30 agosto 2019

LA HUMILDAD, COMO VIRTUD PRIMERA

Por Gabriel González del Estal

1. Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. La lectura del libro del Eclesiástico y la lectura del relato evangélico según san Lucas hablan de la humildad como una virtud necesaria en la vida de todas las personas. La persona humilde es, casi siempre, más apreciada que la persona soberbia. Y, como el pasado miercoles, día 28 de agosto, fue la fiesta de san Agustín, yo, que soy agustino, me voy a permitir citar en esta homilía algunas frases sobre la humildad según san Agustín. Algunas de estas frases del santo sobre la humildad, les pueden parecer a algunos a primera vista algo exageradas, pero si las pensamos bien veremos que reflejan una realidad psicológicamente comprobable. Dice san Agustín: “El verdadero camino para llegar a la verdad es la humildad, segundo la humildad, tercero la humildad; y cuantas veces me lo preguntes, otras tantas te diré lo mismo. No es que falten otros que se llamen preceptos, pero si la humildad no precede, acompaña y sigue todas nuestras buenas acciones… el orgullo nos lo arrancará todo de las manos cuando nos estemos ya felicitando por la buena acción. Porque los otros vicios son temibles en el pecado, más el orgullo es temible incluso en las buenas obras. Del mismo modo, si me preguntas acerca de los preceptos de la religión cristiana, me gustaría detenerme siempre en la humildad, aunque la necesidad del momento me obligue a decir otras cosas”.
Quizá la razón más profunda que veía el santo para hablar de la humildad como virtud primera era el misterio de la Encarnación. Cada vez que el santo hablaba de la Encarnación de Dios en Cristo lo hacía resaltando y alabando la humildad de Dios. En este sentido tiene el santo muchas frases sobre la necesidad que tenemos nosotros de practicar la humildad, si queremos vivir en nuestra propia vida la encarnación de Dios. “Considera, oh hombre, lo que vino a ser Dios por ti y aprende la doctrina de tan gran humildad… Para hacernos capaces de alcanzar la plenitud, el que era igual al Padre se hizo semejante a nosotros en forma de siervo”. Pues, como he dicho, hoy que es la fiesta del santo obispo de Hipona será bueno que nosotros, no sólo los agustinos, sigamos los consejos de san Agustín sobre la humildad, con la seguridad que si nosotros nos humillamos, el Señor nos enaltecerá.

2. Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso. Estas frases del libro del Eclesiástico hablan de una realidad muy humana: generalmente no nos gustan las personas orgullosas y, en cambio, apreciamos a la persona que sabe portarse ante nosotros con humildad y sencillez. La humildad casi siempre nos invita al servicio, mientras que el orgullo tiende a hacernos despóticos y engreídos. Ante Dios nos resulta fácil sentirnos humildes, porque la grandeza de Dios supera infinitamente nuestras limitaciones y debilidades, pero ante los hombres no siempre es fácil comportarnos con humildad, porque tendemos a creernos iguales o superiores a los demás. De exagerar en algo, más vale exagerar en la humildad, no en la soberbia. Sigamos, pues, con humildad los consejos tan prácticos que nos da hoy el libro del Eclesiástico.

3. Vosotros os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo. El autor de la carta a los Hebreos contrapone las dos alianzas, la del Sinaí y la de Cristo. La alianza del monte Sinaí, cuyo mediador fue Moisés, estuvo acompañada de truenos y seísmos, en cambio la segunda alianza, cuyo mediador fue Cristo, nos produce paz y amor. Los cristianos somos hijos de la alianza en Cristo, alianza nueva y eterna, como decimos todos los días en las palabras de la consagración. Agradezcamos a Cristo el habernos rescatado del pecado mediante esta nueva y eterna alianza, que llevó a cabo Jesucristo con su vida, muerte y resurrección

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