Tú, Padre de todos nosotros, sales a nuestro encuentro,
aunque te hayamos fallado, nos recibes de nuevo una y mil veces,
nos esperas con los brazos abiertos
y nos entregas el anillo de tu confianza.
aunque te hayamos fallado, nos recibes de nuevo una y mil veces,
nos esperas con los brazos abiertos
y nos entregas el anillo de tu confianza.
Nosotros, en cambio,
nos ponemos furiosos, cuando a otros nos parece que les tratas mejor,
nos quejamos de nuestra suerte y sentimos envidia
de otros hermanos, juzgando tu comportamiento amoroso e incondicional.
nos ponemos furiosos, cuando a otros nos parece que les tratas mejor,
nos quejamos de nuestra suerte y sentimos envidia
de otros hermanos, juzgando tu comportamiento amoroso e incondicional.
Y es que Tú, Padre, tienes un corazón blando, al que nada le hiere,
más que nuestro desamor, al que sólo le preocupa nuestra felicidad,
y que sólo desea que
nos amemos como hermanos.
más que nuestro desamor, al que sólo le preocupa nuestra felicidad,
y que sólo desea que
nos amemos como hermanos.
Ayúdanos a no volvernos exigentes con nadie,
a pedir perdón por nuestros errores, con humildad,
a aceptar que otros tengan mejor suerte,
a sentir con el otro, a amarle desde el adentro,
a captar lo que vive y a tratarle como le tratas Tú.
a pedir perdón por nuestros errores, con humildad,
a aceptar que otros tengan mejor suerte,
a sentir con el otro, a amarle desde el adentro,
a captar lo que vive y a tratarle como le tratas Tú.
Mari Patxi Ayerra
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