Por Ángel Gómez Escorial
1.- . Es un bellísimo texto del Libro de la Sabiduría. Lo voy a releer si os parece bien. “Un silencio sereno lo envolvía todo, y, al mediar la noche su carrera, tu Palabra todopoderosa, Señor, vino desde el trono real de los cielos”. Es una descripción muy bella de esos momentos del Nacimiento del Niño Dios. Se hizo la paz y el silencio en el universo para mejor ver llegar al Hijo de Dios. O, al menos, así lo interpreto yo. Deciros también que este domingo es como un reflejo –un eco dicen algunos— de la fiesta de la Navidad. Y así muchos de los textos que se reflejan en la celebración de hoy son los mismos de la Natividad. Y, sinceramente, creo que es muy buena esta “segunda oportunidad”, por si hace unos días se nos pasaron algunas cosas de la celebración del Nacimiento de nuestro Salvador. Y quiero comentar también, antes de referirme a las lecturas de este día, que hay algo de fuerte contenido cósmico en el Nacimiento del Niño Jesús. Dios se hacía hombre y la creación entera debía estar expectante ante ese hecho extraordinario. Es posible que el ámbito del género humano sea limitado, pero no así otros ámbitos y otras dimensiones. El tiempo de calmó, se “paró” un poco. Se esperaba el milagro… con un silencio sereno. ¿No es emociona todo esto? ¿No os hace volar un poco hacia lo eterno o, al menos, hacia la inmensidad del universo?
2.- Y, en cierto modo, la estela de lo que acabo de decir se aprecia en el fragmento que hemos escuchado del Libro del Eclesiástico. Es el camino de la Sabiduría divina para establecerse en el pueblo de Dios. Y ojalá esa Sabiduría viviera en medio de esta humanidad de hoy que tantos problemas tiene y que tanto se aleja de la bondad y de la serenidad. Sin embargo, llegó hace más de dos mil años y sigue entre nosotros. Deberíamos ser capaces de apreciar su presencia y aprender. La segunda lectura os ha sonado, claro. El fragmento de la Carta de Pablo de Tarso a los Efesios es un himno litúrgico de gran belleza que hemos oído muchas veces. Pero lo importante de esas palabras está en que Dios nos eligió en la persona de Cristo para ser hijos adoptivos de Él y eso por los méritos de Jesucristo. Es algo muy importante. Somos hijos de Dios y eso nos tendría que llenar de gozo en todas las horas del día. El Evangelio, como en la Misa del Día de Navidad, es el prólogo del Evangelio de San Juan. Bellísimo texto de unas resonancias poéticas de primera magnitud, pero que contiene la verdad trinitaria revelada. Cuando tengamos dudas sobre ese Dios Familia que es la Trinidad Santísima no tenemos más que leer el texto que acabamos de escuchar.
3.- Vamos pasando los días en este bendito tiempo de Navidad. Mañana, celebraremos la Fiesta de la Epifanía es que no es otra cosa que la Manifestación de Dios a los hombres. Quedan poco tiempo para ese momento, que celebraremos dentro de la sana algarabía de los niños que han recibido sus regalos. Pero todo está relacionado. La Palabra está entre nosotros y debemos de adorarla. Preparémonos, una vez más, para llegar el martes al Portal del Belén con nuestros mejores regalos, con nosotros mismos, con nuestra vida –con cosas buenas y malas— para ofrecérsela a ese Niño que nos ha nacido.
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