Lectura orante del Evangelio: Lucas 1,26-38
“¡Juntáis quien no tiene ser con el Ser que no se acaba! Sin tener que amar amáis.
Engrandecéis nuestra nada” (Santa Teresa, poesía 6).
El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una virgen desposada con un hombre
llamado José; el nombre de la virgen se llamaba María.
¡Qué maravilla tan sorprendente! ¡Qué caminos tan nuevos!
¡Qué iniciativa tan gratuita de Dios: llamar a la puerta de una virgen!
Dios buscando al ser humano, la Palabra haciéndose historia en un hogar humano,
el Esposo tras los pasos de la esposa. Santa María, estrella de una mañana llena
de Evangelio. Ruega por nosotros.
‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’.
El nombre más profundo que Dios nos regala es alegría. Nos lo ha dicho María,
la llena de gracia, la mujer estremecida por la mirada amorosa de Dios.
Dios se anuda con nosotros, para tejer una historia de amor. Tienda de encuentro de Dios
con la humanidad. Ruega por nosotros.
‘No temas, María… concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás
por nombre Jesús’.
Jesús es la más bella hermosura que nos puede nacer dentro. Jesús desvela nuestro
misterio escondido. Jesús es el nombre que el Espíritu dice en nuestros labios.
Jesús, en nosotros, es pan partido para todos los pobres. Volver a Jesús vence los temores.
Santa María: Madre de Jesús. Ruega por nosotros.
‘¿Cómo será eso?’
¿Cómo abrazará la plenitud a la pequeñez? ¿Cómo será ese beso de Dios en nuestros
labios? ¿Cómo será la nueva humanidad soñada por el que es Vida y Amor? ¿Cómo le
nacerán al tronco viejo renuevos de esperanza? El Adviento es un tiempo de preguntas
que Dios siempre escucha. Santa María: Narración nueva del amor de Dios. Ruega
por nosotros.
‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti’.
El Espíritu baja al corazón de todo lo creado. La nueva creación es cosa suya. María le
abre la puerta: Dios se humaniza en ella. Ya no hay que obrar a la fuerza, solo hay que
caminar al aire del Espíritu, sentir su presencia como una fuente que nos mana por
dentro. En María aparece la ternura de Dios para acariciar todas las heridas. Santa María:
presencia del Espíritu. Ruega por nosotros.
María contestó: ‘He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra’.
Un silencio adorador, por el asombro, nos permite disfrutar de la flor sin robarle
el perfume. Una fe, la de María, permite el intercambio: “el llanto del hombre en Dios y
en el hombre la alegría, lo cual del uno y del otro tan ajeno ser solía”. ¡Dichoso el sí
que hace posible el plan de Dios! Santa María: Icono de la fe. Ruega por nosotros.
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