28 julio 2020

XVIII DOMINGO ORDINARIO (CICLO A): Homilía

Evangelio del día según San Mateo 14,13-21.

Las lecturas de este domingo nos hacen ver que no estamos nunca solos porque Dios, como un buen Padre siempre está pendiente de nosotros saciando nuestros deseos de felicidad y de realización personal.

La 1ª lectura del profeta Isaías nos hace tomar conciencia de que gastamos mucho tiempo y muchas energías en lo que realmente no nos llena ni nos da la felicidad.

Vivimos en una sociedad de la abundancia, donde constantemente se nos invita a consumir por consumir y no nos preocupamos de las verdaderas necesidades del ser humano.  Muchas veces compramos cosas, no porque las necesitemos, sino para presumir que tenemos tal posición social.  Nos dejamos influenciar por la publicidad, que nos invita constantemente al consumismo, haciéndonos creer que ahí está la felicidad en tener muchas cosas y en ser diferentes a los demás, paraque los demás nos admiren.  La publicidad explota la necesidad que tenemos de ser felices y de ser importantes para los demás.  Por desgracia la felicidad no se puede comprar a un precio tan barato.

Gastamos dinero en bienes que no alimentan nuestra vida, nuestro deseo de felicidad o de realización personal.

¿Cuáles son los bienes que merecen la pena adquirir y que pueden contribuir a nuestra felicidad?  El profeta Isaías nos dice hoy que la felicidad, lo deseos que tenemos los seres humanos de estar bien no se pueden comprar sino que hay que recibirlos gratuitamente como un don, porque son un regalo de Dios.  La verdadera felicidad la vamos a encontrar en Dios.

La 2ª lectura de San Pablo a los romanos nos recuerda, que nada puede apartarnos del amor de Dios.  Cuando creemos esto firmemente, desparecen muchos problemas porque sabemos que en las dificultades, Dios sale a nuestro encuentro para ayudarnos.

Todos tenemos deseos de ser amados, de que alguien nos ame incondicionalmente, porque todos sabemos que el verdadero amor ni se compra ni se vende por dinero.  Ese amor nos lo ha manifestado Dios en la persona de Jesús, que se entregó por nosotros.  A los ojos de Dios cada uno de nosotros tiene un valor infinito y nada nos puede separar de ese amor.  Ciertamente que tendremos que pasar por pruebas, problemas, incluso por la muerte.  Pero la presencia de Cristo a nuestro lado nos hará triunfar sobre cualquier enemigo que tengamos.  Nada nos puede separar del amor de Dios, excepto el pecado, es decir, nuestra decisión de no querer acoger el amor de Dios.

El Evangelio de san Mateo nos ha presentado el relato de la multiplicación de los panes y los pescados.

Este milagro nos invita hoy a nosotros a pensar que el deseo de Jesús es que vivamos en fraternidad con los que sufren y pasan hambre y nos decidamos a compartir lo que tenemos, que convivamos como hermanos, porque vivir en fraternidad y solidaridad es la única manera de seguir a Jesús.

Jesús nos recuerda hoy que no podemos comer, ni vivir tranquilos mientras que junto a nosotros haya hombres y mujeres amenazados de tantas hambres.

No podemos admitir que unos tengan más alimento de lo que pueden consumir, mientras que otros muchos no tienen lo necesario para subsistir.  El problema del hambre en el mundo es consecuencia de una injusta distribución de los bienes, de una mala justicia social.  El hambre en el mundo no se va a resolver recurriendo únicamente a programas de asistencia social, o dando “limosnas”, sino que se necesita un cambio de mentalidad que lleve a los hombres a la lógica del compartir.

La Tierra produce y puede producir mucho más de lo necesario para alimentar a los millones de personas que la habitamos, pero para ello es necesario que aprendamos todos a compartir.  Los bienes que Dios puso a disposición de sus hijos, no pueden ser acaparados por algunos; pertenecen a todos los hombres y deben ser puestos al servicio de todos.

Cuando se comparte, Dios hace el milagro de que haya para todos y aún sobre.  Lo que a unos le sobra, a otros les falta.  Lo que para unos puede ser algo innecesario para otros puede ser algo esencial.  Cuantas personas podrían vivir dignamente como personas con lo que les sobre a muchos otros.

Si te miras por dentro, te darás cuenta de cuántas cosas sobran en tu vida, que no sabes qué hacer con ellas. Cosas que tú mismo ya no consumes e incluso hasta te pueden estorbar y no sabes qué hacer con ellas. No te fijes tanto en tu chequera, ni en los guardarropas que ya están llenos, ni siquiera en la nevera donde hay muchas cosas que se están echando a perder. Es preferible que mires a tu corazón. Porque es ahí donde más abundancia hay en tu vida y la podrías compartir con muchos a los que podrías enriquecer.

Hagamos el milagro de compartir todas esas cosas que nos sobran y que tenemos almacenadas en nuestro corazón y veremos cómo se produce el milagro.

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