Litúrgicamente atravesamos una etapa tranquila. Los evangelios de estos domingos nos presentan a un Jesús que se centra en instruir al grupo de los apóstoles. Esta es la palabra que usa el evangelista para explicar la tarea de Jesús respecto a los apóstoles. Hombres que habían sido escogidos para continuar la misión que Jesús había iniciado.“Instruir”, “dar instrucciones” se refiere al “conjunto de reglas o advertencias dadas para un fin”. El fin de Jesús era enseñar a la gente cómo tenía que actuar para ser su seguidor, para crear el Reino de Dios.
Entre las instrucciones que da Jesús hoy nos invita a ser abiertos, a ser comprensivos, de mirada amplia. Nos asegura que quien da un vaso de agua tendrá su recompensa y advierte que quién escandalice debe ser castigado severamente.
El apóstol Santiago en la carta a una de sus comunidades se muestra más duro, más radical, más exigente. He aquí una muestra: “Vuestra riqueza está corrompida y (…) vuestro oro y vuestra plata están herrumbrados (…). El jornal defraudado a los obreros que han cosechado vuestros campos está clamando contra vosotros; y los gritos de los segadores han llegado hasta el oído del Señor de los Ejércitos. Habéis vivido en éste mundo con lujo y entregados al placer”. ¿Lenguaje áspero, severo?. Pero es el que emplea.
Es curiosa la valoración que hace del dinero, del capital el dirigente comunista chino, Deng Xiaoping, pues es sabido que el comunismo abriga una opinión negativa del dinero. Este alto mandatario afirmó recientemente que “era glorioso enriquecerse”. Ciertamente el dinero se merece un respeto pues para conseguirlo el común de los mortales tiene que luchar mucho. Es verdad que en ocasiones provoca grandes problemas, pero también es verdad que evita y resuelve otros muchos. El dinero es un instrumento polivalente que en numerosos momentos trae la solución y con ella la alegría. Depende de nosotros, depende del uso que hagamos de él.
Hablando de escándalo, Jesús insiste una vez más (lo hacía el domingo pasado) en su rechazo absoluto al escándalo, sobre todo si afecta a los niños y niñas. Un asunto que lamentablemente dos mil años después no ha perdido un gramo de actualidad, incluso entre los que han prometido seguirle, cerca, muy de cerca. Pero ¡qué lejos¡ se quedan. “El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más les valdría que le encajonen en el cuello una piedra de molino y le echasen al mar”.
A los apóstoles no les gustó nada el que un extraño a su grupo curase a un endemoniado en nombre de Jesús. Uno que “no era de los nuestros”. Frase que la hemos oído o que la hemos pensado con frecuencia. Nos fastidia el que otras personas – más si son de la competencia- logran objetivos que a nosotros se nos niegan. Como consecuencia de la envidia o de los celos o de la tacañería, lo cierto es que les cuesta aceptar, aplaudir el acierto del otro.
Por ejemplo entre los políticos, los eclesiásticos, el mundo del espectáculo…en los ambientes sensibles a la opinión pública. Reacción muy distinta fue la de Juan el Bautista en la orilla del Jordán. Ante el éxito de Jesús manifestó “conviene que Él crezca y yo disminuya”.
“El que os dé de beber un vaso de agua os aseguro que no se quedará sin recompensa”.Tengo la sensación de que quien practica el bien, quien se sacrifica por los demás, quién “da un vaso de agua” frecuentemente no es respondido, no es premiado justamente por la sociedad. Hay gente que va sembrando, desgranando gestos positivos, cargados de amabilidad, pero, cómo se suele comentar, nadie te lo agradece. Por eso hay que buscar el modo de cargar las pilas con el fin de nadar contra corriente. Es consolador que seamos capaces de mantener el tono, de seguir “dando vasos de agua” contraviento y marea.
Pio XII dijo, allá por el año 1950, que el mayor problema social de aquél entonces era “el cansancio de los buenos”. Años después sigue teniendo mucho de verdad.
Josetxu Canibe
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