HORARIO MISAS VERANO 2024

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INSCRIPCIONES CATEQUESIS CONFIRMACIÓN Y POSCOMUNIÓN 2024-2025

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16 febrero 2021

Domingo I de Cuaresma (Ciclo B) (21 de febrero de 2021)

 (Gn 9,8-15: 1P 3,18-22; Mc 1,12-15)

Conducir siempre con las luces cortas puede llevarnos a equivocar el camino. Vivir solo de lo inmediato, puede distorsionar totalmente nuestra vida y también nuestra vida cristiana. Al comenzar la Cuaresma, si no queremos equivocarnos, más que pensar en ayunos y abstinencias, es bueno que pongamos los ojos en Jesús y tratemos de ajustar nuestra vida, nuestra manera de obrar y pensar y nuestras palabras a las suyas. Esta es la verdadera conversión y revisión de vida a la que nos llama la Cuaresma: tener a Cristo siempre como referencia. La tradición, el costumbrismo, el ambiente, “el siempre se ha hecho así” pesan tanto sobre nosotros que nos resulta difícil pensar y actuar de otra manera, pero la conversión auténtica es una conversión a la persona de Jesucristo y a recuperar nuestra conciencia de bautizados.  

Poniendo los ojos en Jesús, especialmente en este primer domingo de Cuaresma, encontramos que eltexto evangélico nos lo presenta iniciando su vida pública. El mismo Espíritu, que se había manifestado en su Bautismo, lo empuja ahora al desierto donde será tentado. El desierto bíblicamente más que lugar geográfico es el momento de la prueba, de la dificultad, de la enfermedad, de la toma de decisiones, es el lugar o el momento en que se opta o por Dios o por el diablo. S. Marcos no nos indica en qué consintieron las tentaciones de Jesús, pero con el pantallazo siendo tentado por Satanás (v.13) quiere indicarnos de una manera sintética y clara que la vida de Jesucristo estuvo sometida constantemente a la tentación. La última y mayor tentación sería que se bajara de la cruz (Cf. Mc 15,32). Las tentaciones de Jesús están ligadas a su misión, y el intento de Satanás será desviarlo del camino marcado por Dios para que no lleve a cabo la Redención o al menos reducir su misión  a un plano meramente humano; es decir que renuncie a la cruz, pero Jesús se mantuvo vigilante en la oración para descubrir las sutilizas del diablo y para encontrar la fuerza que necesitaba en la oración y en el trato con el Padre. Jesús no se dejó engañar por las mentiras diabólicas disfrazadas de verdad.

Si volvemos los ojos ahora hacia nosotros, descubrimos que cada uno también ha recibido en el bautismo la misión de ser anunciador del evangelio, misión que constantemente se ve amenazada por la tentación y el pecado. El diablo intenta convertirnos en sus instrumentos para impedir que el reino de Dios sea una realidad. Las tentaciones tendrán muchas formas, serán de tipo espiritual, social, económico, pero siempre atrayentes y disfrazadas de felicidad, como en el caso de Adán y Eva en el Paraíso terrenal (Cf Gn 3,6), pero en último término, todas intetan que la obra redentora de Cristo no llegue a nosotros y a que no seamos cauce para que llegue la misma obra a los demás.

Y junto a la tentación nos encontramos también con la fuerza del Espíritu Santo para ser fieles a Dios, para tomar con entera libertad las decisiones que valen la pena y tomarlas delante de Dios en oración y austeridad. Solamente con la fuerza del Espíritu Santo, la fuerza de la oración y la vigilancia, como nos indica S. Pedro (1P 5,8-9), imitaremos a Jesucristo, venceremos nuestras tentaciones y podremos decir que estamos en proceso de conversión. Y la tentación suele además pasarnos por el desierto, por la túrmix de la humillación, del sin sentido de lo que hacemos o creemos, pero es precisamente ahí donde encontraremos el mejor espacio para la revelación y la intimidad con Dios, y este desierto lo podemos encontrar donde menos lo esperamos y donde menos nos gusta: en el vacío de la enfermedad y la vejez, en la desilusión, en un fracaso, en la soledad, lo podemos encontrar en esta situación problemática de coronavirus que estamos viviendo… ¡Cuantas personas han rehecho su vida o han descubierto al Dios de Jesucristo en situaciones semejantes! El desierto nos hará ver la autenticidad de nuestra vida cristiana.

Al contemplar a Jesús luchando y venciendo la tentación, el creyente encuentra abierta una ventana de esperanza: es posible vencer el mal. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo (Jn 16,33).

Vicente Martín, OSA

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