22 agosto 2018

Domingo 26 agosto: PALABRAS DIFÍCILES DE DIGERIR


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PEDRO MARI ZALBIDE

Los que seguían las lecciones de Jesús entendieron más o menos lo que significaba "vivir para siempre"; pero eso de "comer su carne y beber su sangre"así, entendido tal cual, no podían digerirlo, les causaba extrañeza y les parecía una especie de canibalismo... La cosa es que se manifestaron: "¡Qué duras son estas palabras!" y, poco a poco, fueron abandonándolo. Jesús se quedó como si le hubieran echado un jarro de agua fría, se llenó de tristeza y experimentó en su corazón la amargura del desamparo. Fue entonces cuando se dirigió a los Doce y les preguntó tímidamente: "¿También vosotros queréis marcharos?". Y el vehemente Pedro no se dejó esperar: "Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna?".


Jesús, a lo largo de su vida pública, experimentó momentos de alegría y satisfacción: la respuesta de los apóstoles a la primera llamada: 
"Y dejándolo todo, le siguieron", la fe inquebrantable de la gente sencilla, la conversión del bueno de Zaqueo, que reaccionó después de una charla fructífera con el Maestro y se desprendió de una cantidad de dinero mayor de la que había robado... Pero también soportó escenas que concluyeron con la experiencia del desencanto y del abandono: la actitud del joven rico al que miró con ternura y que no se decidió a vender sus posesiones para atender a los pobres; los que se excusaron para no asistir al banquete alegando razones baladíes; el que enterró el denario en lugar de hacerlo producir; la cantidad de "higueras estériles" con que se encontró, perezosas para dar trigo; las tres negaciones de Pedro; la traición de Judas; y el extraño desamparo por parte del Padre cuando Jesús se encontraba colgado en el madero de la cruz"¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?".

De estas últimas palabras del Nazareno surgió el dicho acuñado en el argot popular cuando sobrevienen realidades o acontecimientos adversos:"Estamos dejados de la mano de Dios"... En primer lugar, 
quiero puntualizar que Dios no nos abandona nuncalo que sucede es que a veces se esconde detrás de alguna colina, como los niños cuando juegan al escondite, porque quiere que lo busquemos.

¿Qué programa de vida podríamos elaborar para no caer en el pozo negro del abandono y de la soledad? Propongo cuatro sugerencias que pueden resultarnos útiles para vivir con alegría nuestra existencia:
* Buscar a Jesús. En el escenario de la vida, en las personas, en los acontecimientos, en la búsqueda de la verdad, la justicia, el amor..., allí está Jesús, aunque se halle escondido detrás de cualquier cortina; pero al fin se dejará ver y sentir.
* Fiarnos de él. Sin reparos ni vacilaciones. Que podamos exclamar con san Pablo: "Sé muy bien de quién me he fiado". Desde aquel día en que el Maestro nos aseguró: "Os llamo amigos", no dudamos ni una pizca de segundo en que es el amigo leal verdadero, que nunca falla.

* Conocer, aceptar y cumplir su voluntad. Sin confundirla con la nuestra. A veces somos tan insensatos que pensamos que Dios quiere lo que nosotros deseamos que quiera.
* Poner todo nuestro empeño en fortalecer nuestra entrega y vigilar nuestras debilidades. Tenemos que no escatimar nuestra generosidad y estar al acecho de nuestras imperfecciones.
Todo menos sentirnos abandonados.

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