Me imagino que muchos de vosotros tenéis una lista de reglas parecida a estas en vuestras clases. Si camináramos a través de cada clase de su escuela, probablemente veríamos una lista de reglas en la pared. Aún cuando hubiesen algunas diferencias, la mayoría tendrían escritas las mismas cosas. Tendrían cosas como:
- Escucha con cuidado.
- Sigue las instrucciones.
- Obedece a la maestra (al maestro).
- Trabaja calladamente.
- Mantén tus manos quitas.
- Sé amable con los demás.
Si se me preguntara cuál de las reglas de la clase es la más importante, yo sabría qué decir. Diría que la más importante es respetar y obedecer a la maestra y la segunda es muy parecida a esta: ser amable y respetar a tus compañeros. Si siguiéramos esas dos reglas, ninguna otra regla sería necesaria.
A los líderes religiosos de la época de Jesús les gustaba sentarse a discutir la ley. Especialmente les gustaba hacerle preguntas a Jesús esperando que dijera algo que hiciera que las personas le rechazaran. Un día ellos estaban haciéndole preguntas a Jesús y él les daba una buena contestación tras otra. Uno de los maestros religiosos de la ley estaba parado allí oyendo el debate, la discusión. Se dio cuenta que Jesús había contestado bien, así que le preguntó: “De todos los mandamientos que hay, ¿cuál es el más importante?”
Muchos de vosotros sabéis los diez mandamientos, ¿no? ¿Cómo contestarían esa pregunta?
Esto es lo que Jesús contestó. Dijo: “El mandamiento más importante es amar a Dios con todo tu corazón, toda tu alma, toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es igualmente importante: Ama a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamientos más importantes que estos”.
¡Después de escuchar la contestación de Jesús, nadie más se atrevió a hacerle más preguntas!
¡Qué contestación sabia! Si tan sólo pudiéramos cumplir con esos dos mandamientos, no tendríamos dificultad en cumplir con los demás, ¿no es así? Vayamos al Padre y pidámosle ayuda.
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