11 DE AGOSTO DE 2019
Liturgia de las Horas – Tercera Semana del Salterio.
R I T O S I N I C I A L E S
CANTO DE ENTRADA.
Juntos cantando la alegría, de vernos unidos en la fe y el amor. Juntos sintiendo en nuestras vidas, la alegre presencia del Señor.
Hay una fe que nos alumbra con su luz, una esperanza que empapó nuestro esperar. Aunque la noche nos envuelva en su inquietud, nuestro amigo Jesús nos guiará.
SALUDO Y MONICIÓN.
ACTO PENITENCIAL.
GLORIA.
ORACIÓN COLECTA.
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA.
Lectura del libro de la Sabiduría 18, 6‑9
La noche de la liberación les fue preanunciada a nuestros antepasados, para que, sabiendo con certeza en qué promesas creían, tuvieran buen ánimo.
Tu pueblo esperaba la salvación de los justos y la perdición de los enemigos, pues con lo que castigaste a los adversarios, nos glorificaste a nosotros, llamándonos a ti.
Los piadosos hijos de los justos ofrecían sacrificios en secreto y establecieron unánimes esta ley divina: que los fieles compartirían los mismos bienes y peligros, después de haber cantado las alabanzas de los antepasados.
PALABRA DE DIOS
SALMO RESPONSORIAL. Salmo 32.
Antífona: Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad.
Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme, en los que esperan su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.
Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
SEGUNDA LECTURA.
Lectura de la carta a los Hebreos 11, 1‑2. 8‑12 (Breve)
Hermanos:
La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve.
Por ella son recordados los antiguos.
Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba.
Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas, y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios.
Por la fe, también Sara, siendo estéril, “obtuvo vigor para concebir” cuando ya le había pasado la edad, porque consideró fiel al que se lo prometía.
Y así, de un hombre, marcado ya por la muerte, nacieron hijos numerosos, como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas.
PALABRA DE DIOS
SEGUNDA LECTURA.
Lectura de la carta a los Hebreos 11, 1‑2. 8‑19
Hermanos:
La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve.
Por ella son recordados los antiguos.
Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba.
Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas, y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios.
Por la fe, también Sara, siendo estéril, “obtuvo vigor para concebir” cuando ya le había pasado la edad, porque consideró fiel al que se lo prometía.
Y así, de un hombre, marcado ya por la muerte, nacieron hijos numerosos, como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas.
Con fe murieron todos éstos, sin haber recibido las promesas, sino viéndolas y saludándolas de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra.
Es claro que los que así hablan están buscando una patria; pues si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver.
Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo.
Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad.
Por la fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac: ofreció a su hijo único, el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu descendencia.»
Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar de entre los muertos, de donde en cierto sentido recobró a Isaac.
PALABRA DE DIOS
ALELUYA.
Antífona: Estad en vela y preparados, porque a la hora que menos pensáis viene el Hijo del hombre.
EVANGELIO.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 32‑48
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose les irá sirviendo.
Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»
Pedro le dijo: «Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?»
Y el Señor dijo: «¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas?
Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si aquel criado dijere para sus adentros: "Mi señor tarda en llegar", y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que nos son fieles.
El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos.
Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá.»
PALABRA DEL SEÑOR
EVANGELIO. (Breve)
Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 35‑40
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose les irá sirviendo.
Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»
PALABRA DEL SEÑOR
HOMILÍA.
CREDO.
ORACIÓN DE LOS FIELES.
LITURGIA EUCARÍSTICA
OFERTORIO.
Canto:
En este mundo que Cristo que nos da, hacemos la ofrenda del pan. El pan de nuestro trabajo sin fin y el vino de nuestro cantar. Traigo ante Ti nuestra justa inquietud: Amar la justicia y la paz.
Saber que vendrás, saber que estarás, partiendo a los pobres tu pan. (Bis)
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS.
PREFACIO Y SANTO.
PLEGARIA EUCARÍSTICA.
RITO DE LA COMUNIÓN
PADRE NUESTRO.
RITO DE LA PAZ.
CORDERO DE DIOS.
COMUNIÓN.
Canto:
Si vienes conmigo y alientas mi fe, si estás a mi lado a quien temeré. (Bis)
A nada tengo miedo, a nadie he de temer, Señor, si me protegen tu amor y tu poder. Me llevas de la mano, me ofreces todo bien. Señor, Tú me levantas, si vuelvo a caer.
¡Qué largo mi camino! ¡qué hondo mi dolor! Ni un árbol me da sombra ni escucho una canción. ¿Será que a nadie puedo mirar ni sonreír? Señor, Tú solo quedas, Tú solo junto a mí.
En cosas que se mueren yo puse el corazón. Fue tierra mi tesoro, fue vana mi ilusión. En cosas que se mueren me voy muriendo yo, Tú solo vives siempre, Tú solo mi Señor.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN.
Este es el tiempo en que llegas,
Esposo, tan de repente,
que invitas a los que velan
y olvidas a los que duermen.
Salen cantando a tu encuentro
doncellas con ramos verdes
y lámparas que guardaron
copioso y claro el aceite.
¡Cómo golpean las necias
las puertas de tu banquete!
¡Y cómo lloran a oscuras
los ojos que no han de verte!
Mira que estamos alerta,
Esposo, por si vinieres,
y está el corazón velando,
mientras los ojos se duermen.
Danos un puesto a tu mesa,
Amor que a la noche vienes,
antes que la noche acabe
y que la puerta se cierre. Amén.
(Himno de la Liturgia de las Horas)
ORACIÓN.
RITO DE CONCLUSIÓN
BENDICIÓN Y DESPEDIDA
Canto:
Tú eres el Dios que nos salva, la luz que nos ilumina, la mano que nos sostiene y el techo que nos cobija. La mano que nos sostiene y el techo que nos cobija.
Te damos gracias, Señor. Te damos gracias, Señor. (Bis)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario