08 junio 2019

¡PENTECOSTES: UNA IGLESIA EN MARCHA!


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Por Javier Leoz

1.- Podemos pensar que aquellos hombres a los que el Resucitado enviaba por aquellos mundos de Dios… eran distintos a nosotros.

Podemos pensar que todos, sin excepción, vestían el traje de la perfección

Podemos pensar que, al ser tan tocados y elegidos por Dios, no había ventana abierta para la duda ni para la desesperanza, para el pecado o la deserción.

Podemos pensar eso y llegar a equivocarnos con esa imagen idílica de lo que fueron y, tal vez, en algo no lo fueron tanto.

Uno, cuando entra en la Palabra de Dios, concluye que aquellos sobre los que el Espíritu descendía en aquel primer Pentecostés, estaban tan traspasados de dudas como actualmente lo podemos estar nosotros. Tan llenos de miserias como de contradicciones está poblada nuestra misma vida. Tan condicionados por las debilidades como nosotros inmersos y atacados por el vacío espiritual que lo invade todo y lo penetra todo. 2000 años después de aquel tiempo inaugurado por el Espíritu Santo, el tiempo de la Iglesia, seguimos con las mismas luchas y con los mismos condicionantes para vivir como testigos del Resucitado.


2.- Unos quieren vivir esa experiencia al margen de la iglesia. La ven como algo desfasado y cerrada en sí misma. Como que, hace tiempo, que dejó de escuchar la voz del Espíritu que le llama a la renovación personal y comunitaria.

Otros, aun siendo conscientes de sus limitaciones y traiciones al espíritu del Evangelio, la queremos porque sabemos que si la Iglesia fuese perfecta y santa al cien por cien… no tendríamos cabida en ella y, porque la sentimos tan nuestra, trabajamos, ponemos la crucecita en nuestra declaración de la renta, formamos parte diferentes grupos, movimiento o nos desvivimos hasta la muerte por lo que es grande en ella: JESUCRISTO

3.- Hoy, en Pentecostés, damos gracias a Dios por esta gran casa en la que todos tenemos un sitio y algo que ofrecer y realizar: LA IGLESIA.

-Una iglesia que se hace fuerte e irrompible cuando siente y se agarra a la comunión de hermanos en la misma fe y unidos por la misma esperanza

-Una iglesia que se lanza al futuro sin miedo alguno sabiendo que lleva entre manos la mayor riqueza que el mundo puede esperar: EL EVANGELIO

-Una iglesia que habla sin tapujos, sin vergüenza y que, precisamente por ello, su mensaje provocará chispas cuando puede más la sinrazón que el sentido común, la banalidad de las cosas que la dignidad humana, el personalismo más que lo comunitario, el cosmos más que el propio hombre.

-Una iglesia a la que no le importa mirar de reojo, pero con afán de superación, a los orígenes de su nacimiento. En aquel alumbramiento la comunión de bienes y el perdón, la fraternidad y la alegría, la valentía y la audacia para presentar a Jesucristo…rompieron esquemas y tradiciones, corazones y modos de vida.

-Unos hombres y mujeres que llamaban la atención y que fueron formando esa gran familia que ha llegado hasta nuestros días. ¿Por qué hoy nuestra iglesia brilla más por el esplendor de su riqueza artística que por el estilo de vida que muchos cristianos no llevamos dentro de ella?

4.- Pentecostés…a los cincuenta días entonces, y 2019 años después, es un soplo que nos viene bien para lanzarnos como iglesia a la conquista de ese mundo tan duro para entender y comprender, vivir y amar las cosas de Dios.

Pentecostés…con todo lo que la Iglesia ha sido y es, supone un abrir de par en par la creatividad de todo creyente para que el mensaje de salvación de Jesucristo no quede clavado en las cuatro paredes de una sacristía o adornando la belleza de un templo.

Pentecostés…con nuestras fatigas e incoherencias nos infunde aires nuevos y bríos nuevos, ganas e ilusión, compañía y fortaleza, honestidad y transparencia, vitalidad y ansias de conquistas para Dios.

5.- VIVIR SEGÚN EL ESPÍRITU SANTO

Vivir según  el Espíritu Santo, es difícil.

Vivir con el  Espíritu Santo, no lo es tanto.

Es bueno  pensar que, El,

nos acompaña  aunque no nos demos cuenta;

nos habla,  aunque no lo escuchemos;

nos conduce,  aunque acabemos eligiendo el camino contrario;

nos  transforma, aunque pensemos que, todo, es obra nuestra.



VIVIR PENTECOSTES

es pedirle a  Dios, que nos ayude a construir 

la gran  familia de la Iglesia

es orar a  Dios, para sacar de cada uno lo mejor de nosotros mismos

es leer la Palabra y pensar: “esto lo  dice Jesús para mí”

es comer la Eucaristía, 

y sentir el  milagro de la presencia real de Cristo

es rezar, y  palpar –con escalofríos- el rostro de un Dios que nos ama.



¡PENTECOSTES ES EL DIOS INVISIBLE!

El Dios que  camina hasta el día en que nos llame a su presencia

El Dios que  nos da nuevos bríos e ilusiones

El Dios que  nos levanta, cuando caemos

El Dios que  nos une, cuando estamos dispersos

El Dios que  nos atrae, cuando nos divorciamos de El



¡PENTECOSTES ES EL DIOS DE LA BRISA!

El Dios que  nos rodea con su silencio

El Dios que  nos indica con su consejo

El Dios que  nos alza con su fortaleza

El Dios que  nos hace grandes con su sabiduría

El Dios que  nos hace felices con su entendimiento

El Dios que  nos hace reflexivos con su santo temor

El Dios que  nos hace comprometidos, con el don de piedad

El Dios que  nos hace expertos, por el don de la ciencia

Pentecostés,  entre otras cosas, 

es valorar,  vivir, comprender y estar orgullosos de

todo lo que  nos prometió Jesús de Nazaret. 

¿Cómo?  Dejándonos guiar por su Espíritu.

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