30 julio 2020

Érase una vez... Las gafas de Dios

Iba un difunto camino del cielo, donde esperaba encontrarse con 

Entonces se le ocurrió localizar a su socio de la financiera donde trabajaba; lo logró; en ese instante su colega estafaba a una pobre mujer viuda con un crédito bochornoso que terminaría de hundirla en la miseria para siempre. Al ver la injusticia que su socio iba a realizar, tuvo un profundo deseo de justicia. Buscó bajo la mesa el banquito de Dios y lo lanzó a la Tierra. El banquito le pegó un gran golpe a su socio, tumbándolo allí mismo.

En ese momento Dios llegaba a su despacho. Nuestro amigo se 

-No, no -le dijo Dios-, no te pregunto eso. Lo que te pregunto es lo que hiciste con mi banquito.

Animado, le contó que había entrado en su despacho, había visto el escritorio y las gafas, y no había resistido la tentación de echar una miradita al mundo. Que le pedía perdón por el atrevimiento.

-No, no -volvió a decirle Dios. Todo eso está muy bien. No hay nada que perdonar. Mi deseo profundo es que todos los hombres fueran capaces de ver el mundo como yo lo veo. En eso no hay pecado. Pero hiciste algo más. ¿Qué pasó con mi banquito donde apoyo los pies?

Animado del todo, le contó a Dios que había estado observando a su socio justamente cuando cometía una tremenda injusticia, y que sin pensar en nada había tomado el banquito y se lo había arrojado a la espalda.

-¡Ah, no! -volvió a decirle Dios-. Ahí te equivocas. No te diste 

Si viéramos y valoráramos el mundo, la vida y las personas con las «gafas de Dios»...

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