Por Gabriel González del Estal
1.- El niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. De ordinario, nos imaginamos a la Sagrada Familia como a una familia idílica y maravillosa, a la que sería maravilloso poder imitar. Y de eso, nada. La Sagrada Familia, atendiéndonos literalmente a lo que dicen los evangelios, no fue una familia normal, sino que fue una familia totalmente atípica, imposible de imitar y de proponer como modelo estructural a las familias “normales”. Empecemos por el origen más lejano, tal como se nos dice en el evangelio de Mateo: en la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham, san Mateo nos habla de cuatro mujeres a las que los judíos no podían considerar venerandas, ni, en muchos aspectos, ejemplares; son Tamar, Rajab, Rut y la mujer de Urías. Según esta genealogía, Jesús es tan descendiente de estas mujeres, como de Abraham y de David. Si pasamos luego a la concepción de Jesús, vemos que Jesús es concebido antes de que sus padres estén legalmente casados y, para más asombro, su padre legal, José, no es el padre biológico. Tampoco el nacimiento de Jesús es muy de envidiar: nace lejos de su casa paterna y en un establo. Al poco tiempo de nacer, sus padres tienen que salir huyendo y marchándose a un país extranjero, porque el rey quiere matar al niño. También lo que nos narra el evangelio de hoy –Jesús perdido y hallado en el templo- es algo que se sale del buen comportamiento que debe tener un niño de la edad de Jesús, dando a sus padres un disgusto morrocotudo. ¿Cuál es, entonces, el mensaje que debe llegar hasta nosotros en este día de la fiesta de la Sagrada Familia? El mensaje, maravilloso, por cierto, también está en el texto evangélico que leemos en esta fiesta. Veamos.
2.- Ellos no comprendieron lo que quería decir. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y lo que se dice de María, yo creo que también se puede decir de José: José y María no entendían muchas cosas del niño, pero, aunque a veces con dificultad, lo aceptaban tal como era, porque lo que sí sabían era que el niño obedecía órdenes superiores. Ellos, José y María se limitaban a guardar todo en su corazón, es decir, a aceptar la voluntad de Dios, a amar al niño, y a considerarse simples colaboradores de Dios en sus designios inescrutables. Tanto José como María ya sabían bastante de esto: José ya había sabido guardar un asombroso silencio cuando vio que su prometida estaba embarazada antes de vivir con él y María había sabido aceptar, con profunda humildad, las palabras del ángel, antes de la concepción virginal de su hijo. El profundo respeto que José había tenido ante el comportamiento extraño de María y el profundísimo respeto que José y María demostraron ante el comportamiento extrañísimo del niño en esta ocasión, son un ejemplo admirable para muchísimas familias de nuestro tiempo que pasan por momentos de convivencia complicada y difícil. El RESPETO entre todos los miembros de la familia es un magnífico mensaje que nos envía hoy a las familias de nuestro tiempo esta fiesta de la Sagrada familia.
3.- Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Sólo un gran amor pudo hacer posible una convivencia harmoniosa entre los tres miembros de la Sagrada Familia. Y el amor es, una vez más, el gran mensaje de la fiesta de hoy y de todas las fiestas litúrgicas que hacen referencia a la vida de José, de María y del Niño. Sin un gran amor, la convivencia entre los tres miembros de la Sagrada Familia hubiera sido un gran desastre. ¿No es hoy la falta de amor lo que hace dolorosamente imposible la buena convivencia entre muchas familias? Sí, el AMOR CRISTIANO es el mejor mensaje que podemos mandar hoy a nuestras familias en esta fiesta de la Sagrada Familia.
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