Inicial.
Como colofón a nuestras fiestas, al igual que corona el retablo de nuestro altar, celebramos hoy la fiesta de la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma al cielo.
En esta fiesta de la Virgen, más que en ninguna otra, María hace que elevemos nuestra mirada y nuestro corazón hacia el cielo. Ella nos dio a Cristo, desde la disponibilidad y sencillez ante los planes de Dios y por ello fue coronada de gloria y esplendor junto a su Hijo, nuestro Salvador.
Que esta Eucaristía reavive nuestra confianza en el Señor y la fe en la resurrección y la gloria futura, porque María criatura de nuestra raza, goza ya de la vida eterna junto a Dios.
Primera Lectura.
En la batalla entablada entre el bien y el mal, el libro del Apocalipsis con su lenguaje simbólico, nos presenta a una mujer que va a dar a luz a un niño, destinado a luchar contra el mal, simbolizado en un dragón. Pero la victoria es de Dios: “ahora se ha establecido la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios”.
Segunda Lectura.
San Pablo, transmite a los cristianos de Corinto su convicción de que nuestra resurrección es lógica consecuencia de la de Cristo. En la fiesta de hoy lo que celebramos precisamente es que María fue la primera, después de Cristo, en experimentar esta victoria total contra la muerte.
Evangelio.
El encuentro de María con Isabel es un estallido de alegría y esperanza, porque las dos están convencidas de que Dios hace maravillas en la historia.
Puesto de pie, cantamos aleluya.
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