06 noviembre 2020

Para fijarnos en el evangelio del domingo 8 de noviembre

 • Este Evangelio de hoy (1-13) es el que se denomina la parábola de las diez vírgenes. La palabra que aparece en el texto original se puede traducir por “doncellas”, como hace esta versión (1.7.8.11) o por “vírgenes”. La palabra tiene, aquí, un significado preciso: muchachas todavía no casa- das y en edad de hacerlo.

• Las “doncellas” tenían que actuar como damas de honor del “esposo” (1.5.6.10) el día de su boda. Esto requería tener a punto “las lámparas” (1.3.4.7.8) y “el aceite” (3.4.8) para que ardiesen. “El aceite” representa, pues, lo que cada muchacha tendría que tener consigo para el momento decisivo (7).

• Es muy significativo que los personajes que nos representan a nosotros, cristianos y cristianas, sean “diez doncellas” o “vírgenes”. Quiere decir que todavía tenemos que casarnos, todavía no hemos hecho la alianza definitiva con aquel, “el esposo”, que nos ama y que viene a hacer la Alianza con cada uno y con toda la humanidad.

• La palabra pone el acento en que las “doncellas necias” (8) piden algo imposible en la práctica: que sus compañeras les “den un poco de su aceite” (8), ya que el aceite no llega para todas.

• “Las doncellas sensatas” (9) dan la única respuesta posible. No olvidemos de que se trata de una parábola en la que se apunta al final de la vida, cuando ya está todo hecho o no, es decir, cuando ya no hay ninguna posibilidad de rectificar nada. No nos atasquemos pues en si las “sensatas” deberían compartir o no. De hecho, “tener el aceite a punto” quiere decir que antes de dormirse (4-5) habían hecho lo que tenían que hacer, por ejemplo, compartir los bienes (Mt 25,31-45).

• Las compañeras “necias” quedan en evidencia (9): no se puede pretender entrar al Reino si se tiene una actitud contradictoria. O se está a punto o no se está (12).

• La expresión “Señor, señor, ábrenos” (11) nos recuerda lo que encontrábamos muchos capítulos atrás en Mateo: No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo (Mt 7,21). Esta afirmación de Jesús iba acompañada de la imagen de las dos casas, una construida sobre roca y otra sobre arena (Mt 7, 24-27), para decir qué ocurre si se escucha a Jesús y se le hace caso o no se hace caso. Escucharle y seguirle en la vida de cada día, en todo, es vivir “el Reino de los cielos” (1).

• En el marco de los capítulos 24-25, la parábola es una invitación a velar y a estar a punto para la llegada del Señor. La muerte de muchos miembros de la comunidad -“se durmieron” (5)- vendrá seguida de la resurrección final -“se despertaron todas” (7)- y entonces se verá si todo el mundo está a punto para entrar (10) al banquete del Reino. Como sea que existe el riesgo de quedarse fuera (10-11), ahora -hoy y aquí- es el momento de proveerse “de aceite”: ahora es el momento de cumplir la voluntad de Dios (Mt 7,21).

• El acento recae en la llamada a velar: “velad” (13). Es la llamada a tener “el aceite” a punto para el momento de la resurrección, el momento en el que “el esposo” nos “despertará” (7). Es el momento definitivo en el que ya está todo hecho o no. Es aquí y ahora, antes de “dormirse”, cuando se ha hecho o no se ha hecho lo que se tenía que hacer.

• La comunidad cristiana es llamada a ser la voz que día a día hace el anuncio: “¡Que llega el esposo!” (6). Ella misma debe velar, no vaya a ser que, a pesar de hacer el anuncio, quedara fuera del Reino por no haber atenido a lo más decisivo: habría anunciado que llegaba de fuera un “esposo” cuando toda la vida lo había tenido delante (Mt 25,31-45; 28,20).

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