03 enero 2020

Para fijarnos en el evangelio Domingo II de Navidad

• San Juan parece que quiera empezar la Biblia: Al principio creó Dos el cielo y la tierra (Gn 1,1).
• Al final del prólogo se dice que la Palabra es Jesucristo (17-18). Y a lo largo de todo el Evangelio de Juan (3,13; 6,62; 8,58; 17,5.24) se irá repitiendo que ya “al principio”, “estaba junto a Dios” y “era Dios”.
• La “Palabra” tiene que ver con la realidad creada. Lo cantaba el libro de la Sabiduría: Dios de mis padres, Señor de misericordia, que todo lo creaste con tu palabra (Sa 9,1); y lo proclaman los Apóstoles: No hay más que un solo Señor, Jesucristo, por quien existe el universo (1Co 8,6) (Col 1,16- 17; Heb 1,2-3; Ap 3,14). De manera que podemos hablar, con san Pablo, de una “creatura nueva” en aquellos que se dejan tocar por Jesucristo: el que vive con Cristo es una creatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo (2Co 5,17).

• Por otro lado, hablar de Jesucristo como “Palabra” y de que Dios nos ha creado “con su palabra” nos hace caer en la cuenta de que Dios se comunica y de que estamos hechos para la comunicación: comunicación / diálogo / apertura de corazón / decir bien y comunicación de bienes.
• A Jesucristo, a quien Juan ha definido como “Palabra” y “Palabra creadora”, también lo define como “luz” (4.5.9). Más adelante abunda en el tema (Jn 8,12; todo el capítulo 9; 11,9; 12,46). Es “la luz” que viene al mundo y alumbra a todo hombre (9) que se le acerca.
• La palabra “mundo” (10), sobre todo en los capítulos 13-17 del Evangelio según Juan, representa una oposición compacta y radical contra Jesús (Jn 14,17.19.27; 15,18.19; 16,8.20; 17,9.14.16.25). En este sentido, ni Jesús es del mundo (Jn 8,23) ni los discípulos lo son (Jn 17,14.16). Pero Dios ama mucho al mundo y le envía a su Hijo (Jn 3,16). También los creyentes serán enviados al mundo (Jn 17,18).
• Jesucristo “vino a su casa, y los suyos no lo recibieron” (11); según algunos se trata de una referencia a Israel, el pueblo que rechazó a su Mesías; pero otros dicen que es una referencia al conjunto de la humanidad que, como tal, no ha aceptado la Palabra hecha carne, persona humana (14). En cualquier caso, nos cuestiona a todos.
Y nos anuncia la Buena Noticia: Él nos hace “hijos de Dios” (12). Sólo hay que acogerlo, dejar que nos recree, que haga de nosotros una “creatura nueva” (2Co 5,17).
• Esta cuestión de acoger o no acoger a Jesucristo nos da la pista sobre qué es, en el Evangelio, creer y no creer en Él. Ciertamente no vale un criterio grupal, étnico, familiar…: precisamente “los suyos no lo recibieron” (11).
• La palabra “carne” (14) traduce el vocablo griego “sarx”, que aquí significa la condición humana en su vertiente de debilidad y de limitación. Éste es un tema central de los escritos de san Juan (Jn 6,53-55; 1Jn 4,2; 2Jn 7).
• Decir que “acampó entre nosotros” (14), o sea, que “plantó la tienda”, es una alusión al templo o tabernáculo donde Dios se manifestaba en el Antiguo Testamento (Ex 40,34-35; 1Re 8,10-13). Ahora Dios se manifiesta en la “carne” de este hombre, Jesús de Nazaret, el nuevo templo (2,21).
• La palabra “gloria” (14) acentúa el tema de la presencia de Dios (Ex 34,29- 35; Is 60,1-2). Por otro lado, este texto es un reflejo de la fe que profesa la comunidad de creyentes (“hemos contemplado”). La gloria de Dios la contemplamos en la vida de las personas.
• En Jesucristo, que se ha hecho como nosotros, podemos conocer a Dios (18). Y dejándonos tocar -re-crear- por Él, volveremos a ser “imagen y semejanza de Dios” (Gn 1,26), tal como nos creó al principio de la arcilla de esta tierra creada por Él (Gn 2,7).

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