgracia. En segundo lugar, empero, el testimonio, el martirio, es una señal de vitalidad, como la flor de una planta es signo de que está viva. Se asesina y no se acobardan, es la piedra de toque que nos dicta la calidad del cristianismo. Cada uno de nosotros, al tomar una decisión importante, al proyectar el futuro de su vida, al gastar y malgastar, al comprar y exhibir, debe tener en cuenta a nuestros valientes hermanos y obrar solidariamente. Un día en la Eternidad, nos encontraremos con ellos y nuestra conducta histórica no nos debe avergonzar al reconocer su heroicidad.
2.- Aunque no se diera el hecho del martirio tan extendido, os lo vuelvo a repetir, deberíamos ahora detenernos y reflexionar desde otro ángulo. Es preciso llenar de silencio nuestro interior y escuchar la voz de Dios que en el día de hoy nos llega a través de los textos litúrgicos y del rito tradicional de la imposición de la ceniza. Me detengo un momento en esto último. Recordemos que hace unos años no existían las estufas eléctricas, ni las calefacciones de gasóleo, ni otras cocinas que utilizasen material distinto del que ahora llamamos biomasa, troncos y ramas o hasta paja, por tierras donde yo nací. Consecuencia de ello era que los residuos de la combustión, la ceniza, abundaba y se trataba de darle alguna utilidad. Para lavar la ropa, antes de que existiese el jabón, como componente de fórmulas de decoración de cerámicas, amén de abonar con ella la tierra que se cultivaba. Un hombre que por su trabajo quedaba sucio de ceniza, tenía mal aspecto. El roce de la ropa cenicienta, era un tormento insoportable. La ceniza humillaba. Es el sentido simbólico de la que utilizamos en la ceremonia de hoy.
3.- El contenido de las lecturas podríamos resumirlo en dos conceptos. Exigencia de conversión y de reconciliación. Las dos cosas se nos reclaman para nuestra inmediata preparación y celebración de la Pascua de este año y para la salvación eterna. Se nos pide hacerlo modestamente. No se trata de acudir a campañas, carteles, ni festivales que lo promuevan. Es una labor artesanal que cada uno debe llevar a cabo dentro de sí mismo. Y además con alegría, nada de caras agrias. Nuestra actualidad nos pide a los cristianos más que la autenticidad de nuestra Fe, el testimonio de que los que la tenemos somos felices. En un mundo que sufre la epidemia del desencanto, la carencia de esperanza y la visión borrosa de un futuro que no le entusiasma, el cristiano debe contagiar su alegría. Estando dispuestos en todo momento a afirmar que es consecuencia de nuestra Fe.
4.- Hace unos años, una mujer extraordinaria que se llamaba Chiara Lubich, alegró, cautivo y esperanzó a muchos. Al Papa Juan Pablo I se le llamó el de la sonrisa y este sencillo gesto fue útil a muchos, pese al poco tiempo que duró su servicio eclesial. Hoy el Papa Francisco es el papa de la simpatía. Sigue con entusiasmo el camino emprendido por los que me refería antes. Claramente uno se da cuenta de que no sale a repartir simpatías, a exhibirse para complacer su vanidad o valerse de su aspecto gozoso para “vender” su mercancía sagrada, como un agente comercial está obligado a hacerlo muchas veces. La cordialidad y ternura del Obispo de Roma actual, está repleta de bondad. Su testimonio y el bien que causa, deben ser acicate para todos nosotros. La simpatía tal vez no podamos tenerla todos, además de en este caso ser virtud, se sustenta sobre un don natural que no todos poseemos. Es suficiente con la amabilidad, con la buena educación, con la gentileza. Desde esta realidad hay que rellenar la vida de generosidad. No os quedéis quietos e inactivos. Si bien nadie puede negar que hay crisis y se puede dar estadísticas de los parados o desempleados, a poco listo que uno sea, se da cuenta de que abundan también los vagos, aquellos que siempre tienen razones muy razonables para demostrar que su no hacer nada útil a los demás, está muy bien justificado.
5.- Cada noche, antes de dormir, debemos descubrir y agradecer el bien que Dios nos ha hecho durante la jornada y examinarnos luego de las buenas obras que con los que nos hemos relacionado y practicado nosotros, como respuesta a la bondad del Señor. Nobleza obliga, decimos y es lo que toca, si queremos ser coherentes.
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