11 diciembre 2020

Juan testigo de la luz y de la alegría

 1.- Dios veía desde su trono del cielo al mundo entero envuelto en tinieblas, más oscuras aún que cuando en la creación del Universo todo era una masa amorfa sin sol ni luna y antes de enviar a su Hijo envía a un mensajero.

Y de esa oscura tiniebla surge una desdibujada figura de hombre, vestido con pieles de camello con una titilante antorcha en la mano. Surge Juan Bautista como aurora vacilante en la noche, como faro que anuncia bajíos en la costa, como estrella polar que señala el norte a los navegantes.

Surgió de la tiniebla un hombre, un testigo de la luz:

* Testigo contra la falsedad de la tiniebla. Viene a presentar una denuncia contra la mentira de esta vida. Testigo de que la mentira de los poderosos, charlatanes, sacamuelas y embaucadores acabará un día y triunfará de verdad plena a la luz.

* Antorcha vacilante que denuncia el odio, la violencia, el asesinato, que enturbia todo el humo de las bombas y metralletas. Denuncia que ese no es el mundo que Dios quiso desde el principio cuando hizo a los hombres hermanos.

* Denuncia que el explotar a la mayoría de los hombres para que vivan una minoría opíparamente nunca fue el proyecto del Señor.

* Esa antorcha vacilante nos anuncia que hay otra clase de hombres, que en vez de generar una historia de muerte y guerra genera un mundo de paz, de fraternidad, luz, alegría y amor.

Por eso nos dice San Pablo hoy “alegraos”, porque esa denuncia de Juan Bautista no es vana. Está refrendada por el mismo Dios que le ha hecho surgir de las tinieblas para dar paso a la luz.

* Alegraos porque el Señor está cerca. Alegraos porque ese Señor os inundará de paz, como empapa el agua a la esponja. Alegraos porque ese Señor que ha venido prometiendo la luz de la Verdad a través de los siglos por los Profetas, cumplirá sin duda su palabra.

2.- Juan surgió de la tiniebla como testigo de la luz y testigo de la alegría. Juan es la voz que grita en el desierto, donde nadie oye su voz porque los que deberían escucharla no la escuchan y por eso les dice Juan “en medio de vosotros hay uno que no conocéis”.

Hoy hay quien alardea públicamente de conocer a Dios, que esclaviza a los débiles, cuando son ellos esclavos del poder, del dinero, del placer.

Pero tendríamos que preguntarnos nosotros también si no es el Señor un desconocido para nosotros. Si no tenemos un Dios desconocido, como aquella estatua de que nos habla San Pablo que tenían los atenienses entre sus dioses para no dejar de adorar a ningún dios posiblemente existente.

3.- ¿Será nuestro Dios un desconocido para nosotros? Juan les dice que no conocen a Dios a los levitas y a los sacerdotes, a los que sabían teología, Sagrada Escritura, Moral… los que monopolizaban a Dios.

Y es que Dios no se le conoce con mucha ciencia. Se le conoce con el corazón. Cuántas veces son las gentes sencillas las que sintonizan de verdad con Dios.

No es la fría lógica la que nos lleva a Dios, es el calor humano. No conoce el padre al hijo mejor con raciocinios que la madre con la intuición del corazón.

Todos nosotros tenemos Fe, y muchos sin duda una fe muy fundada en estudios, pero para sintonizar con Dios, para que Dios no sea un desconocido para nosotros, necesitamos que esa Fe baje de la cabeza al corazón.

Y sólo cuando esa Fe caliente nuestros corazones seremos como Juan el Bautista, antorchas en medio de las tinieblas de nuestra sociedad y testigos de la luz y de la alegría de un Dios bien conocido por nosotros.

José María Maruri, SJ

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario