17 octubre 2020

Ser cristianos y ser ciudadanos

 Hoy y siempre, nos guste o no,

preguntar por la licitud de un impuesto,
cuando tenemos dinero y patrimonio
y vivimos muy dignamente,
es querer defendernos frente a los otros
-sean el césar,
la hacienda pública,
los pobres de la acera
o la propia conciencia-.

Y querer que Tú aclares
y justifiques nuestros quereres
de servir a dos señores
-cuando nos conviene-
o de enfrentarlos sin escrúpulos
-cuando nos conviene-,
es jugar a ser hipócritas
aunque no aparezcamos en la escena
y sean otros los que abren las puertas.

Aquel día que, mirándonos a los ojos, dijiste
“al César lo que es del César
y a Dios lo que es de Dios”,
abriste una brecha en el horizonte:
proclamaste la soberanía de Dios Padre,
la autonomía de la creación entera,
la libertad de conciencia de las personas,
la repulsa de toda ideología política y religiosa
y el uso de Dios para nuestros intereses.

Sabemos que no es evangélico
llegar a Dios por la presión del poder que impera
ni defender el estado apelando a su voluntad.
Con el proyecto de Dios no se juega.
No hay nadie, por grande que sea,
dentro o fuera de la iglesia,
que pueda adueñarse del mismo, o hacerse su guía,
apelando a poderes, leyes y costumbres
o a la gracia divina.

Y como lo de Dios tiene que ver,
no solo con las cosas religiosas,
también con las realidades y decisiones políticas,
toda iglesia que quiera ser evangélica
no puede quedarse encerrada
ni en los corazones ni en las sacristías;
ha de salir a las plazas públicas
para defender el proyecto de Dios
y la autonomía de la sociedad laica.

Por eso, Señor, enséñanos
a ser cristianos y ciudadanos.

Florentino Ulibarri

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