Siempre,
el algún momento de nuestra vida, hemos pensado en cómo puede ser Dios.
¿Cómo
es Dios? Y, ante esta pregunta, vienen miles de respuestas: Dios es así pero…es
mucho más que así. La Solemnidad de la Santísima Trinidad nos pone frente a una
realidad: Dios Trinitario (a simple vista incomprensible) pero cercano por el
amor y el amor entre las tres personas.
1.La vida de la humanidad, es
distinta desde que Dios se encarnó. Desde entonces, los pasos del hombre, han
sido seguidos muy de cerca por un Dios que, siendo desconocido, adquiere la
hechura de hombre para que entendamos que –su objetivo- no es otro que
recuperarnos y rescatarnos definitivamente. Por supuesto, siempre habrá una
intimidad, un “as” que Dios guarda debajo de su manga y que, a la mano del
hombre, es imposible alcanzar. ¡Y qué importa! Nosotros, al celebrar este Misterio
nos quedamos sobrecogidos por el “buen rollo” que existe entre las tres
personas. Sólo por amor, y desde el amor, este Misterio es capaz de sostenerse
en sí mismo. Sólo, desde la contemplación, podremos por lo menos asomarnos a
este trípode divino que desciende, una y otra vez, al encuentro de la humanidad
y que, una y otra vez, corre serios riesgos de ser dividido al antojo y
capricho del cristiano de hoy:
-Unos se conforman con pensar en
Dios y sin caer en la cuenta de que, Dios, se encarnó en el seno virginal de
una nazarena. ¡Qué pena! Han dejado a Dios perdido entre las nubes. ¿Tal vez
para llevarlo a su propio terreno? ¿Tal vez para que no resulte tan molesto o
profético como un Dios encarnado?
-Otros, por otro lado, se han
olvidado del Dios del cielo y se han aferrado a Jesús de Nazaret. A un Señor
sin referencia a lo divino. Quieren un Jesús sin más trascendencia que la
historia que le acompañó: hombre comprometido con los pobres, defensor de los
oprimidos y en contra del sistema establecido. ¿Tal vez porque, el Señor
Divino, les molesta ante un mundo que pretende sólo un discurso humanizante,
sólo terreno y pagano?
-Y finalmente, los terceros, se
quedan en el sentimentalismo de la fe. Una fe sin más referencia que aquello
que el momento exige. Los sentimientos son buenos siempre y cuando vayan
acompañados del depósito íntegro de la fe. Un Espíritu, sin referencia a Aquel
que lo envía, se convierte en secta, en sensiblería o lágrimas que brotan más
desde el corazón afectado que desde las entrañas conmovidas por la Palabra de
un Dios que habló por Cristo y actúa por el Espíritu Santo.
2.¿Cómo es Dios? A San Juan Evangelista,
cuando le preguntaban: ¿Nos dices algo sobre Dios? Él, siempre, respondía:
¡DIOS ES AMOR! Este el imposible de un mundo que, lejos de ser trinitario
(adorando, amando y contemplando al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo)
prefiere regirse por múltiples dioses que, a su vez, se propagan como mala
peste y confunden el amor con el placer, la unidad con la imposición de
ideología o la caridad con unos gestos inconstantes e inconsistentes.
Frente al individualismo, la
Santísima Trinidad, nos presenta un impresionante icono de familia,
complicidad, cercanía y fusión: ¡SON TRES EN UNO! Cada uno con su personalidad
pero, cada uno, con su propio color. Cada uno diferente, pero los tres, mirando
en la misma dirección.
Damos gloria a la Trinidad y, en este
Año de la Fe, un gran reto: recuperar ciertos signos cristianos que por tibieza
(como decía el Papa Francisco recientemente), vergüenza apostólica, timidez
evangélica o por seguir los parámetros de lo políticamente o socialmente
correcto hemos dejado de lado.
-Santiguarnos al pasar por delante
de una iglesia (Dios habita sacramental mente en el sagrario)
-Potenciar estos signos visibles en
nuestros catequistas, catequizandos, alumnos e incluso entre nosotros mismos.
-Comprometernos, cuando nos encontramos
como católicos frente alguna institución deportiva, educativa, recreativa,
económica….en recordar que realizar “En el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo” nos lleva a hacer visible el mensaje de lo que llevamos dentro:
¡DIOS TRINIDAD!
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