25 enero 2019

Domingo 27 enero: INAUGURACIÓN

Por Pedro José Ynaraja

1.- El año litúrgico cabalgando sobre el calendario civil más extendido, el llamado gregoriano. Semejaría una cordillera en la que destacan tres promontorios. Se inicia con el tiempo de Adviento cuya cima es Navidad y Epifanía. Le sigue el principio del ordinario, que se interrumpe con la llegada de la cuaresma, una empinada cuesta que eleva el espíritu hasta la cumbre del Triduo Sacro. Sin descender demasiado, se alarga el tiempo pascual, 50 días, hasta la cumbre de Pentecostés y se acaba con esta solemnidad. Continúa de nuevo el tiempo ordinario en el momento litúrgico que se dejó antes de la Cuaresma, para elevarse de nuevo hacia la Navidad, durante el Adviento.


2.- Este domingo que deseo comentaros, mis queridos jóvenes lectores, se le asigna el numeral de 3, es el inicio del tiempo ordinario, tras el signo de las bodas de Caná, de San Juan, en el Domingo Segundo, Ahora se irá iluminando con las lecturas evangélicas extraídas del texto de Lucas. En ciertos momentos, como ocurre cada año, asomarán pasajes del de Juan, como el citado, que complementan el de los otros tres. El Año Litúrgico se fija en las principales etapas de la vida del Señor. Nacimiento e infancia. Vida adulta y apostólica. Pasión, muerte, sepultura y resurrección.

3.- Disponemos de escasas noticias referentes a su etapa de juventud. A los 12 años se hizo esclavo de la Ley, lo cuenta Lucas refiriéndose a su separación del grupo que peregrinó por Pascua, se trataba de la mayoría de edad legal, como diríamos nosotros. Hacia los 30 y algo más, abandona Galilea para iniciarse y publicitarse, mediante el bautismo de Juan en Judea. Reflexiona en el desierto y se dedica a partir de entonces totalmente, al anuncio del Reino.

Contemplamos hoy, mis queridos jóvenes lectores, a Jesús entrando un sábado en la sinagoga de Nazaret.

4.- Me detengo un momento ahora para explicaros algunos detalles, referidos a la lectura evangélica de hoy. Dedicó Jesús su juventud y madurez a iniciarse y practicar el oficio de “autónomo de la construcción” según las técnicas de aquel tiempo. La base de una edificación a partir del suelo, eran muros de piedra seca con orificios que daban al exterior o puertas que marcaban la entrada del domicilio. Marcos y vigas, pues, sabría escoger, trabajar y encastrar. Conseguir superficies planas para cubrir el brocal de los pozos, bastidores de telares verticales presentes en todos los hogares y algunos otros artilugios, bancos o mesas. De todos modos recuérdese respecto a lo último, que en aquel tiempo y en almuerzos importantes, se comía en el suelo, recostando sobre cojines el codo izquierdo. En la sinagoga, en su interior y alrededor, sea de piedra o de madera, había bancos y barandas.

5.- Probablemente, acudiría el Señor a trabajar, ya que su población no llegaba a los 500 habitantes y en la vecina Séforis se estaba edificando a la manera clásica una nueva ciudad que llamarían Diocesarea y la distancia que los separaba era de unos 5km. En esta, cuna de sus abuelos maternos y seguramente también de su madre, se iniciaría en el estudio de la lengua hebrea, la coloquial de por entonces era el arameo. Estudiaría la Ley y los profetas, adquiriría la categoría de Rabino, que le fue reconocida hasta por sus enemigos.

6.- En la actual Nazaret se levanta una iglesia dedicada a la sinagoga. Obsérvese que digo dedicada a, no que corresponda al edificio destinado a la oración y el estudio en los tiempos que Cristo acudió. El P. Bellarmino Bagatti, insigne arqueólogo, cree que la sinagoga que se refiere el evangelio del presente domingo estaba situada en el lugar que hoy ocupa la mezquita musulmana. Tiempos vendrán que pueda investigarse, no hay que perder la esperanza de que ocurra un cambio de mentalidad.

7.- La religiosidad de Israel estaba centrada en el Templo de Jerusalén, pero desde la época del destierro en Babilonia, así se cree, la piedad israelita estableció en cada núcleo humano un edificio asignado para la reunión del sábado, en el que se proclamaba la Ley, se leía y oraba con los salmos, o se reflexionaba y aprendía, mediante los libros sapienciales. Los sacrificios de cualquier clase eran actos religiosos que se practicaban exclusivamente en el único Templo.

8.- Pese a que se hable de ciudad, Nazaret era propiamente una aldehuela donde todos los vecinos se conocían. La vida de la Sagrada Familia no fue vida oculta. Fue laboral y social. La evolución del que llegó niño y se hizo mayor, sería conocida de todos, que también se habrían enterado de que, pese a no abandonar sus labores artesanas, se había introducido en conocimientos religiosos que hoy llamaríamos universitarios. Se había hecho famoso también. No es de extrañar, pues, que el responsable del recinto, le escogiera para proclamar y explicar la Ley.

9.- El texto estaba escrito en un rollo de piel o pergamino. Los libros como los nuestros todavía no existían, de aquí que diga que tomo el volumen y lo desenrolló, en realidad debería decir enrolló y desenrolló, que era la maniobra que se precisaba para encontrar un pasaje determinado. Aun hoy tanto en el Kotel (muro sagrado de Jerusalén), como en las sinagogas insignes, la Torá está escrita así y guardada en un precioso estuche y se guarda así mismo en un distinguido armario empotrado en el muro, dedicado a esta finalidad. Jesús escogió al profeta Isaías y de este autor inspirado, un pasaje programático. Iba a inaugurar oficial públicamente su misión, quería que quedase muy claro.

10.- Durante sus aproximadamente tres años que duró su ministerio, no hizo otra cosa que ser fiel a este programa. Su predilección sería anunciar una buena noticia a los pobres, libertad para los prisioneros y oprimidos, salud y esperanza para los desgraciados. Y sin tapujos proclamó: esto hoy y aquí, se cumple. ¡Madre mía, la que se armó! Pero hablar de ello corresponde a otra homilía, baste que ahora reflexionéis y os preguntéis ¿soy yo fiel a esta doctrina?

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