13 noviembre 2020

No enterremos el corazón

 1.- Existen en Japón unos cuantos miles de cristianos descendientes de los mártires que se llaman Cristianos Escondidos (Kakure Christian). No abandonaron su Fe, sino que la escondieron, y enterraron y aún la siguen conservando enterrada y esa ha hecho que se pudra y sea una mera superstición. La Fe como los alimentan, no va bien con conservantes.

2.- Jesús nos viene a decir hoy lo mismo, que la Fe y el Corazón no admiten conservantes. El centro de atención de la parábola de hoy no son los dos siervos que produjeron 10 o 5 talentos, ni el premio que por eso se les da, sino que el tercero, el que por miedo conservó enterrado el talento.

Este sepulturero de talentos tiene una idea de un Dios duro, severo, justiciero hasta ser injusto, como tantas veces tenemos nosotros, temerosos ante un Dios con el palo en alto. Ante un Dios así lo mejor es no arriesgar nada, cumplir estrictamente la ley en aquello que estrictamente, ni más ni menos. Así nos buscamos un seguro CONTRA Dios, que es la actitud de los fariseos, que llevaban una religión de números y contabilidad.

Pero Jesús no parece haber aprendido cuentas en la escuela y todo lo confunde. Abandona 99 ovejas por buscar la perdida. No tiene en nada toda una herencia despilfarrada con tal de recobrar al hijo pródigo. Da la misma paga a todos los obreros con tal que el que llegó a última hora la reciba también.

Y es que el Señor no se mueve en una relación de paridad, tanto has hecho tanto recibes. Se mueve en el mundo del amor que no sabe de cuentas, sino de personas.

3.- Dice la parábola que el Señor confió a los tres siervos, y por tanto también al sepulturero de Talentos, su hacienda. La hacienda propia de Dios es aquello por que se define: su amor. El Señor nos confía su amor, su corazón.

En realidad todo hombre es un trozo del corazón del Dios Bueno, que se desprende para venir a este mundo a traer a los demás la cercanía del calor y del amor Dios. Y acabado su cometido regresa a Dios a ocupar ese hueco que dejó en su corazón.

Pero hay hombres que para que esa chispita de amor no se consuma en el trato de los demás, la entierran –entierran el corazón—y esa llama que comunicada se hubiera hecho grande y luminosa se deshace en ceniza. Y cuando llega el momento de devolver a Dios lo suyo le devuelven un poco de ceniza apagada.

–porque si el hombre es rico, pero entierra el corazón devolverá cenizas al Señor

–y si es listo y emprendedor pero ha enterrado el corazón devolverá cenizas a Dios.

–y aunque sea puro como los ángeles pero ha puesto en conserva el corazón devolverá un corazón amojamado y sin calor.

4.- Muchos de nosotros podemos preguntarnos, ¿qué talentos tengo yo? ¿Estudios? ¿Riquezas? ¿Buena posición? ¿Trato humano? ¿Salud? ¿O nada de eso? Nadie puede decir que no tiene un Talento, el único talento necesario. Todos tenemos recibido de Dios un corazón, para llevar a los demás calar humano, comprensión, bondad y perdón… No enterremos el Talento, enterremos el corazón.

José Maria Maruri, SJ

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