29 septiembre 2018

CLUECA ALGUNOS

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Estoy seguro, mis queridos jóvenes lectores, de que el ejemplo que os voy a poner y que titula este mi mensaje-homilía, para muchos de vosotros no os servirá, pero es el que en este momento se me ocurre. Cuando era joven teníamos un gallinero, de cuando en cuando, descubríamos que une gallina había ido escondiendo huevos y ahora los incubaba. Al cabo de unos días se rompían las cascaras y salían los polluelos. La escena era bonita. La madre amparaba a su prole. Si alguien se acercaba, enfurecida, amenazaba con su pico y el gallo también, señor que se sentía del corral, se acercaba también bravucón. El espectáculo era cómico, de una patada podía uno mandar lejos a aquellas aves, pero ellas se sentían propietarias y defensoras de su descendencia. Por muy agresivas que pudieran ser, un zorro o un gavilán, las podía matar en un momento.

2.- Pienso ahora que tal vez vosotros lo que habréis visto, será el comportamiento de una perra rodeada de sus perritos. Aunque carezca de alimento, si uno se atreve a acercarse y ofrece un poco de leche a sus cachorros, de inmediato gruñe y muerde si es preciso. Siente su exclusividad, aunque acarree males


3.- Y aquí y ahora en el Reino de los Cielos. Me he entretenido en poneros unos curiosos ejemplos para centrar vuestra atención, ahora voy a continuar situados ya en el terreno espiritual, en el ámbito cristiano, con espíritu analítico, crítico, exigente.

“En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho… (Jn 14,2)” dijo el Maestro. Pero bien sabéis, mis queridos jóvenes lectores, que muchos creen que no hay más que un cubil, que es el suyo. Lo que puedan hacer los demás en la Iglesia, carece de valor y hasta en algunas ocasiones se ataca las ideas, los proyectos, las realizaciones de los demás. ¡Cuánto mal hacen los tales!

3.- En el pasaje del libro de los Números, que corresponde al que proclamamos en la misa de hoy, se trata de unos dones que se les promete a los ancianos escogidos, algunos de los cuales no acuden a la cita, les ha faltado este requisito. No se han alejado del pueblo peregrino, solo se han distanciado un poco, pero esta particularidad es suficiente para que el grueso de los que se sienten fieles en exclusiva los quiera descartar.

4.- Algo parecido ocurre con el grupito de los Apóstoles, quieren ser ellos solos, gozar del monopolio. Y al Reino de los Cielos hemos sido invitados todos. Y gozar de sus privilegios no es distintivo de unos pocos. El Cristianismo no es religión de iniciáticos. Gracias a Dios en el conjunto de la Iglesia Católica, nuestra madre, se ha avanzado mucho en este terreno. Desde los tiempos del Santo Padre Juan-Pablo II, los que llamábamos anteriormente en lenguaje habitual herejes, enemigos de la Iglesia, empezaron a ser al inicio del Concilio Vaticano II, los hermanos separados, para atrevernos más tarde a llamarlos los hermanos desunidos. Debemos aprender e imitar el comportamiento ejemplar del Papa Francisco desde el principio de su episcopado romano y acentuado estos días que peregrina por los países nórdicos. Con luteranos, reformados, evangélicos y otras hierbas, debemos sentirnos próximos, procurar colaborar con ellos, sin que signifique renunciar a la riqueza de nuestra Fe. Y aceptar que tal vez por parte de ellos no sintamos este valor ecuménico que nosotros apreciamos. Tender puentes con todos, nunca muros, invita el Papa que siempre pretendamos.

5.- Y en nuestro proceder individual, con compañeros, con vecinos y conocidos, aceptar que siendo tan cristianos como nosotros nos consideramos, dirijan sus vidas por otros derroteros, siguiendo estilos diferentes a los nuestros, marchando a otros mundos distantes de los nuestros.

6.- Os confieso, mis queridos jóvenes lectores, que habiendo dedicado mi vida especialmente a la ayuda de la juventud, como me prometí a mí mismo un día en Burgos siendo muy joven, y sintiéndome satisfecho de mi obrar, aquellos que escogieron dedicar con cierta exclusividad su vida a Dios en la vida religiosa, el sacerdocio o el apostolado seglar, casi ninguno viva próximo a mí o con estilos de vida semejantes a los míos. Es mi pena y mi gloria.

No quiero comentaros la otra lectura. Me gustaría que os quedara muy patente la perversión que supone que creer que aquel que “no es de los míos” pero vive en el seno de la Iglesia, no merece nuestro aprecio y si es preciso y solicitado, nuestra colaboración, sin que tengamos carnet de socios de la misma entidad.

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