Por Gabriel González del Estal
1.- ¡Cuidado con los escribas!... devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos… Se acercó (al templo) una pobre viuda y echó dos reales. Jesús llamando a sus discípulos, les dijo: Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir. El valor de la limosna no se puede medir, desde el punto de vista religioso, por la cantidad de lo que se da, sino por la intención y circunstancias sociales y religiosas del que la da. Si uno da mucha limosna, pero lo hace por vanidad, o por intereses sociales propios, o por cualquier otro motivo personal y egoísta, su limosna puede aprovechar, evidentemente, al que la recibe, pero, desde el punto de vista religioso, no tiene valor especial para el que la da. El ejemplo que nos pone el mismo Jesús en este relato evangélico, según san Marcos, no puede ser más expresivo: los “escribas” que dan de lo que les sobra y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos, es valorado negativamente; en cambio, los dos reales de la viuda pobre, que da todo lo que tiene para vivir es valorado por Jesús como una gran virtud religiosa. Nosotros, por supuesto, no debemos deducir de estos ejemplos que la toda la limosna que dan los ricos carece de valor religioso, mientras que toda la limosna que dan los pobres es religiosamente muy valiosa. Tampoco en el tema de la limosna podemos decir que todos los ricos son malos y todos los pobres buenos. Como nos dirá más de una vez san Pablo, nuestras limosnas deben ir dirigidas siempre al bien de aquellos a los que se las damos, nunca a los intereses personales y egoístas que nosotros tengamos. Seamos generosos todos, que nuestra generosidad económica es un buen medidor de toda nuestra religiosidad personal. Además, que, como ya nos decían los clásicos “hay más ganancia en el dar que en el recibir”. No debemos, ni podemos pensar que debemos dar todo lo que tenemos, sino que con nuestras limosnas debemos tratar siempre de contribuir a que nuestra sociedad sea un poco más justa y menos desigual de lo que es. Tampoco entendamos la limosna sólo como un tema de dinero; se puede ayudar al prójimo necesitado y dar limosna de otras muchas maneras. Lo importante, repito, es ser generoso; después que cada uno de nosotros examinemos hasta dónde llega nuestra generosidad.
2.- El profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta. La figura del profeta Elías tenía una significación muy grande en tiempos de Jesús. Hoy en el libro de los Reyes se presenta al profeta pidiendo una limosna a una viuda pobre y, además, extranjera, no judía. El profeta recompensa a esta pobre viuda haciendo que ni la harina, ni el aceite de la alcuza se vacíen. Bien, para nosotros lo importante es considerar el valor universal de la limosna ante Dios. Hacer limosna ante Dios siempre es bueno, la haga quien la haga. Lo importante es, como ya hemos dicho, que la limosna se haga con intención recta y pensando siempre más en el bien de la persona que la recibe, que en el propio bien personal. Más pobres que la viuda de Sarepta no creo que seamos ninguno de nosotros. Hagamos, pues, limosna todos nosotros en la medida de nuestras posibilidades. Dios nos lo recompensará.
3.- Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. En esta lectura de la carta a los Hebreos se sigue insistiendo en el valor universal del sacerdocio de Cristo. Cristo quita los pecados del mundo, como decimos todos los días antes de comulgar. Todos nosotros, por el bautismo, participamos del sacerdocio de Cristo; pidamos, pues, todos nosotros a Dios para que nos perdone a todos nuestros pecados y nos salve, como hizo el mismo Cristo, nuestro único y eterno sacerdote.
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