Por: Mons. Enrique Díaz; Obispo de la Diósecis de Irapuato | Fuente: Catholic Net
Jeremías 33, 14-16: “Yo haré nacer del tronco de David un vástago santo”
Salmo 24: “Descúbrenos, Señor, tus caminos”
I Tesalonicenses 3, 12-4, 2: “Que el Señor los fortalezca hasta que el Señor vuelva”
San Lucas: 21, 25-28. 34-36: “Se acerca su liberación”
Hay en nuestras montañas una serie de cuevas que encierran en su interior secretos, cascadas, oscuridad y misterio. Adentrarse en ellas, además de valor, requiere preparación y conocimientos que no siempre están al alcance de todos. Un grupo de jóvenes se entusiasmó por adentrarse en una de estas misteriosas cuevas. Casi a la entrada, donde se empezaba a perder la visibilidad, algunos retrocedieron asustados diciendo: “Huele a miedo”. Algunos más, a pesar de la oscuridad y el olor a humedad y a excremento de murciélago, siguieron imprudentemente avanzando sin precaución, uno cayó en el agua, otro tropezó con una roca y uno más sufrió un resbalón. Adoloridos y frustrados también regresaron. Pero dos o tres siguieron adelante. Llevaban el calzado adecuado y se habían provisto de linternas. Con muchos cuidados y precaución avanzaron hasta que sorpresivamente se encontraron, en medio de la oscuridad, una preciosísima cascada. “¡Es una maravilla! Vale la pena el esfuerzo. Por una belleza así haríamos muchísimas cosas más” dijeron.
Hoy se inicia el tiempo del adviento: un camino que requiere preparación, constancia, medios adecuados, pero que al final nos llevará a contemplar la más preciosa luz que brilla en medio de la oscuridad: Jesucristo.
Adviento es ese tiempo de gozosa espera que se vive como un movimiento, como un dinamismo y como un gozo. Sin embargo en este primer domingo la lectura que nos presenta San Lucas podría infundirnos pavor y desanimarnos en nuestro camino. Valiéndose de signos catastróficos en el sol, la luna y las estrellas que podrían inducirnos al miedo, anuncia con certeza que ya está cerca el día del Señor. No se trata de manifestaciones que nos permitan calcular con anticipación el momento de la Venida del Señor, pues son acontecimientos que se han dado y se seguirán dando en todos los lugares y en todos los tiempos. No podemos quedarnos solamente en estos signos “preparatorios” o indicativos de la Venida del Señor. Lo más importante y lo que nos debe motivar es la certeza de que entonces: “Verán venir al Hijo del Hombre”; es la seguridad de que se acerca la hora de la liberación.
Cristo utiliza muchas imágenes para hacernos entender cuál es la verdadera actitud del discípulo: “pongan atención, levanten la cabeza, estén alerta”. No nos dice que no habrá dificultades, no nos dice que es fácil el camino, pero nos invita a que levantemos la cabeza. Jesús nos lanza a aventurarnos en su búsqueda y a estar en constante espera. No podemos permanecer estáticos porque “huele a miedo”. Cuando la violencia y la inseguridad nos circundan, cuando hay gritos de dolor y angustia, una de las tentaciones mayores es la de huir, correr, hacernos los desentendidos y esconder la cabeza. Cristo nos propone otro camino: enfrentar las situaciones difíciles con la cabeza en alto, pero con vigilancia y estando alerta. Siempre será mejor solución enfrentar las dificultades, que el no hacer nada. Quedarse de brazos cruzados es la peor de las soluciones.
Me impresiona la primera lectura de este domingo. Jeremías que normalmente está regañando al pueblo y amenazándolo con nuevos castigos a causa de su mal comportamiento, en el breve pasaje que hoy leemos (Jer 33, 14-16) proclama palabras de esperanza para un pueblo que está a punto de sucumbir: “Yo haré nacer del tronco de David un vástago santo, que ejercerá la justicia y el derecho en la tierra… Entonces llamarán a Jerusalén: ‘el señor es nuestra justicia’”. Cuando todo parece perdido, cuando Jerusalén está a punto de caer en manos del enemigo, el Señor por medio de Jeremías enciende una luz de esperanza para sostenerlos en sus desgracias. Igual, en nuestros días, las palabras del Adviento son una palabra de aliento para todos los que luchan y ponen su esperanza en el Señor.
Si estas palabras de aliento nos ayudan a levantar la cabeza, de ningún modo nos invitan a vivir irresponsablemente el momento presente. No podemos sucumbir al miedo pero Cristo nos pide: “Estén alerta, para que los vicios, con el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida no entorpezcan su mente”. Hay quienes, aun en esta difícil situación, optan por el camino fácil del olvido en los vicios y la embriaguez. Hay quienes pretenden hacer olvidar al pueblo su dolor con pan y circo, pero no ofrecen soluciones integrales ni verdaderas. Es preciso tener cuidado con lo que embota el corazón y apaga la esperanza. Es más triste la cruda y más fuerte la caída para quien anda sin precaución. El mensaje de Jesús no nos evita los problemas y la inseguridad, pero nos enseña cómo afrontarlos. El discípulo de Jesús tiene las mismas causas de angustia que el no creyente; pero el cristiano posee una actitud diferente: la firme esperanza que mantiene nuestra fe en las promesas del Dios liberador y que nos permite descubrir el paso de ese Dios en el drama de la historia.Tenemos la seguridad que las estructuras injustas sólo podrán ser removidas del corazón del hombre por el paso del amor de Dios y su justicia. Así que ¡no embotemos el corazón! ¡Llenémoslo de esperanza!
Jesús nos llama a estar alerta, a velar y a hacer oración. Son las herramientas que nos ofrece para hacer este camino de espera. Adviento huele a esperanza, no a temor y angustia. Se nutre de la oración y la vigilancia unidas al trabajo a favor de los hermanos para que las promesas del Salvador se verifiquen en nuestras vidas. No esperamos un “nuevo nacimiento físico de Jesús”, pero el memorial de su nacimiento nos ayudará a que realmente nazca en nuestros corazones. Esperamos que Él vuelva en su amor, en su luz y en enseñanza. El Adviento es un camino que debemos iniciar sin miedos, que debemos andar con precauciones para no caer en las trampas del mal y que debemos proseguir fortalecidos con la oración, la vigilancia y el amor.
¿Qué suscita en nuestro corazón este tiempo del Adviento? ¿Qué riesgos corremos en estos tiempos: la desesperación, la indiferencia, el conformismo? ¿Cómo nos preparamos para la Navidad?
Padre Bueno, despierta en nosotros el deseo de prepararnos a la venida de Cristo con un corazón alerta, con nuestros sentidos vigilantes y con un amor fraternal, para que nuestro pueblo pueda encontrar con su presencia “la justicia y el derecho”. Amén.
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