¿Cómo fue su vida en Nazaret, cuando regresaron?
Tanto en Belén, como en Egipto y en Nazaret, la vida de Jesús, María, y José, fue una vida sencilla y corriente, parecida a la de todas las personas de su país y de su época. Dios Padre no quería que fuera distinta, porque buscaba, precisamente, que ellos nos sirvieran de ejemplo a todos nosotros; ejemplo de amor, de unidad, de sencillez, de trabajo honrado, de servicio a los demás, y de amor muy grande y muy profundo por Él.
Antes de que Jesús naciera, cuando María y José vivían en Nazaret, María se dedicaba a los oficios de la casa, y José trabajaba en su taller de carpintería, y también como albañil, colaborando en la construcción de las casas.
Cuando se fueron de Nazaret para Belén, cumpliendo la orden del gobernador romano, José se llevó sus herramientas para hacer algunos trabajos sencillos que le pidieran los que lo conocían, y así poder pagar los gastos del viaje. Estas herramientas le sirvieron mucho a José, cuando, por las circunstancias que se presentaron, tuvieron que huir a Egipto. Con ellas y con los conocimientos de construcción que tenía, consiguió un buen trabajo en el pueblecito donde se instalaron, hasta que supieron que ya Herodes había muerto, y pudieron regresar a su país y a su pueblo.
De nuevo en Nazaret y en su casa, María y José retomaron la vida que habían dejado. José encontró mucho trabajo atrasado para hacer, porque los vecinos lo habían estado esperando; ningún carpintero del mundo les hacía las cosas tan bien como él se las hacía, ni con tanto amor.
María, por su parte, regresó con ideas nuevas para tejer los vestidos y se puso aenseñárselas a todas las señoras, que quedaban encantadas; y también con nuevas recetas de cocina que guardó como un secreto, pero que le permitían hacer siempre algo especial cuando se celebraba una fiesta.
Y Jesús, que dejaba admirados a todos por su belleza y su inteligencia, iba creciendo y desarrollándose, al lado de los demás niños, muy querido por todos. Amaba a sus padres y siempre les obedecía, nunca peleaba con nadie, era servicial y atento con las personas mayores, alegre y divertido con sus amigos, y sobre todo, amaba mucho a Dios, a quien llamaba “Papacito” en sus oraciones de todos los días.
Nadie en Nazaret conocía el gran secreto de María y José; nadie sabía que Jesús era distinto, porque era el Hijo de Dios, pero todos podían darse cuenta de que los tres formaban una familia muy, muy hermosa, y que todo lo que hacían lo hacían bien, porque Dios estaba en sus corazones; podían verlo en sus ojos cuando los miraban a la cara, y en todas sus actitudes.
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